Panorama del transporte público
El transporte público (TP) ha desplazado a otros temas de interés en las principales ciudades peruanas. Lo que se hace o se deja de hacer tiene un impacto significativo en el mercado laboral, las oportunidades educativas y el tiempo dedicado la familia. Sin obviar los accidentes de tránsito y la contaminación ocasionada.
Sólo en la ciudad de Lima, alrededor del 80% se moviliza en TP o colectivo, una de las más altas tasas de utilización del TP del mundo. El caso limeño está compuesto por un sistema formal acompañado de otro menos formal e incluso uno totalmente informal.
El sistema formal se denomina Sistema Integrado de Transporte y lo conforman los Corredores Complementarios, la Línea 1 del Metro[1] y el Metropolitano. Este sistema formal representa solo el 14.3% de los viajes realizados. El resto de los viajes están conformados por aquellos realizados en buses, combis y taxis, donde reside la informalidad.
Un estudio elaborado por la consultora Oliver Wyman y la Universidad de Berkeley, presenta un Índice de Movilidad Urbana en el 2023, con 65 ciudades analizadas incluidas varias del Asia y África, ubicando a Lima en el puesto 62, solo por encima de Manama (Baréin), Nairobi (Kenia) y Lagos (Nigeria). ¡Es la última de América Latina!
El Índice toma en cuenta la infraestructura, su impacto, la innovación, la eficiencia y lo atractivo del mercado. Destaca esfuerzos individuales como Bogotá, donde aspiran tener la mayor flota de autobuses eléctricos; Monterrey, con la ampliación de su metro y flota de buses de baja emisión; Río de Janeiro, donde se está incorporando la periferia en su cobertura.
El estudio evidencia el rezago de los sistemas de TP latinoamericanos a pesar de su consolidación, siendo el Subte de Buenos Aires uno de los más antiguos del mundo (1913) y el BRT (autobuses con vías segregadas como el Metropolitano) una iniciativa originada en Bogotá. La región no muestra progresos en tránsito, servicio al público y sostenibilidad.
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En Lima se aprecian los problemas de propiedad de los buses (el dueño de la ruta no es el mismo de los buses), la desregulación de los sistemas (DL 651 vigente por 12 años) y la poca integración con otros modos de movilidad, como la caminata o bicicleta. La ausencia de datos, poca investigación y baja inversión en innovación y tecnología es común en la región.
La gestión del TP en Lima se encuentra atrasada incluso en lo referido integración administrativa, no tiene programas de desincentivo del automóvil privado, y aún no inicia siquiera una discusión sobre la gestión de los estacionamientos. Fuera de Lima, solamente Arequipa y Trujillo realizan esfuerzos por contar con un sistema.
La clase política no esta involucrada. Los espacios donde formar funcionarios son limitados. La academia no desarrolla estudios significativos. Menos mal que solo es la principal preocupación de una ciudad de 11 millones de personas.
[1] Sin tomar en cuenta el pequeño tramo recientemente inaugurado de la Línea 2.