¿SUMAMOS O DIVIDIMOS?

¿SUMAMOS O DIVIDIMOS?

Siempre he defendido la libertad de opinión como filosofía y la crítica como motor de cambio.

Hoy defiendo el silencio como derecho y como acción para frenar la violencia.

Siempre he creído que desde la publicidad se pueden crear mensajes que trasciendan la venta y le he reclamado a las marcas y a mis colegas asumir una postura que ayude a construir mejores sociedades.

Pero hoy invito a la prudencia a la hora de publicar información que siga dividiéndonos y alimentando el odio entre partidos, entre clases sociales, entre generaciones, entre géneros, entre gremios, entre comunidades, entre celebridades, al final, entre colombianos.

El estudiante, el indígena, el empresario, el transportador, el comerciante, el médico, el periodista, el soldado, el campesino, el deportista, el policía, el artista, el profesor, el de izquierda y el de derecha… todos somos colombianos.

Paremos de culparnos unos a otros. No es prudente decir que nos están matando, cuando es más preciso decir: Nos estamos matando –y llevamos cincuenta años en ello–. Lucas Villa y el Capitán Solano son otras víctimas inocentes de un enfrentamiento absurdo que es muy peligroso seguir alimentando desde los medios de comunicación y las redes sociales.

Paremos de pensar en singular, pensemos en plural; no solo en el bienestar del país y toda su gente, sino también del planeta y todas sus especies.

Respeto la opinión de pensadores como Adolfo Zableh, pero rechazo el llamado que hace en su columna en El Tiempo a romperlo todo.

No dejemos que otros manipulen nuestra mente jugando con nuestras necesidades y deseos.

La violencia siempre será el argumento de quien se ha quedado sin ellos. 

De lo que aquí pase todos seremos víctimas y todos, responsables.

Es preciso que entendamos que Colombia no es Suiza, y no lo será de un momento para otro, pero cuidado: en un abrir y cerrar de ojos, sí podríamos estar en la misma situación de Venezuela o Afganistán. No hay otra Colombia, no la destruyamos.

No sirve encender los ánimos desde Miami, ni legislar desde la comodidad de una finquita en Mesa de Yeguas.

Mientras los que representan al pueblo no se unten de pueblo, difícilmente entenderán sus necesidades.

Tienen mucho huevo los que proponen una reforma tributaria sin saber cuánto cuestan los huevos.

Pero también tienen huevo los que exigen una reforma cuyo pliego de peticiones vale cinco veces la reforma que tumbaron.

Vale huevo el mobiliario urbano en comparación con el costo de los efectos económicos que trae la paralización:

Las pequeñas empresas que quebrarán y los trabajadores que perderán su empleo, los campesinos que perderán sus cosechas con los bloqueos y los ciudadanos que pagarán el sobrecosto del desabastecimiento.

Los turistas que dejarán de venir y los inversionistas se irán con su dinero a otro país.

Al final los que seguiremos arrastrando ese estigma de raza violenta que por años hemos intentado borrar de la memoria del mundo.

Culpar solamente a Duque de este descontento no es justo. Debería ser también de Santos, Uribe, Pastrana, Samper, Gaviria, Barco y todos los que estuvieron antes de ellos.

Es culpa de Hidroituango, de Odebrecht, de Reficar, de Interbolsa, del carrusel de la contratación y del cartel de la toga, de la mermelada y del proceso 8.000... es culpa de la desconfianza general en toda la clase política y en el sistema de justicia.

Pero es culpa también de la oposición, de la guerrilla, del narcotráfico, del paramilitarismo y también de Petro que parece mas hábil polarizando que proponiendo soluciones.

No protestamos cuando permitimos pasar de un IVA del 8% al 19, no protestamos cuando nos impusieron la ley 100 o el 4 X 1000, ni cuando aprobaron la reforma pensional...

Ahora pretendemos encontrar respuestas para todo esto y más en cuestión de horas, en medio de una pandemia y de una guerra civil en estado de gestación.

Todos nos creemos con habilidades para gobernar, pero nadie sabe lo jodido que puede ser conducir este barco-circo.

Marchemos, sí, pero aprendamos a hacerlo sin violencia, incluso, sin cánticos, ni consignas ofensivas.

¿Contra qué protestan los genios que aprovechan para llevarse los televisores inteligentes de los almacenes? ¿Cuáles intereses defienden los miembros de la fuerza pública que le disparan al pueblo al que juraron defender?

¿Por qué creer que lo que huela a primer mundo no es para nosotros?

¿Será por eso que lo nuevo, lo ordenado y lo limpio nos parece más caro aunque en realidad sea más barato?

Quedarse en la crítica amigos, esta vez, no sólo es el camino fácil, sino el más peligroso.

Construir un puente puede tomar años, destruirlo un segundo.

En otros lugares dos mentes brillantes crean ideas superiores a las que crearían individualmente, aquí, se neutralizan intentando dominarse mutuamente.

La ecuación es simple: Se suma con propuestas, se divide con críticas e insultos.

Seamos ahora sí creativos amigos publicistas, olvidémonos de las falsas campañas para impresionar jurados de festivales. Son, justamente, las ideas las que una vez más podrán salvarnos.

Para empezar, aquí van las mías:

Antes de escribir cualquier reforma, sería necesario aprobar la ley anticorrupción que dé cárcel a quienes desfalquen los recursos provenientes del recaudo.

Sin esto en el prólogo de cualquier documento oficial, nunca habrá confianza en que los impuestos tendrán el fin prometido.

Y paralela a esa ley, otra: cárcel también a los ciudadanos que atenten contra los bienes públicos.

Dos: Como muestra de buena fe, el ahorro debería empezar por el gobierno. Estaría muy bien eliminar cargos innecesarios y también bajar salarios de congresistas.

Mientras quienes representan al pueblo, ganen 30 veces mas que el pueblo –aún sin asistir al trabajo– sencillamente no van a entender las necesidades de quienes les han elegido.

Sería necesario que quienes exigen un cambio, al menos hagan uso de su derecho a votar. Mientras los gobernantes sigan siendo elegidos por las maquinarias políticas y un pequeño grupo que no representa al promedio, nada va a cambiar.

Habrá quienes critiquen mis palabras, y eso estará bien.

Habrá quienes juzguen mi llamado al silencio como cobardía, complicidad, indolencia o conformismo, y eso también estará bien.

Mientras nos quedemos exigiendo a los demás lo que nosotros mismos no somos capaces de dar, nada va a cambiar.

Mientras pretendamos cambiar el mundo, sin antes cambiar nosotros mismos, nada va a cambiar.

Mientras institucionalicemos la violencia como el único vehículo para pedir lo que queremos, nada va a cambiar.

Mientras no aprendamos a construir sobre las diferencias y sigamos luchando por poner nuestro criterio sobre el de los demás, nada va a cambiar.

Entonces, ¿Sumamos o seguimos dividiendo?

Maria Claudia Vera Rodríguez

Fidelización | CX - Customer Experience | Retención | Gerencia de proyectos | Marketing

3 años

Me encantó! Gracias por esas palabras, lo comparto

Mauricio Sarmiento

Chief Creative Officer / Sancho BBDO

3 años

👌

Martha Monk

Creativa | Copy | Storytelling | Creativa en Anomaly Londres

3 años

Tremendo!! Sabias palabras ✨🙌🏻

Cómo siempre muy lúcidos, sus comentarios don Freddy.

Javier Diaz

Fundador en MERCADOZEN.CO

3 años

Apoyo completamente su pensamiento. Le estamos pidiendo a las marcas, a los artistas, a los deportistas, que hablen... pero solo si dicen lo que queremos oír, lo que esté de acuerdo con nuestras posiciones, y si no lo están, los atacamos, y seguimos encontrando más puntos que nos dividen, y menos los que nos unen. Caímos en el juego.

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