No confundir "agentes de cambio" con la plaga del cambio
Me ha gustado siempre comparar las organizaciones con organismos vivos que hacen el mismo recorrido a lo largo del tiempo. Una y otra vez sin detenerse, haciendo siempre lo mismo dentro de un ciclo temporal, que cuanto más largo es mayor inercia provoca. Y es así, sin detenerse ni cambiar, hasta que existe una amenaza que les obliga a desviarse de la trayectoria habitual. Suele ser un momento de crispación, de catarsis, de incertidumbre, que propicia reajustes internos que son inherentes al nuevo itinerario que tiene que recorrer, pero sobre todo porque estaban acostumbrados a circular por una sola vía y ahora tienen que aprender cual es el nuevo camino y cómo lo van a transitar.
Esa inercia es peligrosa, ya lo sabemos todos, pues el contexto es cada vez más complejo, y el mundo ideal es que las organizaciones tengan la capacidad de adaptarse de forma armonizada al ecosistema al cual pertenecen. Aunque también sabemos todos, que la velocidad nunca es la misma, acompasar esa velocidad se nos hace muy difícil, a pesar de que preparemos a nuestros equipos para el cambio, y de que hagamos esfuerzos por simplificar nuestro modelo organizativo y por propiciar una cultura diferente basada en sólidos pilares de adaptación, autoaprendizaje e innovación.
Y somos muy conscientes de que tenemos que propiciar organizaciones que se adapten a los cambios de forma constante, pero al final y máxime si somos una organización de cierta magnitud, necesitamos esa inercia, que nos haga sentir seguros, a pesar de que tengamos una mirada puesta en el futuro y en la innovación, siempre habrá un momento de confort que será complejo de gestionar cuando existan cambios drásticos; pues cuando el mercado nos sacude, es inevitable que tengamos que mover, pues si el viento azota y nos mantenemos rígidos, finalmente nos romperemos.
Normalmente este es el momento, en el que se toman decisiones de calado organizativo, que tienen que ver con las personas, como por ejemplo reflexiones del tipo: “hace falta un nuevo liderazgo que sepa abordar esta nueva situación con la que nunca nos habíamos enfrentado”. Y no puedo estar más de acuerdo con esto, si queremos organizaciones diferentes tenemos que cambiar a las personas, que difícil es de entender a veces, y que fácil es tener discursos románticos, sobre el cambio de mentalidad, sobre el desarrollo de los profesionales, sobre su acompañamiento…en fin, si nos vemos en la obligación de tener que cambiar las cosas de base, propiciar cambios exponenciales que generen una organización diferente, hay personas que no podrán formar parte del nuevo proyecto: es inevitable, y una verdad como un templo. Pero claro está, que la clave está en cómo se hagan las cosas, y esto vendrá derivado de la ética de los profesionales que aborden estos cambios.
Me gustaría hablaros de la plaga del cambio, pero antes quiero explicaros algo más sobre este concepto. Hago una previa aclaración antes de empezar: “Una plaga es una desdicha, es una aparición masiva y repentina de seres vivos de la misma especie, que causan daños muy graves a poblaciones animales o vegetales”. Es decir, la plaga del cambio está compuesta por profesionales – todos de la misma especie – que con su incompetencia en niveles más elevados toman decisiones sobre las personas en contextos complejos, apagando el talento actual de la organización, no aprovechando la buena materia prima existente, y focalizándose exclusivamente en cambiar los nombres de los cromos.
Si, es inevitable e ineludible que es un proceso de cambio organizativo, haya personas que no formen parte de la nueva etapa, de hecho es hasta higiénico, tanto para esas personas como para el proyecto en su conjunto. Probablemente sean profesionales que han aportado muchísimo valor en etapas anteriores, y gran parte de su desazón derive de esos esfuerzos, y de entender que no están siendo recompensados, pero es que también hay que aceptar la gran responsabilidad de saber cuando eres la persona adecuada y cuando no, pues la organización – recordarlo – es un organismo vivo, y tiene diferentes momentos, que derivan de su evolución.
Pero esta bofetada de realidad es una cosa, y otra muy diferente es que las personitas que conforman la plaga del cambio hagan grandes destrozos basando su modelo en poner y quitar profesionales a su antojo, sin criterio objetivo alguno y por el mero hecho de entender que “los antiguos no valen para el nuevo proyecto”. Espero que entendáis la gran diferencia existente, entre la realidad del cambio – que también es dura – y cómo se está ejerciendo en algunas organizaciones, a través de la plaga, que vienen, arrasan, y se van…dejando mucha desolación organizativa.
Por eso hoy hago un alegato a la ética profesional y a los valores nuevamente, y más cuando se trata de propiciar cambios drásticos en una organización. Carguemos los despachos y los comités de dirección de buenas personas, y tendremos una organización cargada de futuro. Olvidemos las etiquetas y los prejuicios, comenzando a entender que la amabilidad y la educación no está reñida con la fuerza, que la empatía y la decisión pueden ser aliadas y que el optimismo no tiene porque hacernos perder el foco.
Apasionada por generar impacto social. Planificación y desarrollo de proyectos | Gestión de equipos y recursos | Comprometida con la sostenibilidad empresarial |Experta en liderazgo estratégico | Gestión de subvenciones
1 añoTienes toda la razón.
Claim & dispute advisory, quantum analysis, CFO, FP&A and Strategic Planning (career at a Big Four)
1 añoAsí es.