Los chicos no lloran

Los chicos no lloran

Según el DRAE, llorar significa derramar lágrimas, o manar de los ojos un líquido.

Según las personas expertas en psicología, llorar es una reacción del ser humano cuando se enfrenta a una pérdida o a una situación de intenso estrés.

Se considera que es una habilidad estrictamente humana y se han realizado distintos estudios sobre ello. La composición química de las lágrimas si están asociadas a las emociones (a diferencia de las producidas por picor o cuando nos entra algo en los ojos), contienen hormonas del estrés.

Ante una situación de amenaza, el organismo descarga una sobredosis de hormonas del estrés. Cuando finaliza la situación de amenaza, el mecanismo para liberarlas es el llanto. Esta liberación es necesaria, porque estas hormonas mantenidas en el cuerpo son tóxicas, y las personas sometidas a estrés constante sabemos que acaban padeciendo problemas físicos y mentales severos.

Resumiendo: llorar no tiene efectos secundarios adversos.

Todo lo contrario, tiene dos funciones positivas:

·         Por una parte, para la persona que llora tiene un efecto sedante y antidepresivo, la libera del exceso de tensión y le reduce la presión sanguínea.

·         Por otra, tiene una función “social” ya que genera empatía de quién lo presencia, que lo entiende como una petición de ayuda y reacciona acercándose y ofreciendo ayuda o consuelo.

Durante la infancia, el llanto es la forma de expresar un malestar, de pedir ayuda física y emocional.

De hecho, todos los seres humanos llegamos así al mundo, llorando, como signo de vida y salud.

Al ir creciendo y llegar a la juventud y a la adultez, solemos inhibir el llanto, y acabamos llorando en soledad, en la intimidad.

Así que sólo nos quedamos con una de las funciones (la descarga), y perdemos la función social.

¿Por qué, si nos beneficia?

Pues por un asunto de educación emocional, en la que se inculca que llorar en público está asociado con debilidad y/o vergüenza.

Y el llanto deja de ser sinónimo de vitalidad para asociarse con vulnerabilidad.

Hasta hace muy poco tiempo a la mayoría de los varones, desde niños, cuando lloraban, se les decía (en cualquier entorno, incluido el familiar):

 

·         “los chicos no lloran”

·         “llorar es de chicas”

·         “los chicos no tienen miedo”

·         “llora como una mujer, lo que no has sabido defender como un hombre”

 

Todo un “canto” a los estereotipos de género.

Los chicos deben ser valientes, duros, fuertes, competitivos…e insensibles.

No se permiten llorar delante de sus amistades, nada de abrazos o besos con otros varones para saludarse, felicitarse, consolarse…porque incluso podría ponerse en duda “su masculinidad”.

Ellas sí “pueden”, se tocan, se cogen de la mano, se acarician, se echan piropos. La mayoría están acostumbradas al contacto físico, que funciona como un factor de protección, sin cuestionar sus comportamientos cariñosos con otras chicas.

Con esa “dinámica salutativa” conviven todavía muchos chicos, que siguen saludándose como si no se pudieran tocar, como si tocarse los hiciese vulnerables, débiles y los etiquetase como “blandos, gays, raros, inadecuados, excluidos o desviados”.

Se sigue actuando como “dicta” el género estereotipado.

 Y…el último lugar en el que queremos llorar es en el trabajo. 

 Pero… pasamos allí gran parte de nuestro tiempo, por lo que es lógico que acabe pasando…

¿Afecta a la profesionalidad?

 ¿Seguimos con la matraca de: “los jefes gritan, pero no lloran”?

 ¿La ira y el enfado se siguen tolerando mejor que las lágrimas, aunque muchas veces escondan lo mismo?

 Sentimos tener que decir que todavía quedan ámbitos laborales en los que se continúan reforzando estos estereotipos de género.

Sigue habiendo gente que entiende que llorar en el trabajo significa falta de competencia, de “profesionalidad”, signo de flaqueza y recordatorio de una fragilidad no deseable.

Especialmente si las lágrimas son masculinas.

Investigaciones sobre este tema arrojan que menos de un 10% de hombres admiten haber llorado alguna vez en el trabajo, frente a un 40% de las mujeres, lo que ratifica que la sociedad asocia el llanto femenino con la emoción de la tristeza (y lo acepta), mientras que al hombre no se les valida esta emoción, les penaliza.

Naturalmente, esta forma de pensar está lejos de la realidad biológica del llanto, un proceso natural y autónomo, un modo de expresar una o más emociones de una gama amplia de posibilidades (tristeza, rabia, felicidad, impotencia, frustración, miedo …).

Todos/as somos seres humanos, tenemos sentimientos y no pasa nada por compartirlos. Porque las emociones no son buenas ni malas.

Es importante identificarlas y gestionarlas lo mejor posible en cualquier actividad.

 Llorar en público no es malo. Tampoco en el trabajo.

No hablamos de un llanto constante, ya que sería señal de ansiedad, depresión, de alarma (dentro y fuera del ámbito laboral).

Hablamos de no tener miedo de mostrar las emociones.

·         La persona que llora cuando lo necesita libera estrés, lo que se traduce en tener mayor comprensión, mayor conciencia de la realidad, mayor productividad, más autoconfianza, autoconocimiento y autorregulación.

·         El colectivo laboral crea una cultura organizacional más fuerte: se genera empatía, solidaridad, compasión, una visión integral de la persona, lo que fomenta relaciones más profundas y colaborativas.

·         También se entiende que puede significar un mayor compromiso con las tareas que lleva a cabo en la organización: “La empresa le importa, mi labor es importante, porque de lo contrario no existiría conexión emocional al desempeñar mi puesto de trabajo”.

 

Frente a esto, se entiende que asociar el llanto con debilidad puede dar lugar a entornos laborales tóxicos, con altos niveles de desconfianza y bajos niveles de inteligencia emocional.

Por ello es importante crear nuevos estereotipos culturales, que las nuevas generaciones sean conscientes de que el sentimiento propio se traduce en comprender el ajeno (empatía).

Es importante entender que la mentalidad del liderazgo no asocia el llanto con debilidad. Al contrario, reconoce el gran valor y autenticidad que requiere admitirse vulnerable.

En resumen, de todo lo anterior vamos a “extraer” varias razones por las que “está bien” echar una lágrima en el trabajo (de vez en cuando):

 

1.            Alivias el estrés, lo que incrementará tu productividad

2.            Eres un ser humano y necesitas desahogarte de vez en cuando

3.            Llorar no te hace débil, genera empatía

4.            Demuestra tu interés en tu trabajo

Personas expertas comparten varios consejos sobre cómo actuar en el trabajo ante la inminencia de tus propias lágrimas y ante las de otras personas:

 


Propias

Notas que estás a punto de llorar:

·         Levántate de la mesa (puesto).

·         Permítete un momento para poner en orden tus pensamientos.

·         Es mejor no gastar la energía luchando contra las lágrimas, es mejor liberar emociones para gestionar mejor el tiempo.

Estás en una época personal complicada, y en un día especialmente vulnerable:

·         trata de posponer reuniones.

·         intenta prepararte para lo “previsible” que puedas anticipar (por ejemplo, si bajas tu rendimiento, adelanta una posible conversación al respecto por parte de tu equipo).


De colegas

Respeta su espacio.

·         Dependerá de la confianza que tengas, pero, en todo caso, si la persona está llorando en el baño, seguramente está buscando privacidad.

·         Cuando salga, tómate un café con ella, o proponle comer ese día, para que, si quiere, comente contigo su problema.

Muestra empatía

·         Evita frases tipo “anímate”.

·         De forma discreta, manifiesta que te preocupa su estado de ánimo, pregúntale si le puedes ayudar o prefiere la soledad.

Discreción y sinceridad.

Si no puedes ofrecerlas, mejor mantente al margen. 


Si tienes un puesto de dirección

Anticípate. Transmite a tu equipo comprensión y empatía,

·         que no se debe temer tener momentos vulnerables.

·         que se debe escuchar a las personas que colaboran contigo, que hay que ayudar a colegas que tengan una reacción emocional puntual.

·         especialmente, en momentos en que una persona está pasando por una situación complicada (personal, de salud, económica…).


Para finalizar, dos frases de dos excelentes plumas (una masculina y otra femenina).

 ·         “Llora si lo necesitas. Es bueno llorar todas las lágrimas, sólo entonces serás capaz de sonreír de nuevo” (Paulo Coelho).

 ·         “Me alegro de que hayamos empezado a criar a nuestras hijas como a nuestros hijos, pero esto nunca funcionará hasta que no empecemos a criar a nuestros hijos como a nuestras hijas” (Gloria Steinem).

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