Terrorismo: los delitos por su nombre

Terrorismo: los delitos por su nombre

Uno de los grandes errores de la derecha nacional y del Estado peruano –especialmente la Policía Nacional, congresistas, ministros e incluso el aparato judicial– cuando quieren defender el sistema democrático es confundir terrorismo con militancia en Sendero Luminoso. El llamado “terruqueo” nace en gran medida de esa equivocación.

El Partido Comunista del Perú por el Sendero Luminoso de José Carlos Mariátegui fue durante una década un simple islote político más en el archipiélago del comunismo local, pero se volvió terrorista el día en que lanzó su primer ataque, en mayo de 1980. A partir de entonces, militar en Sendero pasó a implicar ser terrorista, pues, aunque una persona nunca pusiera una bomba, el aparato político y militar funcionaba con la finalidad de generar esos actos de terror, y cada militante, aún de los organismos generados –de fachada– colaboraba con ese propósito.

Sin embargo, eso no obligaba a que, para ser terrorista, se tuviese necesariamente que militar en Sendero Luminoso. De hecho, existían otros grupos terroristas, como el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru, cuyo objetivo era también amedrentar a población a través de distintos actos violentos con el fin de presionar al Estado a claudicar y obedecer. Se distinguía de Sendero no solo ideológicamente –su línea provenía de la vieja guerrilla de los 60, APRA Rebelde incluida y sectores sindicales radicalizados– sino también metodológicamente: preferían los secuestros.

Algunos confunden a los grupos terroristas con los grupos paramilitares, como fueron Rodrigo Franco o el grupo Colina, pero conceptualmente no son lo mismo. No obstante, la mayoría de grupos de este tipo suele devenir en terroristas cuando sus acciones no se limitan a arrogarse ilegalmente la defensa del Estado, la seguridad ciudadana o el combate del delito, sino que en esa pretensión terminan incurriendo en acciones de terror contra población.

Pero el acto terrorista es en esencia individual y puede cometerlo cualquier individuo en nombre de un objetivo político, con la pretensión de imponerlo. Eso es lo que distingue al acto terrorista del mero vandalismo, que no tiene objetivo político sino solo la satisfacción del deseo insano de destruir por destruir. Y en ese sentido, el terrorismo puede igual ser de izquierda que de derecha o incluso de centro, no importa la procedencia: si es violencia con objetivo político, es terrorismo.

La historia está llena de actos terroristas cometidos por simples individuos en nombre de sus ideologías. A principios del siglo XX se produjeron famosos atentados terroristas en el mundo cometidos por anarquistas, sin que eso implicase planificación de un grupo político detrás. Ese es precisamente el sentido que recoge Decreto Ley N° 25475, conocido como “Ley Antiterrorismo”, expedido por el gobierno fujimorista a principios de los 90 y que sigue vigente, como ratificó el Tribunal Constitucional en su sentencia de enero de 2003, pues no ha sido derogada ni reemplazada por otra norma hasta el momento. Es muy clara en su tipificación del delito.

“Artículo 2.- Descripción típica del delito.
El que provoca, crea o mantiene un estado de zozobra, alarma o temor en la población o en un sector de ella, realiza actos contra la vida, el cuerpo, la salud, la libertad y seguridad personales o contra el patrimonio, contra la seguridad de los edificios públicos, vías o medios de comunicación o de transporte de cualquier índole, torres de energía o transmisión, instalaciones motrices o cualquier otro bien o servicio, empleando armamentos, materias o artefactos explosivos o cualquier otro medio capaz de causar estragos o grave perturbación de la tranquilidad pública o afectar las relaciones internacionales o la seguridad de la sociedad y del Estado, será reprimido con pena privativa de libertad no menor de veinte años”.

Es cierto: tanto Sendero Luminoso como el MRTA de los años 80 fueron derrotados militarmente en los años 90. Sin embargo, eso no impidió que quedasen remanentes militares, sobre todo en el VRAEM, pero también en prisión y en la clandestinidad en otros lugares. Además de haber procreado hijos y nietos ideológicos, encargados de aplicar la nueva estrategia política senderista de difundir el negacionismo.

El negacionismo senderista y emerretista consiste no en la apología abierta, que eso sería ingenuo y tendría poca aceptación, sino en la sistemática difusión de una narrativa que minimiza, relativiza o suaviza los crímenes terroristas cometidos por Sendero Luminoso y el MRTA históricos. Crímenes y criminales a los que se idealiza, pintando a estos últimos como heroicos, como “luchadores sociales”, y homologando sus delitos con los crímenes cometidos por fuerzas del orden en el cumplimiento de su deber.

Esta narrativa, de muy amplia difusión en los circuitos académicos, universitarios, culturales y mediáticos, ha debilitado la condena moral de la sociedad peruana hacia la violencia terrorista en cualquiera de sus expresiones, o la ha circunscrito a ámbitos muy estrechos –como, por ejemplo, reducirla a las acciones del narcoterrorismo en el VRAEM o cualquier reincidencia de los militantes senderistas del pasado–, en lugar de ser una condena moral amplia, sin reservas ni excepciones. De ahí que se hable tan ligeramente de “terruqueo”.

De ahí también que se consideren meros actos “vandálicos” cometidos por “infiltrados” los que hemos visto en las jornadas violentas de los últimos meses y, en general, los de los últimos años, tanto desde la derecha como desde la izquierda. Porque, insisto, el terrorismo no tiene bandera exclusiva. Y, por tanto, deben condenarse por igual los actos terroristas cualquiera sea su procedencia.

El “terruqueo” nace de esta imprecisión en la calificación de lo que es terrorismo y lo que no. Sí: pertenecer a Sendero Luminoso histórico convierte de hecho a una persona en terrorista (podríamos hablar quizás aquí específicamente de “terrorismo organizado”, tal como se habla de “crimen organizado”), pero no se olvide que este Sendero ya está en extinción y que de ninguna manera eso significa que ya no existe la posibilidad de nuevos brotes terroristas derivados de este grupo, del MRTA o de cualquier otra tendencia política, grupal o individualmente.

Sendero puede estar muriendo; el terrorismo no.

La pertenencia a fachadas políticas como el Movadef, por ejemplo, no convierte a una persona en terrorista directamente, aunque por lo general las nuevas generaciones que se involucran en este organismo generado incurren en el delito de apología del terrorismo mediante el negacionismo o la exaltación de las acciones criminales y de los personajes históricos de Sendero Luminoso o el MRTA. Ojalá nunca pasen o no hayan pasado ya a las acciones de terror.

Porque si una persona, milite o no en Sendero, Movadef o cualquier otra agrupación, comete alguno de los actos descritos en la ley antiterrorista, como hemos visto en las últimas semanas y meses, es terrorista. Y con esa precisión no se “terruquea” a nadie. Eso es lo que Estado debe identificar; no dedicar tiempo y dinero en tontas cacerías de brujas que lo exponen al ridículo otra vez.

Como ciudadanos, nos toca recuperar la consciencia cívica sobre la naturaleza condenable de todo acto de violencia, política o criminal, venga de quien venga, de manera individual o colectiva. Necesitamos condenar sin dudas ni excepciones todo acto de terror, y no romantizarlo o excusarlo.

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