Tiempo para la reconciliación

La libertad no es hacer lo que queremos cuando queremos, el verdadero significado del término tiene que ver con la capacidad de vivir en coherencia con aquello que somos en realidad, es decir, con nuestra verdadera esencia. No hay paz, prosperidad, alegría ni felicidad estables si no vivimos en la libertad de ser.

Como individuos adultos, quizás sepamos en quiénes nos hemos convertido, pero lo más probable es que ignoremos quiénes somos en realidad sin ni siquiera ser conscientes de ello. Luchar para alcanzar la libertad sin dejar de permanecer atados al deseo del otro, es una contradicción que nos debilita anestesiando el dolor del maltrato autoinflingido y restando, como consecuencia, coraje y determinación para asir con fuerza las riendas de nuestra propia vida.

Estamos educados, todos por igual, para ser lo que se espera de nosotros. La sociedad impone unos valores, universalmente aceptados, para que los hagamos nuestros a cambio de una implícita promesa de éxito y reconocimiento. Pero no somos todos iguales, la diversidad es una realidad incuestionable en la naturaleza y nosotros, los seres humanos, somos naturaleza. 

Llegamos a la vida siendo diferentes y, sin embargo, crecemos y vivimos temiendo la diferencia. Nacemos con tendencias temperamentales, metabolismos, capacidades, ritmos diferentes que van moldeando, a partir de las experiencias vividas, nuestra manera de estar, de entender la vida y de relacionarnos con ella. A este conjunto de características y comportamientos, se le denomina “tipología”. En la gran familia de la humanidad conviven 4 grandes tipologías que encarnan distintos aspectos de una única realidad. 

Accedemos al conocimiento de los rasgos esenciales de nuestra particular tipología, es decir, a los que orientan o determinan nuestra forma, identidad y función en el entramado de la vida, a través de un proceso de observación consciente, libre de juicios y comparaciones. El juicio y la comparación separan, enfrentan y debilitan a la humanidad y al planeta en donde vive. El conocimiento y el respeto por el valor de la diferencia, los une tejiendo entre sus individuos, vínculos sanos, libres y creativos. 

No hay una tipología mejor o peor que otra, ninguna es buena o mala por sí misma, sólo son diferentes; nos interesa concentrarnos en conocer y comprender la nuestra propia para recomponer la integridad y la unidad entre todos los aspectos que nos conforman y alcanzar la paz y la coherencia estables. 

Sumergirnos en el conocimiento de nuestra tipología, nos reconecta con la información del “sentir” que habíamos aprendido a reprimir, ignorar o negar desde muy temprana edad. Así es como se va a abrir en nosotros una conciencia mucho más amplia del porqué de esos persistentes sentimientos de dependencia, soledad, tristeza, rabia, ansiedad o insatisfacción y de nuestros intentos de liberarnos de los más molestos o repetitivos, a menudo sin éxito. 

Como seres humanos, estamos llamados a experimentar una nueva forma de reencuentro, pero no sin antes habernos reconciliado con nuestra verdadera esencia y asumir la plena responsabilidad de nuestra propia vida. 

Dra. Ester Torrella

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