Zapatos
Ayer caí en la cuenta de que tengo un par de botas que me acompañan hace casi 40 años. No tengo un pie que se acomode fácilmente a cualquier horma de zapato y no me es fácil encontrar zapatos que me gusten y que se acomoden a mi pie. Mis botas son las únicas que se han acomodado a mi y a pesar de haber entrado varias veces al zapatero, siguen conmigo.
Todos los demás zapatos exigen que sea yo la que se acomode a ellos y es por eso que en cuanto puedo, al entrar en casa, me los quito de encima. Me molestan y algunos incluso me hacen daño, un daño del que me olvido cuando estoy fuera, pero que al entrar en casa inmediatamente vuelvo a ser consciente de él.
La estandarización y producción en serie hacen que aceptemos el molde que mejor nos encaja, aunque nos sintamos incómodos e incluso con dolor. Tenemos la posibilidad de elegir -nos dicen- pero únicamente dentro del abanico que el fabricante -y ni siquiera él- decide. Modelo, color, lo que se ve, lo que está acorde con la moda. ¿Y si no quieres ser parte de la moda?
Y así pasa con los zapatos, con la ropa, con lo que recubre el cuerpo y con lo que lo construye. Los gimnasios, las cirugías, los peinados y demás servicios que ilusionan a quien intenta encajar en el molde estético. Y si vamos un poco más al interior de nosotros, las lecturas, las noticias, las películas las series, las redes sociales, nos quieren encuadrar en moldes de pensamiento. Moldes que adormecen nuestra mente, como los pies en la calle al caminar, introducidos en hormas y modelos que no son los nuestros. Y cuando la mente se adormece, deja de reflexionar, pierde paulatinamente la capacidad de atención y frente a situaciones inesperadas, reacciona. Afloran las emociones sin control. Tanto en la alegría como en el miedo, reacciona con comportamientos extremos que llegan a generar violencia porque tiene un dolor que no reconoce.
Recomendado por LinkedIn
Los moldes entre los que el fabricante nos permite elegir últimamente por lo general son dos y siempre opuestos, blanco-negro, derecha-izquierda, rico-pobre, hombre-mujer, y tantos contrarios como podamos imaginar. Y en esta transacción de elecciones, al tener la opción de elegir uno, se acepta tácitamente el enfrentamiento con el que quedó fuera. Porque asumes que si ese que no elegiste, no es como tú, entonces es el contrario. Esto te recuerda el dolor de estar encajando en un molde que no es el tuyo y te da miedo. Y reaccionas contra los demás, contra el mundo.
Al caminar por la vida el reto no es encajar en el zapato que más te acomode, sino acomodar el zapato que haya sido fabricado con una horma que mejor replique tu pie. Antes de emprender el camino, entra en tu casa, sal de ti y reconoce tus pies. De esta manera encontrarás la horma que recibiste de tus padres -genética, educación, modelos-. Una vez reconocida tu horma, el zapato se adaptará a ti y te dolerá menos. Y si te duele, puedes entrar en casa y quitártelos. Cámbialos. No tienes que seguir caminando con ellos. Que maravilla será ir por la calle y admirar con aceptación tantos modelos, colores y tamaños de zapatos como gente que los usa. Y sin dolor, porque estarás andando en tu propio camino y con los zapatos que son sólo para ti.
International Cooperation for Development
1 mesQué interesante esta lectura! Gracias!