Mil soles espléndidos

Hace un par de días terminé de leer el libro “Mi soles espléndidos” de Khaled Hosseini. Sin embargo no puedo olvidarlo, se convirtió en una obsesión durante la lectura y nunca imaginé que una historia tan cruda como agridulce me pudiera impactar tanto. Ya me lo habían recomendado hace varios años, pero supongo que no era el momento adecuado. Cuando empecé a leerlo, enseguida me atrapó la manera como el autor afgano describía tanto los momentos mágicos y bonitos, así como los dolorosos y tristes. Por norma, las escritoras son más dadas a detallar paisajes, escenas de amor o sentimientos, en detrimento de los escritores masculinos que van más al grano o apenas se detienen en expresar el amor entre los personajes. Sin embargo Hosseini describía aromas, colores, te hacía sentir que tú estabas allí con los protagonistas, sintiendo el lacerante azote de un latigazo, a los rincones de Kabul donde a pesar del caos, la guerra y el dolor, encontrabas una imagen, un detalle optimista que te hacía suspirar. Como mujer viví todavía más las injusticias que sufrieron y padecen las féminas en el país asiático, antes de la llegada de los soviéticos, en momentos de relativa paz y posteriormente con el fanatismo de los talibanes. En el libro te indignabas con situaciones donde imperaba el abuso de poder, el machismo más ultra, el desprecio hacia todo lo femenino, pero también la solidaridad, la esperanza, la resiliencia, la lucha…Todavía me sorprendía leer como a jovencitas de apenas 14, 15 años las casaban sin que pudieran oponerse, a menudo con hombres que podrían ser sus padres o abuelos. Una de las protagonistas es casada con un hombre  que la somete a maltrato. Hay una escena que me llenó de lágrimas y horror, cuando este individuo la obliga a masticar arena y piedrecitas, tan solo porque considera que el arroz que le había servido, no estaba bien cocido. Otra mujer joven sufre cada vez que su esposo la fuerza sexualmente, detalla el rechazo que siente por aquel hombre, el tacto repugnante que siente cada vez que entra en su habitación y abusa de ella. Sin embargo, esta misma joven toca el cielo cuando está con el amor de su vida, sin sentir ningún tipo de repulsión, todo lo contrario, cuando acaricia su piel y siente su pierna ortopédica o las heridas que la guerra le han provocado al muchacho. Hay muchas escenas que son dignas de mención, aunque sea solo por abrir los ojos a la gente por las injusticias que hace años se están cometiendo en ese país que tiene paisajes preciosos, montañas imponentes y bosques frondosos. Estos últimos días he buscado tanta información sobre Afganistán, que los algoritmos de internet me hicieron llegar la imagen de la célebre niña afgana que el fotógrafo Steve McCurry fotografió en 1985 y su cara apareció en la revista National Geographic. Se llamaba Sharbat Gula y tenía 12 años, vivía en un campo de refugiados en Pakistán, viviendo en condiciones pésimas. Años más tarde volverían a encontrarse y ya era una mujer de 30 años, madre de 3 hijas y casada con un hombre desde los 13 años. Ahora llevaba un burka y su rostro no podía ocultar la profunda tristeza, las penurias que había pasado desde niña. La última noticia es que le concedieron el asilo en Italia tras la entrada de los talibanes en su país en el año 2021. Hay otra mujer afgana que vive aquí, concretamente en Badalona. Se llama Nadia Ghulam y se hizo pasar por hombre, adoptando el rol de su hermano fallecido, para poder sobrevivir. Según cuenta, su madre le explicaba que antes de la guerra y los talibanes, las mujeres podían vestir minifalda, maquillarse, escuchar música o tener televisor. Esta chica es entrañable, pues no solamente habla perfectamente el español y catalán, sino que no deja de agradecer cada día que un matrimonio catalán la adoptara y pudiera recuperarse de sus heridas físicas pero también psicológicas. Realmente es admirable. Necesitamos más empatía, valorar todo lo que tenemos aquí, algo tan simple como la paz. Gracias por leerme.