Trabajando para ser un buen jefe (consultas asesorías losanclav@gmail.com)
Ser jefe no es tarea fácil. Según Geoffrey James, autor del libro “Business to business selling“, ser un buen jefe se puede resumir en ocho actitudes que los líderes deben asumir para lograr cultivar confianza y credibilidad con su gente.
1. Una empresa es un ecosistema, no un campo de batalla.
El promedio de los jefes asume su equipo de trabajo como un ejército de personas que enfrenta a una guerra. Sin embargo, los gerentes excelentes van más allá del conflicto y no se limitan a ver a la competencia como el “enemigo”, ni ven a los clientes como un “territorio” por conquistar.
Los buenos jefes ven los negocios como el resultado de la integración positiva entre las diversas compañías de su sector, de forma que varias de esas empresa pueden sobrevivir al mismo tiempo y se necesitan entre si.
Con esta visión, los líderes más exitosos crean equipos capaces de adaptarse rápidamente a los cambios del mercado. Y si el bien del ecosistema lo requiere, también están dispuestos a asociarse con otras empresas si fuese necesario, sin que importe que sean competidores.
2. Una empresa es una comunidad, no una máquina.
Muchos jefes consideran que su empresa es una máquina repleta de engranajes, encarnados por los empleados. En consecuencia, crean estructuras rígidas y burocráticas, con normas poco flexibles.
Pero los jefes de éxito ven a su empresa como una afortunada colección de esperanzas y sueños individuales, que ellos logran conectar por metas comunes. Y el logro de esas metas beneficia a los empleados como individuos y como equipo.
Ellos inspiran y motivan a sus colaboradores para que se apliquen y se dediquen al éxito propio y al de sus compañeros. Es la manera más estratégica de trabajar por la buena marcha de la comunidad que conforma la empresa.
3. Dirigir es servir, no controlar.
El promedio de los jefes tiene la tendencia a pensar que toda iniciativa propia esconde cierto aire de “insubordinación”. Por tal motivo, a veces crean entornos laborales en los que se sofocan la proactividad de los empleados y se impone “la autoridad”.
Otros jefes solamente quieren que los empleados se limiten a cumplir órdenes. En tal sentido, establecen “sistemas de miedo”, en los que cualquier idea debe ser aprobada previamente por el jefe.
El jefe extraordinario es el que marca un camino, una visión de futuro, y se compromete a proveer los recursos que se equipo necesite para realizar el trabajo.
De esta manera, a la hora de tomar decisiones, promueve la participación para que los equipos tomen acciones dirigidas al logro de las metas, lo cual genera más identidad y compromiso.
4. Los empleados son colegas, no hijos.
No es tan poco común que algunos jefes vean a los empleados como personas inferiores o inmaduras, en quienes simplemente no se puede confiar si no son supervisados por un sistema de gestión patriarcal.
Por el contrario,el buen jefe trata a cada empleado como un colega, de igual a igual, como si fuera la persona más importante de la empresa. De esta manera cultiva en esa persona el sentido de pertenencia y la responsabilidad hacia los proyectos. Así los empleados aprenden a hacerse dueños de su destino.
5. La motivación nace de la visión, no del miedo.
Muchos jefes también tienen la tendencia a transmitir miedo a sus empleados, a través de amenazas de ridículización pública, pérdida de privilegios o hasta el despido.
Con tales riesgos, los empleados terminan sintiendo miedo de tomar decisiones o iniciativas. y así se reciente la innovación y el mejoramiento continuo.
Por el contrario, los buenos jefes motivan a su gente potenciando su capacidad para ver un futuro mejor, haciéndoles sentir que serán parte de él.
Con este enfoque se logra que los empleados se esfuercen más, porque creen en los objetivos de la organización, disfrutan de lo que están haciendo y saben que van a compartir las recompensas.
6. El cambio significa avance, no sufrimiento.
Lo habitual en muchas empresas es ver el cambio como una complicación o una amenaza. Por lo tanto, se trata de algo que se evita a toda costa, especialmente si los jefes sienten que se trata de cambios que afectan sus privilegios.
Sin embargo, como el cambio es lo constante en los negocios, los buenos jefes lo asumen con naturalidad y promueven que el equipo se mantenga entrenándose en función de fluir con los cambios.
No se trata de valorar el cambio en sí mismo, sino la forma en la que la organización y los empleados se preparan y lo asumen.
7. La tecnología mejora la empresa, pero no la insensibiliza.
Desde hace años, la tecnología ha servido para que las empresas realicen ciertos procesos de manera más eficiente y productiva. Sin dudas, que sus aportes han sido sustanciales, pero en muchos casos los sistemas centralizados informáticos han generado deshumanización de la gerencia y el antagonismo entre empleados.
Por su parte, los buenos jefes saben que las posibilidades de las nuevas tecnologías van mucho más allá. Saben que los avances tecnológicos, al tiempo que permiten llevar orden y hacer mejores pronósticos, también deben servir para fomentar la innovación y mejorar las relaciones entre los empleados y sus jefes.
8. El trabajo debe ser divertido, no una mera labor.
Históricamente, el trabajo se ha asociado a sacrificio y castigo. Por lo tanto, la mayoría de la gente no lo asume como fuente de entretenimiento (a menos que ese, específicamente, sea el negocio).
La mayoría de jefes asumen el trabajo como un mal necesario para unos beneficios económicos. En consecuencia, inconcientemente, actúan con resentimiento y tienden a definirse como opresores.
Sin embargo, después de entrevistar a muchos gerentes y empresarios exitosos, Geoffrey James concluye que el trabajo puede y debe ser divertido, algo lúdico. De hecho, cuanto más lo sea, mayor será la productividad.