Un salón de belleza para morir


Salón de belleza(1994) forma parte de una tradición literaria que se empeña en ajustar cuentas con la Historia, pero de una manera no declarada. Su autor, Mario Bellatín, nos cuenta la historia en primera persona de un estilista que atiende un salón de belleza, devenido en los últimos tiempos en Moridero. La primera incongruencia que salta a la vista es esta palabra, asociada por lo general a un matadero, pero cuya inclinación semántica va más al hecho de que es un lugar al que las personas van para morir por voluntad propia, y no para ser asesinados. Me explico. En primer lugar, el local tiene una fachada que permite esconder su verdadera condición de Moridero: mantiene los implementos del salón de belleza que fue en algún momento, y cuyo sentido principal era intentar rejuvenecer a las clientas que lo frecuentaban, o sea, que su labor era constructiva; el narrador personaje da fe de ello. El otro elemento en relación con el lugar que llama la atención es que quienes atendían el negocio eran hombres travestidos, en un momento de su vida en el cual aún disfrutaban de la juventud. La transformación del salón de belleza en Moridero se da a la par de la crisis de la vejez, una crisis se puede decir que menopáusica, acompañada por un deterioro de la salud . De salón de belleza a moridero, los clientes que en un primer momento eran mujeres en busca de la perfección física, ahora son hombres más o menos jóvenes, pero aquejados por una enfermedad que los degrada y los lleva a la muerte sin oportunidades de aferrarse la vida. Una aclaración, el nombre de la enfermedad no se declara en el libro, pero se puede deducir por los síntomas y por el hecho de que estos hombres son marginados por sus familias y por los hospitales que no desean acogerlos y que temen un contagio incontrolable, por lo que este Moridero que en un primer momento parece un centro de suicidio colectivo, es en realidad un reservorio para que los hombres marginados vayan a morir en paz. Esta es una de las ventajas que posee la novela: aunque se sabe el fenómeno que trata, que por demás en el momento en que se publica la novela estaba más cercano a su momento de aparición, no insiste en ningún momento en el discurso oficial sobre el tema, sino que lo ve como una especie de transición entre la vida y la muerte, y a esta última como una salvación en el caso de que los efectos de la enfermedad se vuelvan irreversibles. La novela termina cuando el propio protagonista se ve aquejado por el mismo mal y se ve obligado a detener el negocio.

Dentro del texto se inserta una historia paralela, que parece no tener importancia: este salón de belleza está decorado con varias peceras que el estilista quiere mantener funcionando incluso en los momentos de mayor crisis. Los peces cambian de tipología: Carpas Doradas, Gupis, Monjitas, Basureros, Goldfish,  según como se vean los tiempos; mueren con los huéspedes, pero siempre reaparecen de manos de este hombre. Los tiempos pueden traer putrefacción y muerte, pero siempre va a existir un lugar a donde no llegue.

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