Vicepresidentes, una reflexión sobre la utilidad empresarial de la jerarquía

Conocido el que será el primer gobierno central de coalición en España y, desde una perspectiva empresarial, llama la atención el número de altos directivos, siendo todos ellos miembros del Consejo de Administración y, por tanto, con acceso al CEO (18) y el de altos directivos de nivel C, o vicepresidentes, todos ellos ejecutivos (4).

El primer hito destacable, acerca en cuanto a la naturaleza de coalición a las seis joint-ventures de dos socios, las ocho de tres socios (como Alemania o Italia), las dos de cuatro (como Francia), o las dos de cinco (como Eslovenia); en cuanto a los que, pese a la coalición, necesite partnerships externos a la misma para llevar a cabo sus planes estratégicos, sólo Portugal (donde no gobiernan en coalición), los tres socios del centro-derecha en Bélgica y la penta-coalición eslovena, pues no alcanza mayoría con los votos de los cinco coaligados; y en cuanto al número de directivos, estaríamos en la media (18)... siempre que no contáramos a los de nivel C, en cuyo caso estamos parejos a Grecia, Italia, Polonia, Rumanía, Serbia y Noruega, y sólo nos superan por uno UK y Suecia y por dos Macedonia del Norte y Kosovo, siendo el Consejo más poblado el francés, con 37 ejecutivos.

Es un hecho que la naturaleza de las estructuras jerarquizadas multiplica las funciones directivas y la burocracia, lo que redunda en una menor eficiencia. Sin embargo, también lo es que las grandes empresas -y el gobierno de un país es la mayor de todas, pues su demanda es la demanda agregada, sus clientes el resto de agentes del sistema, y su única competencia son los propios territorios (internos y externos) que le sirven, a su vez, de proveedores, clientes y socios- necesitan superestructuras para funcionar. La pregunta que subyace en el aumento de 17 a 22 altos directivos (29%), y de uno a cuatro de nivel C (300%) es si es eficaz desde la perspectiva empresarial.

La respuesta (obvia) es que lo será si tiene utilidad. El concepto económico de utilidad va más allá del de rentabilidad, es más holístico y, en este caso, más justo, pues integra tanto la utilidad en cuanto al eje eficiencia / eficacia (el más empresarial), como el de la utilidad política. Y aquí surgen dos formas de resolverlo ex-ante: la razón funcional de los split de ministerios (dividiendo lo que antes se gestionaba junto a nivel de Alta Dirección), y la de la multiplicación de directivos C-level o VP.

Respecto a la primera, se dividen en dos los ministerios de Sanidad y Consumo; Trabajo y Seguridad Social; y Ciencia y Universidades. Si damos por cierto que la existencia de divisiones multidepartamentales reduce las "murallas chinas" derivadas de la rivalidad entre departamentos y genera sinergias entre ellos -más allá de las propias funciones del Consejo de Dirección-, el split en los tres casos sería ineficiente.

El caso contrario lo encontramos en la asignación de la función del Reto Demográfico a la nueva vicepresidencia de Transición Ecológica, algo que hubiera sido mucho más coherente en forma de ministerio independiente, el cual, además, fue una de las promesas de campaña del presidente. Dicho de otra forma, que tendría más sentido empresarial mantener unidos a escala directiva Sanidad y Consumo, Trabajo y Seguridad Social, y Ciencia y Universidades que Transición Ecológica y Reto Demográfico. Luego la utilidad de esos split (y de esa agrupación) solo proporciona utilidad política (derivada de la propia estructura de la coalición), y solo se la proporciona a uno de los partners, no al Gobierno en su conjunto, al que lastra en eficiencia. La única ventaja podría devenir de la mayor eficacia de concentrar esfuerzos directivos en las nuevas divisiones desgajadas, como Consumo, Universidades o Trabajo, y está por ver si es así.

Respecto a las vicepresidencias o altos directivos de nivel C, y siempre siguiendo el criterio empresarial, podrían tener sentido por la razón que apuntaba de sinergias internas y destrucción de "murallas chinas" las que agrupan varios ministerios (departamentos), esto es, una, la de Derechos Sociales y Agenda 2030 de Pablo Iglesias. Confluyen aquí la utilidad empresarial y la política, pues aglutina Igualdad, Trabajo, Consumo y Universidades, coincidentes en el foco (social) y en la adscripción a uno de los socios de la corporación.

El resto de vicepresidencias no tienen directivos del Consejo de Dirección bajo su égida, con lo que se da el caso de que la vicepresidencia económica (Calviño) no manda sobre la dirección financiera (Montero), ni la de Relaciones con las Cortes (Calvo) sobre la nueva dirección de política territorial y función pública (Darias). ¿Tiene sentido el cambio de rango? En el caso de la económica, la utilidad política parece obvia, por la relación con la superestructura europea y porque ese rango superior (al menos en cargo) supone un mensaje a los mercados. Pero el resto (Calvo y Ribera) parecen apuntar a motivos jerárquicos o cosméticos, más que eficaces o eficientes.

Y esto me lleva a la reflexión inversa: ¿Cuántos de los altos directivos de nivel C lo son porque proporcionan efectivamente sinergias entre los ámbitos bajo su control, o utilidad para los stakeholders de las empresas, y cuántos por razones cosméticas o de jerarquías ineficientes?