Pesimismo defensivo
Cada uno de nosotros adoptamos un estilo de afrontamiento diferente cuando nos vemos en la obligación de lidiar con situaciones complicadas. Para algunas personas pensar siempre lo peor, es una forma de protegerse de posibles decepciones.

Pesimismo defensivo

El pesimismo defensivo es la acción de anteponerse a una situación, imaginando el peor escenario posible con el fin de protegerse. Las personas que emplean esta estrategia lo hacen para prepararse para eventos, actuaciones o situaciones que les provocan miedo o ansiedad.

Imaginemos que nos preparamos para una entrevista de trabajo, pero creemos que no somos lo suficientemente buenos para ser contratados y, al informarnos que no hemos sido seleccionamos, reaccionamos diciendo: "¡Justo lo que esperaba!".

El pesimismo defensivo se usa como una barrera de protección. Las personas que practican el pesimismo defensivo en sus vidas se anticipan y predisponen a aceptar los resultados negativos para así sentir menos dolor llegado el caso.

Es un tipo de estrategia cognitiva definida por Julie Norem y Nancy Cantor a mediados de la década de los '80 en su libro El poder positivo del pensamiento negativo, quienes defiende el pesimismo defensivo como una estrategia de consecución de logros igual de valida que el optimismo. 

La actitud que sostiene el pesimismo defensivo es que esperando lo peor, la persona se ahorra la tristeza de ver resultados negativos habiendo esperado otros positivos.

Aunque puede pensarse que el pesimismo defensivo ahorra a las personas llevarse una decepción, angustia o desilusión, lejos de ser un mecanismo protector, puede llegar a causar bastante daño.

Quienes se dejan arrastrar por él, frecuentemente experimentan:

  • Temor al fracaso.
  • Dudas sobre sus propias capacidades y habilidades para conseguir resultados favorables.
  • Ansiedad
  • Se focalizan en exceso en las dificultades y obvian otras partes de la realidad.

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El intentar "protegernos" de un posible fracaso puede llevar a que no enfrentemos los problemas, abandonemos objetivos y tareas por miedo a fallar. Las personas que practican el pesimismo defensivo se centran en los contratiempos, en los puntos débiles y en todo aquello que conducirá a una situación no deseada. Están totalmente pendientes de «prepararse» para lo malo.

Cuando una persona recurre con frecuencia al pesimismo defensivo no está en la acción, se queda paralizado en el pensamiento. Acostumbran a ser personas autoexigentes, perfeccionistas y altamente estructuradas y metódicas. Les cuesta tolerar la incertidumbre, y por ello buscan responder de manera anticipada a las posibles dificultades. Todo ello, como podemos imaginar, lleva a una sensación de inseguridad que puede llegar a ser bastante limitante.

Aunque todos hemos hecho uso del pesimismo defensivo en mayor o menor medida en algún momento de nuestras vidas, el punto de inflexión está en que se trate de algo recurrente, podemos haber caído en ello de manera puntual, pero el pesimismo defensivo como estilo personal está más íntimamente relacionado con una manera de ver la vida y de enfrentarse a las dificultades.

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