Mi primera venta

Corría 1988 y las cosas no iban bien en casa. Había que terminar el secundario por la noche (en mi Buenos Aires natal es algo normal) y trabajar para ayudar en el hogar. Tenía 17 años y mi primer empleo fue como vendedor. Antes, las búsquedas laborales eran a través de los periódicos y encontré una empresa que pedía jóvenes sin experiencia que serían formados. No recuerdo cuánto pagaban ni el horario pero era patear las calles durante las mañanas, entrar en comercios y vender el producto.

¿Qué era? Rollos de papel para las máquinas registradoras donde se hacían las cuentas para cobrar a los clientes. Recuerdo que iba con una regla y algunas muestras de varios tipos de papel. Como había muchos modelos de esas grandes calculadoras, la regla me servía para medir el ancho. A partir de ahí, rellenaba un pedido y, en un par de días, el cliente tenía su paquete con las pequeñas bobinas. Hoy lo pienso y era muy sencillo pero, en aquel entonces, el joven que fui estaba lleno de miedos e inseguridades.

Lo que más recuerdo es la enorme cantidad de noes que recibía pero, el primer sí, fue pura incredulidad. ¡Me habían dicho que sí, que querían comprarme, hacerme un pedido! Para la mente de un vendedor no hay emoción más satisfactoria que esa vez inicial. No sé cómo lo tomarían en la empresa (supongo que como algo más del día a día) pero para mí fue una explosión de alegría. No sabría decir, a ciencia cierta, si eso empezó a generarme seguridad y confianza pero tengo claro que fue la génesis.

En aquellos tiempos se vendía sin tarjetas de visita, sin títulos, ni masters. Era confianza pura y dura. No había tanta sofisticación. ¿¡Qué era un ordenador o una tablet!? ¿¡Qué era un C.R.M.!? Sabías que tenías que vender y punto. A la calle, hiciera el tiempo que hiciera. Cuando los zapatos aprietan, las excusas no existen. Fue duro, ¡claro que lo fue! Pero el aprendizaje que ello me dejó aún me sigue acompañando. Cuando he sido vendedor en esta, mi gran tierra de adopción que es España, tenía los deberes hechos.

Después de pasar por pymes y multinacionales, llegó la oportunidad de gestionar equipos de ventas. Mi primera experiencia fue un máster presencial y avanzado. He tenido muy buenos directores comerciales (y de empresas) que me aconsejaron desde el corazón pero sin olvidar que aquí estamos para dar resultados. Con el tiempo apareció en mi vida una coach y psicóloga que nos puso una empresa a todos los jefe de ventas y, en un año de trabajo, transformó al profesional (y la persona) que hoy soy.

Estoy cumpliendo 12 años como freelance (gracias a dicha persona que me evolucionó de tal manera que confió en mí para este enorme reto) y no puedo más que agradecer a la vida por haberme dedicado a esta profesión que busco dignificar todos los días. Ahora como formador y consultor y, qué duda cabe, como vendedor de mis propios servicios. Este artículo es un recuerdo-confesión muy personal pero el periodista que también soy, y que llevo dentro, tiene estas cosas que encuentran la inspiración.

En esta era digital que vivimos las cosas son más sencillas, no nos engañemos. Podemos vender productos o servicios cada vez más sofisticados pero las “comodidades” para vender son infinitamente superiores a la de los ochentas por situarme en mis inicios. Vender no es fácil y no cualquiera vale para esto.

Los años, la paciencia, la resistencia, la buena educación, el buen hacer, la confianza y muchas otras aptitudes sumada a una actitud positiva es lo que trato de inculcar cuando formo a vendedores noveles o trabajo con profesionales experimentados y hay que refrescar conceptos. Y ahora, porque el rock and roll no para, te deseo ¡buenas ventas!

#AtenciónAlCliente #Ventas #Liderazgo #Reflexiones #CompetenciasLaborales #DesarrolloPersonal #HabilidadesDirectivas #Pymes #Empresas #Emprendedores #Formador #ConsultorComercial #Consultoría #InteligenciaEmocional #RRHH #SebasMorelliJaimez #HablamosDePersonas #CrecimientoProfesional #SaludMental #Coaching #Coach