Mi impacto ahogado
Un pie en el asfalto y retumba como si callera un mazo de acero en una plancha metálica.
Aunque me conmueve el impacto, la ráfaga sonora del quehacer de la ciudad enmudeció ese gran paso mío. Al segundo, ya no estaba. Por tanto, no importaba y nadie lo notó.
Tantos rostros. Vestimentas. Voces, silbidos y bocinas. Risas. Muchas risas.
¿Importaba que mi paso se diluyera a penas lo había dado?
No. Ni un ápice.
¿Cómo me comunico para enseñar lo que sé?
¿A quién servirá lo que sé? Una vez escuché algo que retumbó en mi más que ese paso en medio de la masa:
Hoy estás más poderosamente posicionado para servir a la persona que alguna vez tú fuiste.
En un punto en mi pasado no dominaba esto que hoy sí. Y hay quién necesita ese atajo, ese impulso de un experto.
Yo fui esa persona. Y yo seré quién me brinde a mi mismo una mano.
Ver el mundo como un juego, no necesariamente es restarle valor.