¿Matará la salud la lista del super?
Hacer la compra, puede ser ua actividad poco estimulante. Mecánica, repetitiva a la par que nos somente a cientos de decisiones. Ir a comprar consume ciertas energías, que, pronto podremos destinar a otras cosas.
La cuestión es que, el concepto de hacer la compra va a verse seriamente comprometido y, apuesto que, fácilmente olvidado. Y sí, eso significa: adiós a los carritos tuertos, colas depresivas en grandes almacenes en el extra radio y luxaciones por sobrecargas de garrafas de agua modo Hulk. Y lo peor de todo… pensar qué comprar. El desarrollo, en este sentido, es música celestial.
Lo primero que debemos plantearnos, en un futuro no muy lejano, es si decidiremos la compra. Tener el poder para plantearnos qué comemos y como nos alimentamos es una responsabilidad enorme. Más aún, con la información de que dispondremos menostener la dieta será mal visto. Hasta ahora, lo máximo que hacen las autoridades era cargar con impuestos edulcorados algunos productos. Y eso, que en el código penal el suicidio es delito. La decisión está en nuestras manos. Los marketer más brabucones, ayudados por exquisitas y bellísimas directoras creativas siguen diseñando todo tipo de reclamos (y siendo justos, con algunas letras más pequeñas de lo humanamente razonable) para captar y persuadir a nuestra atrofiada capacidad de discernir. Comprar bien e inteligente resulta complicadito, pudiendo ser un catalizador de una sensible mejora de la salud y calidad de vida.
Hagamos un pequeñísimo salto: vayamos a 2025. Tan solo 7 años. Igual de cerca de 2011. El mundo no es mucho más distinto de hoy. Las calles tienen el mismo aspecto y vestimos igual de mal. Curiosamente, el bigote se ha puesto de moda, en señoras, y en India ya no cabe nadie más. A parte de eso, nuestros hábitos sí que han cambiado. Y mucho. Resulta complicado meterse en el papel, sobretodo porque los cambios son exponenciales, duplicándose a cada paso. En estos 5 años podemos dar los mismos pasos que en los últimos 30. Y hace 30, no “había” internet, ni móviles ni TV a color en las casas, casi. En este escenario, los coches autónomos aun conviven con los peligrosos “old-human-driven-cars” e integraremos tecnologías de IA de apoyo en nuestras vidas, sin miedo a compartir nuestra bien encriptada información.
Bien, pues en este mundo, no será necesario hacer la lista de la compra, ni tener la enorme responsabilidad sobre esta faceta de nuestra salud. Las dietas personalizadas a cargo de ‘perfiles’ digitalmente cualificados será algo normal. Será lo inteligente, vaya. Pudiendo optimizar los niveles de salud, ¿para qué renunciar? No se tratará de vivir más años, sino de vivirlos mejor. Y, al final, aunque será una decisión muy personal, los gobiernos -que ya veremos que pasa con ellos- van a fomentarlo de algún modo. Vamos a tener serios problemas con poblaciones envejecidas, poca masa salarial para redistribuir las pensiones y pirámides poblacionales insostenibles. Cualquier fórmula de ahorro será bienvenida por los países acreedores. Y la salud es una de las partidas presupuestarias, donde un ahorro no implica un menor desarrollo potencial, como puede pasar en educación o investigación. Y otro tanto para las aseguradoras, que verán como su modelo de negocio queda patas arriba. En ambos casos, su business está en la prevención y la ciencia proveerá.
Al lío. Tendremos una lista con una dieta. Como hasta ahora. Bueno, con las determinaciones genéticas necesarias y, ahí va algo nuevo, con un reajuste ‘live’ en función de los resultados de nuestras monitorizaciones automáticas. ¿No os vais a pensar que no tendremos analíticas automáticas cada mañana? Nuestra dieta irá mutando en función de nuestro estado de salud y de agenda optimizando todos nuestros parámetros. Que ¿hoy vas falto de carotenos?, no problem, zumo de tomate al mediodía. Que hay una pequeña infección intestinal, el sistema lo detectará y te ofrecerá una dieta de enfermito. ¿Has decidido salir a correr? Pues hoy convienen los hidratos. Cada vez que abramos la nevera, tendremos una saludable sugerencia basada en nuestra salud y preferencias en directo. Y lo fantástico de todo esto es que no perderemos un ápice de calidad gastronómica. No por la cocina molecular, a saber que será de ella, sino porque la “nueva nueva” cocina nos ofrecerá nuevas vías de placer culinario.
Y si el sistema nos dice qué comer, pues el sistema también sabe qué comprar. Y además, el puñetero va a saber cuando. Nótese: todos los sistemas están interconectados y comparten información entre ellos. La lista de compra -que tiene buen rollo con la nevera- se habla con la plataforma del super, que está asociado con el almacén robotizado. Es una especia de orgía masiva de información y datos. Total, la lista de la compra inteligente, previo análisis con la nevera y la despensa, emite una compra a una plataforma (probablemente de compras mancomunadas y descentralizadas, otro interesantísimo concepto) y automáticamente (incluso la entrega lo será) llega a casa en tiempos récord. 24 horas, 7 días a la semana. Incansables. Invencibles. El sistema JIT (Just In Time) junto a las nuevas herramientas de inteligencia de datos y nuevos sistemas logísticos recibiremos, casi de todo, en cuestión de minutos. Igual o más rápido que ir por nuestro propio pie o monopatín flotante atómico.
Para los más avispados, os habréis dado cuenta que el factor humano… es más bien escaso. Pues chic@s, ese es el futuro. Pero que no panda el cúnico. La idea de la robotización es, justamente, un mundo más humano, donde el hombre haga aquello que sabe hacer mejor: ser humano. Del resto, que se ocupen las máquinas. Y de eso, dejaré algo escrito, pero en otro ratito.
Para ir finiquitando, es más o menos así, es como interpreto una posibilidad, un escenario de fururo, que acabará masivamente con el retail y el gran consumo como lo conocemos hoy. Porque el futuro no deja heridos ni rehenes, solo nuevas esperanzas. Y puestos, pongámosle emoción.