Numerio Negidio, el hombre que se persignaba con la mano izquierda
Alberto Rodríguez Tosca, uno de los poetas más reconocidos de la generación de los ochenta, fallecido en 2015, nos dejó una novela que se burla de sí misma, de su propia construcción a través del humor, y donde notamos rasgos de su obra poética.
Novela inclasificable desde el punto de vista genérico, puede considerarse de misterio, pues estamos en presencia, primeramente, de un asesinato ocurrido en circunstancias extrañas; fantástica y relacionada con el alterego, pues como se notará, los inquilinos de los apartamentos 300 y 301 son dos y a la vez el mismo, comparten un piso y funciona uno como el espejo del otro; policial, pues nuestro narrador personaje no deja de mirar por el ojo de su puerta hacia el pasillo de su edificio y descubir, de manera detectivesca, lo que ocurre a su alrededor; filosófica, pues entre los sucesos que nos narra, reducidos en esencia a la vida ordinaria de los vecinos, hay espacio para la reflexión sobre la existencia humana; ensayística y preceptiva, encarnado este rasgo en una relación maestro-alumna que establece nuestro personaje con la joven Neftalí, interesada por la literatura y receptora, sin ella saberlo, de lecciones sobre cómo organizar sus lecturas literarias para el futuro. Y finalmente, se trata de una novela coral, en tanto el protagonismo no lo tiene el narrador, sino cada uno de los inquilinos del edificio en sus complejas relaciones. En esta lista deben incluirse Neftalí, la joven más interesada en descubrir la vida real, fuera de los libros, que le puede ofrecer la exploración de su cuerpo por ella misma o por los hombres; Asdrúbal; Hortensia y sus siete gatos que presagian desgracias, su esposo Serafín, el suicida; el ciego Samuel, encargado, por cierto, de tocar música que sirve de pretexto para nombrar cada gran capítulo con alguna obra musical, y con ello, dotar cada una de sus partes de una banda sonora escogida no por azar; Pascual, el padre de Asdrúbal y el padre Antonio, principal pretexto para desarrollar largas polémicas sobre el cristianismo y sus hechos más polémicos.
Vale decir, no obstante, que esta indefinición es pretexto para repasar las convenciones de los géneros antes mencionados y cuestionarse, el día de hoy, su valor estético y su efectividad dentro de la narración, que no debe ser encasillada.
Cada capítulo lleva un nombre extenso, que nos recuerda a los rezos y capítulos del Libro de los muertos egipcio, que más que contar, instruye a las personas sobre cómo comportarte y lograr mejor desenvolvimiento en un submundo posible y desconocido. Por ejemplo: Donde no se dice quién vive en el 300, se pasa lista al resto del vecindario y se alerta sobre el misterio del 301.
Todos estos elementos nos llaman la atención porque están colocados aquí desde la parodia, es decir, el autor nos ofrece un código donde notamos referentes de la alta cultura, para luego echarlos a tierra refiriendo, precisamente, que la realidad por la cual se ve rodeado es demasiado prosaica como para verse reflejada en ese discurso, que solo logra provocar burla.
Diplomático Investigador y Escritor
6 añosExcelente editora y persona. Blas Nabel