Nada pesa tanto como el corazón cuando está cansado
La Inteligencia Emocional: tus emociones, mis emociones y el Coronavirus.
El agotamiento
Han sido más de 100 días en donde la mayoría hemos estado confinado en casa, trabajando, leyendo, conviviendo con la familia, preocupados, temerosos y esto ha originado un agotamiento emocional.
Este agotamiento emocional no nos ha llegado de un momento a otro. Ha sido un proceso que se ha ido incubando lentamente, hasta que podríamos llegar a un punto en que nos desplomemos (Burnout). Se puede producir un colapso en nuestra vida, porque literalmente ya no aguantamos más.
Más allá de lo que podamos pensar, este es un fenómeno psicológico muy frecuente, es un hecho muy común en muchos entornos laborales y más ahora, con esta pandemia que nos ha tomado por sorpresa.
Causas
A veces sentimos que entregamos todo de nosotros mismos, bien sea en el trabajo, en el hogar, en la pareja o en cualquier terreno; pero por lo general, esto ocurre en ámbitos en donde hay una gran exigencia, que, a su vez (aparentemente) demanda grandes sacrificios.
La fatiga emocional puede presentarse, por ejemplo en:
- Un trabajo en el que hay alto riesgo de despido,
- En un hogar cuyos miembros tienen problemas y demandan atención,
- Cuando tenemos una pareja conflictiva o con graves dificultades
Carecemos de tiempo para nosotros mismo y además sentimos que no recibimos el reconocimiento, el afecto o la consideración suficientes.
Síntomas
Antes de que aparezca el agotamiento emocional propiamente dicho, se presentan algunos indicios que lo anuncian. Se trata de señales a las que, por lo general, no se les da mucha importancia. Si se le otorgara, podrían tomarse medidas a tiempo.
Los síntomas iniciales del agotamiento emocional son:
- Cansancio físico. Sentimos fatiga con frecuencia. Desde que abrimos los ojos experimentamos como si fuera excesivamente arduo lo que nos espera en el día.
- Insomnio. Por contradictorio que parezca, una persona con agotamiento emocional tiene dificultades para dormir. Tiene problemas que le dan vueltas en la cabeza y hace que sea difícil conciliar el sueño.
- Irritabilidad. Hay molestia y pérdida del autocontrol, con cierta frecuencia. Se puede ver de mal humor y demasiado sensible a cualquier crítica o gesto de desaprobación.
- Falta de motivación. Quien sufre de agotamiento emocional comienza a actuar mecánicamente. Como si estuviera obligado a hacer lo que hace todo el tiempo. No siente entusiasmo, ni interés por sus actividades.
- Distanciamiento afectivo. Las emociones comienzan a ser cada vez más planas. Como si en realidad no sintiéramos prácticamente nada.
- Olvidos frecuentes. La saturación de información y/o de estímulos da lugar a fallas en la memoria. Se olvidan con facilidad las pequeñas cosas.
- Dificultades para pensar. La persona siente que se confunde con facilidad. Cada actividad le implica un mayor gasto de tiempo que antes. Se razona lentamente.
Desarrollar la Inteligencia Emocional nos ayudará a contrarrestar el agotamiento emocional y con ello disfrutar de una vida más plena.
Pero, ¿qué es la Inteligencia Emocional?
Es la capacidad de percibir, asimilar, comprender, gestionar y regular las propias emociones y la de los demás promoviendo un crecimiento emocional e intelectual, para poder discriminar y utilizar esta información para guiar nuestros pensamientos y acciones.
Antes de ahondar en cómo desarrollar la Inteligencia Emocional es conveniente identificar cuáles son las emociones primarias que tenemos todos los seres humanos.
A M A T E
Las emociones primarias son las emociones básicas, las que sentimos en el fondo y las que definen verdaderamente lo que sentimos.
Las emociones humanas pueden clasificarse como primarias, secundarias y terciarias.
Las emociones primarias son:
- Amor
El amor nace de un sentimiento de unidad profunda. El amor puede ser platónico, romántico, religioso o familiar. Hay algunos matices en relación con la vinculación al amor, la amistad, el altruismo y la filantropía.
Hay tres emociones secundarias: el afecto y el anhelo.
El afecto incluye las siguientes emociones terciarias: cariño, atracción, adoración, sentimentalismo y cuidado.
- Miedo
Esta emoción evita que nos extingamos. Cuando prevemos o nos encontramos inmersos ante un peligro, nos imaginamos cómo lo resolveremos, y si debemos evitarlo o huir. Es una señal de alarma (nuestra sirena interna) que nos avisa de que algo no está bien y que sucederá una fatalidad si no actuamos en consecuencia.
- Alegría
La alegría tiene tonalidades de placer, disfrute y satisfacción. Hay una sensación de bienestar, paz interior, amor y seguridad. Se da una existencia de ambos, el pensamiento y las actividades positivas.
La primera emoción secundaria es la «felicidad». Esta se compone de un grupo de emociones terciarias: diversión, éxtasis, euforia, dicha, placer, felicidad y júbilo.
- Tristeza
La tristeza está necesariamente relacionada con un sentimiento de pérdida y de desventaja. Si este sentimiento ahoga a la persona, puede conducir a un estado de depresión.
Su función principal es readaptarse a la pérdida, sea esta consecuencia de un fallecimiento, una decepción, una pérdida de un objeto valioso, etc. Es una emoción fundamental para que nuestro cerebro procese la ausencia de ese “algo” que ya no está, y evitarla supondrá una inadaptación que mantendrá ese sentimiento latente o a flor de piel.
- Enojo
El enojo está evocado por la injusticia, el conflicto, la humillación, la negligencia o la traición. Si el enojo está activo, los ataques individuales son verbales o físicos. Si el enojo es pasivo, la persona se enfada en silencio y se siente la tensión y la hostilidad. Si se conoce la fuente del dolor, se puede alterar la magnitud del enojo.
Estas 5 emociones primarias forman el acronimo AMATE (Amor, Miedo, Alegría, Tristeza y Enojo) que te ayudará a recordarlas en todos momento y tenerlas presente para desarrollar la autoconciencia de las mismas.
Ahora que ya tenemos a las emociones primarias, veamos los 3 componentes para desarrollar la Inteligencia Emocional
Autocontrol, el dominio de uno mismo
La preocupación para dominarse a sí mismo y controlar impulsos y pasiones parece ir a la par al desarrollo de la vida en comunidad, pues una emoción excesivamente intensa o que se prolongue más allá de lo prudente, pone en riesgo la propia estabilidad y puede traer consecuencias nefastas.
Contenerse, dominar los arrebatos emocionales y calmarse a uno mismo puede aprenderse y desarrollarse, especialmente en los años de la infancia en los que el cerebro está en perpetua adaptación. Para comprender mejor estas afirmaciones, veamos su aplicación en el caso del enojo y la tristeza.
El enojo es una emoción que se alimenta a sí misma en una especie de círculo cerrado, en el que la persona despliega un diálogo interno para justificar el hecho de querer descargar la cólera en contra de otro. Cuantas más vueltas les da a los motivos que han originado su enojo, mayores y mejores razones creerá tener para seguir enojado, alimentando con sus pensamientos la llama de su cólera. El enojo, pues, se construye sobre el propio enojo y su naturaleza altamente inflamable atrapa las estructuras cerebrales, anulando toda guía cognitiva y conduciendo a la persona a las respuestas más primitivas.
Combatirlo expresándolo abiertamente no funciona. Los experimentos han permitido concluir que el hecho de airear el enojo de poco o nada sirve para mitigarlo. Los arranques de ira incrementan y hacen que la persona se sienta todavía más irritada.
Siempre hay razones para estar enfadados, pero éstas rara vez son buenas. El problema está en saber discernir.
Hacer conciencia de los pensamientos que desencadenaron la primera descarga de enojo, pues muchas veces una pequeña información adicional sobre esa situación original puede restarle toda su fuerza al enfado.
Aléjate de los estímulos que pueden recordar las causas del enojo y cambia el foco de atención, pues se pone fin a la cadena de pensamientos irritantes, y se produce el enfriamiento. Mediante unas distracciones adecuadas en las que la mente tenga que prestar atención a algo nuevo, diferente y entretenido (como ver una película, leer un libro, realizar un poco de ejercicio o dar un paseo), es posible modificar el estado anímico y suavizar el enfado, pues es muy difícil que éste subsista cuando uno lo está pasando bien.
La tristeza desempeña las funciones necesarias para una recomposición emocional, como sucede con el duelo tras la pérdida de un ser querido. Pero cuando adquiere la naturaleza crónica de una depresión, puede erosionar la salud mental y física de una persona llevándola incluso a cometer un suicidio.
El entusiasmo, la aptitud maestra para la vida
El gusto por lo que se hace o el optimismo representan unos estímulos ideales para el éxito. De ahí que la inteligencia emocional constituya la aptitud maestra para la vida.
La ansiedad predice casi de forma inequívoca el fracaso en el desempeño de una tarea compleja. Te puede bloquear. La ansiedad y la preocupación, cuando no se cuenta con la habilidad emocional para dominarlas, conducen al fracaso.
Con el optimismo sucede algo parecido. Mientras que el optimista ubica la causa de sus fracasos en algo que puede cambiarse y que podrá combatir en el futuro, el pesimista se echa la culpa de estos fracasos, atribuyéndolos a alguna característica personal que no es posible modificar.
La empatía, ponerse en la piel de los demás
Algunas personas tienen más facilidad que otras para expresar con palabras sus propios sentimientos; los lleva incluso a considerar que carecen de sentimientos.
La palabra empatía proviene del griego empatheia, que significa “sentir dentro”, y denota la capacidad de percibir lo que los demás sienten, piensan o necesitan.
Esta capacidad de empatía afecta un espectro muy amplio de actividades, que van desde las ventas hasta la dirección de empresas, pasando por la política, las relaciones amorosas y la educación de los hijos.
La ausencia de empatía suele ser un rasgo distintivo de las personas que cometen los delitos más abominables: psicópatas y violadores, por ejemplo. La incapacidad de estos sujetos para percibir el sufrimiento de los demás les infunde el valor necesario para perpetrar sus delitos, que muchas veces justifican con mentiras inventadas por ellos mismos, como cuando un padre abusador asume que está dándole afecto a sus hijos o un violador sostiene que su víctima lo ha incitado al sexo por la forma en que iba vestida.
Las personas que tienen más desarrollada esta capacidad muestran un mayor rendimiento laboral que el de la media, aun cuando sus coeficientes intelectuales sean iguales o inferiores al de otros compañeros menos empáticos. Este dato parece sugerir que la empatía favorece el rendimiento o, tal vez, que las personas empáticas son más atractivas a los ojos de sus compañeros y superiores.
Inteligencia emocional para el trabajo
Una persona que carece de control sobre sus emociones podrá ser víctima de un arrebato emocional que le impida concentrarse, recordar, aprender y tomar decisiones con claridad.
El tiempo de los jefes competitivos y manipuladores, ha pasado a la historia. La nueva normalidad requiere otro tipo de jefes cuyo liderazgo radique en su habilidad para persuadir y encauzar la colaboración de todos hacia propósitos comunes.
En un estudio publicado en Harvard Business Review, un grupo de trabajadores “estrella” con el resto situado en la media: con respecto a una serie de indicadores, hallaron que, mientras que no había ninguna diferencia significativa en el coeficiente intelectual o talento académico, sí se observaban disparidades críticas en relación con las estrategias internas e interpersonales utilizadas por los trabajadores “estrella” en su trabajo. Uno de los mayores contrastes que encontraron entre los dos grupos venía dado por el tipo de relaciones que establecían con una red de personas clave.
Los trabajadores “estrella” de una organización suelen ser aquellos que han establecido sólidas conexiones en las redes sociales informales y, por lo tanto, cuentan con un enorme potencial para resolver problemas, pues saben a quién dirigirse y cómo obtener su apoyo en cada situación antes incluso de que las complicaciones se presenten, frente a aquellos otros que se ven abocados a ellas por no contar con el respaldo oportuno.
Por otra parte, y de forma más general, la eficacia, la satisfacción y la productividad de una empresa están condicionadas por el modo en que se habla de los problemas que se presentan. Aunque muchas veces se evite hacerlo o se haga de forma equivocada, el feedback constituye el nutriente esencial para potenciar la efectividad de los trabajadores. Al proporcionar feedback, hay que evitar siempre los ataques generalizados que van dirigidos al carácter de la persona. Para ofrecer un buen feedback, debes ser concreto, ofrecer soluciones y ser sensible al impacto de las palabras en el interlocutor.
Como ven, mantenernos abiertos en nuestras emociones nos permitirá entender y sentir las emociones de las personas que nos rodean, abrir el corazón y el alma, compartir lo mejor que tenemos en el interior, esas emociones que nos dominan en ocasiones y que nos pueden hacer pasar un buen rato o un completamente desastroso. Lo importante es conocerte para darte la oportunidad de conocer a los demás, eso solo es posible siendo sincero, abierto, empático y humilde. Nuevamente bienvenido a esta Nueva Normalidad que nos hará poner a flor de piel nuestras emociones… tu decides de que manera exponerlas.
Cuanto más abiertos estemos a nuestros propios sentimientos, mejor podremos leer los de los demás.
Daniel Goleman