Privilegio
PERSONA. – ¿De dónde es?
Yo. – ¿Quién?
PERSONA. – El niño.
Yo. - De Madrid.
PERSONA. – ¿Sí? ¿Nació en Madrid?
YO. – Sí.
PERSONA. – Y, ¿de dónde es de origen?
YO. - De Madrid.
PERSONA. – Me refiero a sus ancestros. Tengo un nieto como él. Y es de república dominicana. Por eso preguntaba.
YO. - Muy bien.
YO. - Qué mal me ha sentado lo que me ha dicho la señora.
MI HIJO. - ¿Por qué?
YO. - Porque sí. Porque no tiene que preguntar nada. Esa señora no nos conoce y no le tiene que importar nuestra vida. Me sienta muy mal.
MI HIJO. - No pasa nada mamá. A mí no me importa.
Esta conversación la tuve hace poco menos de un año en una tienda donde fui a comprar un regalo. La señora que estaba atendiéndome y cobrando es “la persona”.
La persona que me preguntó delante de mi hijo. Como si él, un niño de 10 años no estuviera delante. Como si fuera sordo.
Mi hijo es adoptado.
No es blanco. No se parece físicamente a mí. Pero, es mi hijo. Se parece a sus hermanos en todo. Habla como ellos, tiene los mismos gestos, las mismas expresiones. A mí se me olvida que no estuvo en mi vientre como sus hermanos. Esa es la única diferencia. No hay más.
Sin embargo, esta anécdota lleva pasando toda la vida. Que las personas asuman que, por tener un hijo diferente, pueden preguntarme lo que les dé la gana. Así, en toda la cara. Te pueden preguntar lo que les surja. Sin filtros mentales de ningún tipo.
Cuánto tardasteis en adoptarle, dinero, trámites... Y, por supuesto, para terminar con alguna frase como: Tiene mucha suerte.
Mi respuesta siempre es la misma. Sonrío, y, dependiendo de la confianza y del día que lleve, contesto:
“Suerte, la nuestra. Nos tocó la lotería de la vida con él”.
Él ha pasado y pasa, por su color de piel, por situaciones que claramente le hacen sentir distinto. Diferente de su entorno, toda tu vida.
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Imagina vivir en un barrio de personas negras y ser tú el único blanco.
Que las personas en el supermercado se paren y te toquen el pelo. Porque es “super chulo”. Por cierto, sin pedir, permiso.
Que en tu colegio todos tus amigos sean negros, sus padres y sus hermanos también. Tú no. Tú eres blanco.
Que tus abuelos sean negros, que tus primos también. Tú no.
Que el cuidado de tu piel, de tu pelo y tu constitución sea absolutamente diferente a la de tus hermanos.
Que, en las conversaciones en las que se habla de dar a luz, de partos, de a quién se parece tal y cuál, cuando llega tu turno, haya silencio.
Y, aun así, lo llevas bien. Porque desde pequeño has sido el distinto. El especial.
Lo que no puede ser es que cuando surja algún problema, que cuando se cuente, que te puedes sentir desplazado, alguien comente: “Hombre, tiene que acostumbrarse…”
¿En serio? Gracias por el consejo.
Lleva toda su vida haciéndolo. Acostumbrarse a ser el diferente. En silencio. Y sin llamar la atención. Intentando pasar desapercibido.
Y yo me pregunto:
¿Qué haces tú por incluir a personas diferentes? ¿Qué gestos haces para aceptarles en tu vida? O, al menos, para no hacerles sentir de menos cuando estás con ellos.
Hace poco vi una camiseta con la frase: Privilegio es cuando piensas que algo no es un problema porque no te afecta personalmente.
Yo soy una privilegiada.
No tengo que preocuparme de lo que opinen de mí porque soy una persona blanca, con estudios superiores, nacida mujer y vivo en un entorno similar al mío. Casi todas las personas con las que me relaciono son como yo.
He podido elegir donde estudiar, vivir, trabajar. Libremente. Sin miedo, sin condicionantes de ningún tipo por mi color de piel.
Mi hijo no. Probablemente, pase por situaciones en las que las personas duden de si es de fiar o no. De sí le van a discriminar por su color de piel o no. De sí le van a insultar en un partido de baloncesto. De referirse a él siempre como el negro.
En casa estamos haciéndole fuerte. Reforzando su imagen. Su autoestima.
Lo que piensen o digan los demás no es importante, que lo vital es lo que él sienta de sí mismo.
Es una persona maravillosa. Responsable, cariñoso, exigente, cuidadoso, inteligente… Querido y admirado por todos.
Está creciendo en un entorno seguro. Haciéndole fuerte, resiliente.
Y a ti, solo te pido que seas consciente de lo privilegiado que eres.
Porque lo eres. Como yo.
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2 añosBueno… a lo mejor “privilegiado” puede tener alguna otra acepción (ahora lo miro), porque yo me siento una privilegiada por conocerte y compartir momentos contigo. Qué bonito todo 😍