¿Y esto no termina? (03/21)

El desarrollo es uno de nuestros grandes horizontes y sueños, y también una utopía y una frustración como país. En nuestro imaginario tenemos una idealización del desarrollo como un fin, como un lugar donde están las respuestas a las preguntas que tenemos: cómo lograr un sistema más justo, cómo es una sociedad pacífica, cómo llegar a un orden social equilibrado, y demás. No pretendo dar una respuesta definitiva y acabada, sino más bien problematizar la dimensión dentro del espacio geográfico de la cuestión (y proponer soluciones provisorias y precarias). En particular querría pensarlo a partir de ciertas variables que surgen en el contexto de pandemia. Es justo pensar, ¿Cómo afrontar una situación que podría ser permanente para la humanidad toda? Y también, si la logramos controlar, ¿Qué aprendizajes tendremos como sociedad si hubiera sido permanente, qué situaciones nuevas surgieron o qué aspectos ya existentes se remarcaron aún más? Al fin y al cabo, ¿Cómo vamos a pensar un proyecto de país ante esta nueva normalidad? Al no conocer el alcance de esta nueva normalidad (no confíe en quien le diga que sepa), voy a tomar principalmente el aspecto geográfico del asunto.


El aislamiento es sin dudas un gran problema para los pre-supuestos que manejábamos: toda nuestra vida anduvimos sin tapabocas, viajábamos hacinados en el transporte público, tomábamos como natural ir de una punta a otra de cierto lugar para trabajar, estudiar, disfrutar, divertirnos, y volver a casa. Más allá de que las fases menos rigurosas del aislamiento nos permiten circular con mayor facilidad, lo cierto es que la vuelta al aislamiento es algo posible y probable. ¿Cómo podemos estar seguros que no puede ocurrir lo mismo, pero con otra enfermedad? ¿Nos sigue siendo ajeno el impacto en la salud humana y en la sostenibilidad ambiental de nuestro sistema económico? Podemos pensar que es solo un problema pasajero, por más que tarde un tiempo largo, que “estamos mal, pero vamos bien”, o podríamos prever que la circulación de, fundamentalmente, personas ayuda a que cualquier enfermedad se extienda como pólvora, y problematizar un poco más la cuestión de la distribución geográfica de personas, actividad económica y, al fin y al cabo, la política. Probablemente no podamos erradicar prontamente esta u otra enfermedad que toque nuestra puerta, pero creo que podemos prevenir su extensión y minimizar sus efectos si lográsemos que quedara lo más circunscripto posible en ciertos lugares, y que los recursos para subsanarlo puedan aplicarse de manera focalizada, eficaz y eficiente. Para esto habríamos de plantar la semilla del desarrollo territorial y regarla con un proyecto social, político y económico que lo sustente y lo haga fuerte.


La vida de los individuos (más que nada quienes vivimos en las periferias de la CABA) se desarrolla en gran medida por fuera de nuestro espacio geográfico. El tener que gastar tanto tiempo viajando para aprovechar oportunidades vitales es una verdad que aceptamos con naturalidad, a veces hasta con cierta resignación o heroísmo, y es un rasgo que no puede quedar por fuera de un proyecto político. Para diferenciar lo importante y lo urgente, por más que se hagan obras de vivienda, que buscan solucionar un problema urgente, la lejanía de las oficinas de D’’s es un problema importante, que reproduce una lógica de concentración en el centro y extracción de la periferia, en una escala urbana o regional. Más allá de buscar parentescos o diferencias con las dinámicas internacionales, es llamativo cómo se concentran en ciertas zonas servicios públicos y privados, mercados, actividades, mientras las necesidades se esparcen en las periferias, y la misma concentración de oportunidades vitales genera mayor atractivo para que se establezcan actividades, mientras que la falta de servicios en zonas periféricas hace menos atractivo la instalación de servicios en la periferia.

Quisiera vincular a continuación la circulación (o su restricción) con las teorías de desarrollo territorial. Lo que propongo es que, como guía, las personas y territorios nos desarrollemos en nuestro espacio geográfico. Al haber todo un mundo teórico por detrás que no alcanzaría a explicar, y al disponer de muchísima bibliografía y profesores en nuestro país que pueden explicarlo mejor, es innecesario que me explaye en demasía. Continuando con la propuesta, tenemos formas de encarar el problema que van de lo puramente económico a lo puramente político, desde la promoción de industrias en lugares con poca inversión hasta propuestas comunitaristas de organización social-comunitaria pura y dura. Quisiera hablar de las variables principales que se han planteado ya.

La idea de los clústeres de industrias está bastante desarrollada y tiene legitimidad por la identificación de fenómenos como Silicon Valley, el País Vasco, Emilia-Romaña (aunque no aparezca en la bibliografía, también pienso en Hollywood como caso conocido). La idea fundamental es que en una cierta zona las industrias se aprovechan entre sí (cooperan y compiten) para poder producir más, amparados en una serie de instituciones formales e informales que se dan históricamente y están arraigadas en ese lugar. Al compartir el espacio geográfico:

  • sería más sencilla la difusión de tecnologías y métodos nuevos,
  • las relaciones de cooperación-competencia favorecería la “sinergía” en el territorio y por lo tanto mayor vinculación y producción,
  • la formación de un mercado laboral especializado recibiría mejores salarios a medida que se especializa más y las empresas contratarían más gente más especializada, aunque sea a salarios altos porque les va a rendir,
  • tendría menores costos de transporte porque los encadenamientos productivos se dan en distancias menores.

Si bien hay muchos casos que se toman en la bibliografía de nuestro país, queda un gran cabo suelto de si este sería una forma de impulsar un desarrollo generalizado. No quiero que se entienda mal, es una gran estrategia de desarrollo, simplemente que, al no formar parte de una estrategia integral, por más que sean muchos no dejan de ser iniciativas sectoriales. Por otro lado, esta estrategia depende de las empresas que se ubiquen en el lugar, principalmente de antaño, para que la cadena en la que esté inmersa esa empresa “se la pueda bancar”, es decir, la pueda integrar. Implantar una empresa (metalúrgica, supongamos) en un lugar periférico seguramente provoque mejores salarios en la zona y algunos servicios nuevos, pero corre el riesgo de quedarse “en el molde”, de simplemente traer insumos y sacar productos nuevamente de donde se instale, sin generar otro efecto.

Los parques industriales tienen varios problemas similares a los clústeres, sumado a que el objetivo principal no es instalarse en un lugar periférico sino desconcentrar la industria que estaba en un lugar central aprovechando beneficios impositivos. Claro que trae beneficios, relativamente mejor accesibilidad, contaminación más controlada, servicios adaptados a las necesidades de las industrias, quizás hasta sean capaces de interactuar entre sí y generar cierta sinergia, pero no dejan de ser empresas poco vinculadas con los territorios que habitan. También como los clústeres, puede haber cientos de parques, pero es una solución para las empresas particulares que se instalen y no para una sociedad en su conjunto que se desplaza del parque industrial en Laferrere al consultorio en Once. No deja de ser una solución, pero no puede ser la única ni principal solución.

La teoría de desarrollo local es la que más me gusta en lo personal, sin embargo, no deja de tener algunos problemas de aplicabilidad. Simplificando mucho, podemos pensar en la teoría de desarrollo local a partir de la teoría de desarrollo endógeno. En esta última, los países tienen en mayor o menor medida recursos (naturales, de localización, humanos, sociales) en potencia, por lo que, para poder ser competitivos frente a un mundo globalizado, tiene que aprovechar estos recursos subutilizados para poder desarrollarse; es decir, podemos pensar que el tema está en encontrar qué recursos tenemos que podamos potenciar, en una vuelta de tuerca de la teoría de ventajas comparadas de David Ricardo. El planteo del Desarrollo local sería similar, pero a escala más pequeña, agregando un fuerte componente de diálogo entre Estado, empresas y sociedad para formular un proyecto compartido de desarrollo potenciando los recursos de cada comunidad. A partir de esto se interpretan distintas iniciativas, principalmente el municipio de Rafaela. La gran cuestión respecto al desarrollo local es la magnitud y heterogeneidad de actores que deben articularse en la teoría para llevar a cabo un proyecto de desarrollo en la escala local, más cuando los protagonistas deberían ser los municipios por una cuestión natural de la escala.


Por supuesto que hay muchísimos otros planteos interesantes (teorías de polos de crecimiento, de desarrollo rural). Sin embargo, entiendo que surgen de un análisis de estructuras urbanas y de regiones muy distintas a la nuestra, de países fundamentalmente rurales, poblaciones muy jóvenes, y muy pocos servicios para la población. Por eso creo que estos tres planteos antedichos son bastante enmarcadoras del problema del desarrollo y territorio aplicables a nuestro país, y más como perspectiva en contexto de una pandemia que no sabemos aún a ciencia cierta sus alcances.


Al ser politólogo, una vez planteado el qué y por qué, me interesa responder el quién y el cómo. Esto forma parte de negociaciones que trascienden mi capacidad como autor y a este artículo, y depende de información y expectativas que desconozco (comercio internacional, integración regional, perspectivas con la deuda pública).

En principio, aunque se habla generalmente de una escala pequeña, los proyectos de desarrollo territorial pueden ser llevados a cabo por iniciativa nacional. La importancia de municipios y provincias es fundamental, pero a medida que bajamos la escala aumenta el conocimiento y la articulación de actores y disminuyen los recursos, lo contrario a cuando subimos la escala, que aumentan los recursos pero disminuye relativamente la articulación y la información. Creo que desde nación se puede proveer una mezcla de recursos y supervisión, sumado a buscar integrar distintas regiones para generar un sistema de ciudades intermedias. Por el lado de provincia/municipio se integrarían actores y, al conocer los recursos y potencialidades, podría generarse un desarrollo más efectivo en los territorios. Esto nos daría el doble beneficio de poder desarrollar territorios y evitar la movilización masiva de personas, tanto en lo inmediato (ir al trabajo, a estudiar) como a largo plazo (favorecer el quedarse en el lugar donde uno siempre vivió).

Por último, en el cómo, quisiera decir que el desarrollo es más que crecimiento, infraestructura y servicios públicos. El desarrollo es un concepto que todavía pervive pero seguramente tenga fecha de vencimiento, y es de alguna manera el nombre del proyecto nacional (o su éxito). Los mercados de bienes de capital, intermedios y de consumo parecieran acercarse más a bloques regionales, como el Asean, UE, Nafta; es decir, es probable que la suerte de un país dependa de sus vecinos y de qué impronta, qué historia en común, y qué proyecto subsiguiente se forje para cada uno de sus miembros y para el grupo. El deslucimiento de proyectos como el Mercosur y Unasur no debe pasar inadvertido, ya que tanto el consumo, el comercio internacional, como el I+D+i y en materia de defensa debe ser pensado desde lo nacional y lo regional, para poder después pensarlo en lo local y global.

La reducción de los proyectos nacionales y supranacionales a una alianza económica está buena, pero no es suficiente, se necesita también generar una identificación social, cultural, para que tenga éxito. La capacidad de una sociedad de soportar miserias y pujar por un proyecto se hará con crecimiento, pero fundamentalmente con un reconocimiento de historia en común, revalorizando los hechos, personas y procesos (y criticando, ¿por qué no? Pero criticar es reconocer). De alguna manera, pensemos, podemos generar condiciones objetivas óptimas para invertir en un país, pero si este país no es consciente de sí mismo, ¿qué expectativa tendría de que valga la pena? ¿Dentro de qué relato se enmarcan las acciones individuales y colectivas de una sociedad que vive mirando afuera y viendo todo lo bueno, y mirando hacia adentro ve todo lo malo? ¿O donde la mejor perspectiva sería emigrar? Hubo un tiempo en que repatriamos científicos y volvieron gente del exterior, y no lo pudimos aprovechar del todo, hoy tenemos que tomar una posición frente a eso.

El mundo está enfermando, y necesitamos tomar decisiones. Podemos evitar que esta pandemia siga creciendo aislando poblaciones de una manera efectiva y eficiente y así cuidar personas, pero quedan otras "enfermedades” por resolver, tanto biológicas como sociales y políticas. De la misma manera, somos vulnerables a ellas, pero eso no es excusa sino un punto de partida. Somos (parte de) algo más grande, somos naturaleza y somos comunidad. Quizás sea hora de pensar (también) en ello.

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