No tiene que controlarlo todo, solo el pensamiento
A propósito de la nueva normalidad, esta sorpresiva avalancha del COVID-19 nos llena de impotencia, nos recuerda que ninguna persona o empresa contemplaba en sus planes personales o de negocios una crisis de esta envergadura; muestra indiscutible de que no tenemos el control de todo y de que como seres humanos la gran mayoría de las veces somos reactivos ante un ambiente hostil y cambiante.
No tenemos el control de lo que sucede a nuestro alrededor, es cierto, pero lo que sí podemos controlar son nuestras propias reacciones, nuestras emociones y nuestros pensamientos, siempre y cuando estemos dispuestos a entrar en un tema eludido por muchos que es el autoconocimiento.
David: ¡No es cierto! No podemos controlar las emociones. Ellas solo emergen. ¿No te parece?
Marta: Claro, emergen y las dejamos ser libremente. Pero... ¿qué tal si las observamos y las aceptamos?
David: ¡Igual estarían ahí inmutables! Por ejemplo la emoción “enojo”.
Marta: ¿Y si te propongo que ante la emoción “enojo” cambies tu pensamiento? Es decir, que cambies ese pensamiento por otro que no te produzca enojo.
David: Estaría entonces cambiando solo el pensamiento, no la emoción.
Marta: Pues esa es la respuesta, cambiando el pensamiento podemos cambiar la emoción.
Pues es así, como lo decía nuestra querida Louise Hay: “... es solo un pensamiento, y un pensamiento puede ser cambiado”. Cambiando lo que pensamos, cuándo lo pensamos y cómo lo pensamos estaremos dominando el arte de controlar las emociones.
Hay cosas que no podemos cambiar, pero también hay muchas cosas que sí podemos cambiar. Podemos hacer el esfuerzo por dejar una huella positiva, un aporte que permita el crecimiento propio y el de los demás. Cuando elegimos compartir lo bueno y dejar de quejarnos por lo malo, ya estamos haciendo un cambio en nuestro pensamiento, y más aún, estamos dejando una huella en el pensamiento de otra persona.
El pensamiento se contagia, haga la prueba, primero piense en un acontecimiento positivo en su vida, luego haga el ejercicio de compartirlo con alguien en algún momento en el que esa persona quiera “encajarle” un pensamiento pesimista, y verá cómo su aporte logra contagiarle y enviar un pequeño aire de optimismo a esa otra persona.
Los pensamientos y aseveraciones positivas obligan al interlocutor a sacar desde los rincones de su mente aquellos pensamientos parecidos, logrando una cadena de pensamientos, que pueden tener connotación positiva o negativa, pero que queda a nuestra propia decisión elegir “de qué sabor queremos el helado”.
El pensamiento tiene la característica de acompañarnos en todo momento, es lo más cercano a nosotros y también lo que más debemos cuidar. Es nuestra responsabilidad estar vigilantes y alertas ante los más mínimos pensamientos o el más mínimo asomo de pesimismo. El pensamento tiene la ventaja de suceder aquí y ahora, por lo tanto podemos vigilarlo ya mismo, cambiarlo a nuestro antojo.
Cambiar el pensamiento no es algo complicado, pero no se nos hace sencillo al principio. Lo primero es observarlo de forma objetiva, como quien observa un evento, una película, una noticia. Una vez que lo detectamos y hacemos conciente su presencia, es cuando podemos tomar el control y decidir el rumbo de ese pensamiento.
Procuremos que cada pensamiento tenga un propósito, una razón de ser, y no solamente algo que nos sucede en contra de nuestra voluntad.
Las fortalezas y debilidades se amplifican en tiempos de crisis e incertidumbre, así que si logramos aprender a pensar y a manipular nuestro pensamiento hoy, es muy probable que tengamos aún más éxito en tiempos menos inciertos.
Vera Sánchez A. Consultora de Negocios y de RRHH