Días de verano

Hace unos años el grupo musical "Amaral" cantaba un hermosa canción nostálgica llamada " Días de verano" que decía: "No quedan días de verano para pedirte perdón./para borrar del pasado el daño que te hice yo/ Sin besos de despedida ni palabras bonitas/Porque te miro a los ojos y no me sale la voz/ Si pienso en ti siento que esta vida no es justa/Si pienso en ti y en esa luz de esa mirada tuya...De esa mirara tuya"...

Pues ya llegaron esos días de un nuevo y caluroso verano típicos de nuestra tierra andaluza. En esos días se mezclan la nostalgia de veranos pasados y de personas que fueron y son importantes en nuestras vidas, con los acalorados sentidos veraniegos que se encuentran con las vivencias de la dicha: podemos despertar a las emociones con un paseo por el campo o la playa, con una fresca brisa pegándonos en la cara, mientras contemplas cómo se levanta o pone el sol en horizonte, pasando de la luz a la oscuridad y al revés, mientras disfrutamos de ese fresco de la mañana o de la noche.

Entre el alba y el ocaso podemos disfrutar de un baño en la piscina o en el mar, o sentémonos en una hamaca bajo la sombrilla a leer un buen libro donde uno se pueda meter a formar parte de sus personajes y disfrutarlo al máximo. Posteriormente podemos comer en la casa o el chiringuito un buen pescado de nuestras costas, echarnos una siesta corta y por la noche salir a tomar unas cervezas o una buena cena con la familia o amigos.

Mantengamos abierto el corazón y agudizado los sentidos porque el verano nos tiene preparado muchos regalos que, a veces, no valoramos: estar más tiempo y poder disfrutar de la familia, compartir buenos ratos con los amigos, baño, sol, brisa, paseos... Si caminas por la orilla y encuentras una caracola, acércatela a tu oído y escucha el eco erótico del mar en un día de verano y descubre por qué de lo bueno siempre queremos más...La vida nos ofrece otro buen momento de felicidad y de dicha.

Porque el verano, como estar enamorado, es una estación especial que convierte a los días corrientes en estupendos. Pero no todo el día. Porque nunca todo el día, nunca toda la vida, es lo que se transforma en felicidad, sino sólo los momentos especiales y únicos.

Si somos observadores, podemos comprobar que la única diferencia entre una vida común y otra magnifica, es saber apreciar los excelentes placeres que encontramos en las cosas normales y comunes.

Sabemos cuándo estamos dichosos, aunque no sepamos definirlo. Es un estado del espíritu que escapa a las limitaciones del lenguaje, por lo que sólo se pueden describir sus sensaciones.

Habitualmente pensamos que la dicha y la felicidad son una misma cosa, porque ambas nos hacen sentir bien, sonreír o reír. Pero la sonrisa que aparece con cierta "felicidad", depende, a menudo, de las circunstancias externas. Algo pasó fuera de nuestro monótono y repetitivo día a día y, de repente, la vida ya no es tan monótona: encontramos trabajo, conocemos a alguien que merece la pena, nos toca la lotería, vamos con alguien a un viaje, compramos una casa... Sin embargo, si al día siguiente esas circunstancias no se dan, nos sentiremos unos desgraciados infelices, porque eso que hemos llamado " felicidad" lo hemos basado, en gran medida, en los caprichos o decisiones de los demás o de la suerte. En cambio, en la dicha no intervienen los demás. La dicha es como un estado de gracia, la exultante e inmensa generosidad del espíritu humano llevados a unos extremos desmedidos. Los momentos de dicha son sensaciones viscerales de alegría inexplicable y de placeres sostenidos. Es la percepción intensa de lo sensual en las cosas comunes, un eco erótico de la vida diaria. Todo se nota con un esplendor extraño.

Fue J Campbell quien popularizó en concepto de "dicha": " Si sigues tu dicha, te pones en una especie de camino que siempre ha estado ahí, esperándote, y la vida que deberías estar viviendo es la que vives", dijo. Campbell se refiere a la búsqueda que hace el héroe del deseo y de la realización personal en la mitología, el romance, la religión y la leyenda.

De repente y desde entonces, la gente empezó a hablar, a buscar y a seguir su dicha, aunque no estuvieran seguros de qué significaba. Pero no siempre encontramos la dicha en los pasillos ni en las puertas del poder, ni de la riqueza, ni del sexo...A menudo, la puerta de la dicha te lleva a tu propia casa, a tu pueblo, a tu patio, a tu propia cama y a tus raíces, y , precisamente porque es tuyo, antes lo habías desatendido sin darte ni cuenta. Pues la dicha requiere que escuchemos a nuestro corazón, a nuestra vocación y a un placer tangible por todo lo que hacemos y sentimos.

Por suerte la dicha no discrimina a los que deciden quedarse en un empleo que no les satisface, o quedarse en una relación que no funciona y es monótona, o incluso tóxica.. En realidad, los momentos de dicha funcionan como un bálsamo que calma el alma cuando el cuerpo se halla exhausto y la mente está a punto de desmoronarse ante la cruda realidad.

La dicha es privada, peculiar y personal, por lo tanto, distinta para cada persona. Los acontecimientos que desencadenan esos momentos de dicha no requieren de la presencia de nadie ni nos cuestan dinero. solo necesitan nuestra predisposición activa a experimentar cada día, con autoindulgencia, todo lo que produce gozo, paz, alegría y bienestar a nuestros sentidos.

Intentamos que cada día parezca nuevo y no una repetición del anterior. Pues hagamos cosas distintas. Aprendamos a permitirnos el placer de cambiar y de ver las cosas, aunque ese cambio no sea de la noche a la mañana, ni en unos días. Demos tiempo al cambio.

Yo he tenido que vivir y trabajar durante muchos años para darme cuenta que se pueden transgredir algunas reglas, que no leyes: Tratar a mis pacientes sin distinción alguna ni dejarme influenciar por nadie. Divertirme sin hacer daño a nadie. No pedir permiso para estar con quien quiera o hacer lo que quiera dentro de un orden. Vivir según mi forma de ver y sentir la vida y seguir respetándome y teniendo la conciencia tranquila a la mañana siguiente.

De las cosas buenas nunca tenemos bastante y es algo maravilloso. Y cuando alcancemos ese estado de dicha en el que nuestras tareas de cada día nos parezca demasiado hermosas para expresarlas con palabras, mantengámosla así y añadámosles una más: Gracias.

Una de las cosas más deseadas por mi es que, comprendiéndome a mi mismo, pueda comprender a los demás. Quiero ser todo lo que soy capaz de ser. Y creo que todo lo bueno de las personas debe ser contado con veracidad, honestidad, con un sentido positivo, con brillo y con resplandor, para que los demás te conozcan mejor; pero sin mentiras ni postureo.

Pero hay que correr riesgos si realmente queremos ser felices. Es necesario arriesgarse. Que no nos importen las opiniones de los demás, que nada tienen que ver con nosotros. Actuemos por nuestra cuenta y afrontemos nuestra verdad y nuestro sentir. Nuestro destino no está determinado por la suerte, sino por nuestras decisiones y deseos de cada día. Lamentarse de las cosas que no han ocurrido es un desperdicio de energía enorme, porque sobre el lamento no puede construirse nada bueno; solo sirve para revolcarse en el lodo de lo inútil, de lo negativo y de lo triste.

Como siempre, y más ahora, soy capaz de vivir momentos de dicha que rescato de la indiferencia y de la monotonía diarias o de los momentos felices vividos y compartidos con todos aquellos que me regalaron parte de su tiempo... Porque el bienestar no es un estado mental ni corporal. Es un estado de gracia.

Sigo siendo un perfeccionista innato, un adicto al trabajo bien hecho, un admirador de las personas importantes que pasaron y están en mi vida, y un hombre cuya vocación es ser médico y cuidar siempre a los demás, sobre todo enfermos y necesitados... Si me das un proyecto, según mi formación, con unos plazos y unos objetivos, las atenciones médicas y cuidados de pacientes o de seres queridos y amigos, yo removeré cielo y tierra por conseguirlo y que las cosas salgan bien.

Esta determinación de llevar los asuntos importantes hasta el final se deriva del conocimiento, de la dedicación y la diligencia por alcanzar las metas, los sueños y por no rendirse nunca. Aunque cuando llegue a esa meta final, esté tan agotado que no pueda hacer otra cosa que retirarme o lamerme las heridas que yo mismo me he infligido.

Es muy difícil cambiar la forma de ser, las costumbres tan arraigadas en nuestro ser, y, a la vez, procesar emocionalmente las lecciones que recibimos, cada día, en nuestra vida. Experimentarlas en nosotros es la única manera de aprenderlas, aunque nos tengamos que enfrentar a nuestros demonios de cada día.

El "bienestar" es lo bien que te sientes siendo tú mismo, siguiendo tu intuición más profunda, tus conocimientos y actitud en la vida. Eres el único tipo de conocimiento que no se enseña en ninguna escuela. eres una autoeducación en ti mismo.

Como cada año, sigo disfrutando mucho de las mañanas de verano, porque veo amanecer en distintos lugares a lo largo del mismo. Para mi, cada amanecer es una nueva oportunidad de aceptar, con agradecimiento, el regalo de estar aquí un día más, cuidándonos para poder quedarnos un tiempo más y ofrecerles parte de nuestro tiempo a las personas con las que compartimos nuestros días.

Aunque también, en este verano, los momentos de nostalgia y dolor, así como los de alegría y placer me recorren la espalda como dos gotas de agua que se funden en un presente visible y distinto. Aún así, me siento dichoso entre las personas afortunadas, y una vez más lo se, lo vivo y lo siento.

El cuidarse a uno mismo es una necesidad y un arte que hay que aprender, y que precisa tiempo, paciencia y compromiso.

Los que vivimos solos pensamos que no nos merece la pena cocinar para uno mismo, pues requiere esfuerzo, tiempo y ganas de hacerlo. A mi si me merece la pena, pues no solo cocino para mi, también para mis hijos cuando vienen a verme o para los amigos, cuando nos reunimos en casa a comer Pero hasta que no te hayas tomado la molestia de hacerlo, no descubrirás la satisfacción que te produce hacerlo y lo buena y sabrosa que te parece la comida.

No es fácil deshacerse de una vida de conveniencias, gracias a la que tantas personas sobreviven. Cuando es necesario, hay que salir de la zona de confort y hacer camino por etapas hasta que las cosas salgan bien y consigas tu meta deseada. Será una inversión en ti mismo que te pagará dividendos en forma de un placer que no tiene precio. Nada en la vida es fácil, pero depende de tu actitud, tu esfuerzo y tu deseo para conseguirlo.

Frecuentemente , después de una separación del camino que recorremos juntos y que llamamos vida: la muerte de la pareja, la separación de la misma, los hijos que se van de casa, cambios de trabajo o ciudad, distanciamiento o muerte de amigos y personas que significan mucho en nuestras vidas..., solemos abandonar las pasiones personales y las ocupaciones placenteras que relacionamos con esas personas o lugares: Reuniones familiares, reuniones con amigos/as, viajes, conciertos, o simplemente tomar una cerveza con quien te apetezca... Y no debería de ser así, porque los que siguen viviendo y se relacionan contigo también necesitan de ti tanto como tú de ellos.

Hay que intentar vivir mejor. Deberíamos preocuparnos menos por las obligaciones que no sean importantes y divertirnos un poco más; porque aunque luzcas una corona de oro y diamantes, una vida de permanente obligación y sin diversión hace autodestructiva a cualquier persona. En otras palabras, cuando desoímos a nuestras pasiones perfectamente razonables, pagamos un alto precio por reprimir nuestros deseos.

Luego llegará el día en que ya no podemos seguir jugando sin arriesgar en una partida donde nunca pasamos de la casilla de salida o ni llegamos a tirar el dado. Y para vivir hay que jugar cada día al juego que la vida nos presenta a cada instante.

Recuerdo, cuando hace años, jugaba con mis hijos al futbol en el patio de la casa, o como se tiraban desde mis hombros hasta lo más profundo de la piscina para bucear y salir de nuevo a la superficie... El juego tiene mucho sentido en nuestras vidas. Estimulamos a nuestros hijos a jugar porque sabemos que así es como los niños aprenden a explorar el universo. En cambio, cuando somos mayores, empezamos a considerar el juego como poco apropiado e irresponsable. Pero no, el juego es una de las experiencias mas importantes y espirituales pues en él, como en el amor, encontramos algo especial que nos une y enriquece en nuestra relación con la vida... En el momento que cualquier sencillo juego nos absorbe, dejamos de pensar en nosotros mismos, se nos hace más corto el tiempo, ignoramos el dolor y nos instalamos en el absoluto presente para contemplar el resultado del mismo. Desaparecen las angustias mentales y las tristezas del corazón. No se elaboran análisis ni explicaciones. no se busca ninguna lógica. No hay objetivos ni preocupaciones... Uno contempla, con inocente sorpresa, el espectáculo que sucede mientras sientes la vida. Y se siente una intensa unión y afecto con todos los que participan en el juego y también por los demás. No importa qué producen esos sentimientos. No es preciso decir ni pensar nada. Solo seguir jugando.

Aunque soy un hombre maduro, estoy actualizado en la vida actual y convivo diariamente con personas jóvenes y adultas. No me sorprende ni me asusto de nada de lo que ocurra a mi alrededor. Soy una persona libre y abierta a relacionarme con personas interesantes y que aporten algo bueno a mi vida. No soy un hombre enamoradizo, aunque pueda compartir parte de mi tiempo, si me siento cómodo, en charlas, copa, café o paseos con alguna mujer que me resulte interesante. Pero si la primera conversación y la primera impresión no despiertan mi curiosidad e interés, o no me hacen contener el aliento por la expectación o admiración, pierdo el interés. Sin embargo, cuando he estado enamorado, lo hago con toda la entrega, la pasión y un amor sin límites...Porque todos sabemos querer, pero pocos sabemos amar, pues amar y querer no es igual. Aunque nunca me gusta poner nombres a lo que siento y experimento en mi mismo.

Quizás porque no estoy con ninguna mujer que ocupe la mayor parte de mi tiempo, me dedico a leer horas y horas libros que, para mi, son interesantes. Dicen que leemos libros para descubrir quienes somos, también lo es que nos enamoramos por la misma razón. Tanto si el romance es real como imaginario, sea con una persona o con un libro, nos enamoramos para entender mejor quienes somos y qué podemos llegar a ser.

Por eso, una de mis mayores alegrías, de mis pasiones de sillón, es que llego a disfrutar de las diferentes vidas de los personajes y las tramas de los libros: intriga, fascinación, amor, misterio, romance, terror, acción.., en la intimidad de mi casa y de las diferentes clases de amantes, que en ellos se describen, en la intimidad de mi corazón.

A veces, la soledad, puede abrumarnos en estos calurosos días y las largas y apacibles noches de verano; tanta hermosura sin tener a nadie cerca con quien compartirla es algo injusta y difícil de sobrellevar.

El verano, además de ser la estación del ocio, el descanso y la renovación, también es la época de ponerse al día en los libros que has querido leer durante el año y no has podido. Cuando me voy a mi pueblo de vacaciones de verano, me suelo llevar más libros que ropa, y muchos más de los que me da tiempo a leer. Elegir qué libros te llevas de vacaciones es casi tan importante y fundamental como decidir quién podrá ser una compañía interesante y placentera con quien compartirla.

Decía G. García Márquez que" La vida no es solo lo que vivimos, sino la que recordamos y cómo la recordamos, para poder contarla"... Es cierto. Cómo recordar, qué recordar y por qué recordar constituye el mapa más personal de nuestra individualidad.

¿ Dónde guardamos nuestro pasado?. ¿ En un lugar preferente de nuestra mente o allá donde navega el olvido?... Muchas veces deseamos establecer una sencilla conversación con nuestro pasado y todos los que formaron parte del mismo. Se trata de algo de especial importancia, pues se entenderá nuestro presente sin haber entendido antes nuestro pasado.

Hay veces en que sentimos vacía nuestra existencia, y es porque hemos prestado poca atención a todo lo que hemos vivido en nuestro pasado, a lo que hemos hecho, a lo que nos envuelve o a lo que estamos intentando desesperadamente de superar. Te asombrarías al comprobar el bien que nos hace tener una sincera charla con nuestro pasado, y la intensidad emocional y energía que nos produce.

Hace poco hice una limpieza a fondo de la casa, y he visitado mi pasado a través del recuerdo de las cosas que iban apareciendo: fotografías en blanco y negro, amarillentas en viejas cajas rotas donde están parte de nuestra familia representados: abuelas, madre, esposa, hijos, amigos. lugares, momentos. Poemas de amor escritos a unos ojos o unos labios, que quedaron sin destino porque no me hicieron ni caso. Los libros de notas del instituto. Viejos libros de adolescentes con una flor seca en sus páginas. Figuras de cristal se Swarovski. Viejos programas de las feria del pueblo. Títulos universitarios, másteres y diplomas acreditados enrollados en sus tubos de cartón o carpetas. Peluches, juguetes y películas de mis hijos...Todo me transporta y enfrenta inmediatamente a otras épocas, a otros lugares y a otro yo...Todo está a unos metros de distancia, pero tan lejos en el tiempo... Cuando recuerdo mi pasado, las imágenes de mi vida se amontonan en el tiempo. No son películas ni palabras, sino que son, con toda claridad, vivencias y sentimientos.

En algún momento de nuestra vida, todos hemos sentido la necesidad de abandonar las rutinas y responsabilidades diarias para seguir, temporalmente, con una nueva experiencia: libertad para viajar donde nos lleve el azar. darse ciertos caprichos, hacer un gran crucero marítimo o fluvial, estar en algún sitio deseado...Pero, a veces, los sueños los descartamos por inalcanzables, irrazonables o utópicos. Pero esos sueños y fantasías, a veces, podemos hacerlas realidad, e ir donde te lleven tus impulsos y deseos y confiar en que estos nos lleven a algo interesante. A veces, hay que correr riesgos y decir sí a la vida, en vez de rechazarla. Ningún lugar está demasiado lejos cuando uno quiere llegar a él.

En realidad, en esto consiste muchas vacaciones veraniegas: los viajes, las salidas, la diversión, estar con la familia y amigos... La verdad es que no perseguimos el descanso o tan siquiera el ocio. Lo que buscamos es renovar la capacidad de maravillarnos, de encontrar otra vez a lo que nos emociones y nos haga sentir vivos.

Pero ¿ sabes cual es el placer secreto y más importante de cualquier viaje vacacional? . Exactamente: Volver a casa... Redescubrir tu pueblo o ciudad y los lugares cercanos a ellos como si fueras un turista. Visitar sus monumentos, sus iglesias y conventos. Sus edificios históricos, sus plazas y jardines, sus casas, tu casa... Uno puede volver a un lugar y, encontrarse a sí mismo allí, sin haberse desvanecido desde la última vez que estuviste.

Ya aquí estoy una vez más. En mi casa del pueblo, donde tantas cosas buenas he vivido y donde quedan guardados tantos recuerdos. Aquellos veranos pasados no fueron como este. Antes estaba el bullicio de mis hijos y sus amigos correteando por el patio o bañándose en la piscina con su alegría desbordante y su inocencia de niños, las personas que hoy ya no están más con nosotros, las macetas de flores que adornaban patio: geranios, gitanillas, claveles, romero, jazmín y rosales que desparecieron por no poder cuidarlas, como desaparecen los recuerdos que no guardamos en el alma... Estaba la vida en todo su apogeo.

Volviendo a la nostalgia de la canción de Amaral, en este día de verano, hoy, y desde este blanco porche con zócalo de azulejos de Triana y persianas venecianas, donde escribo estas palabras, solo estamos frente a frente: el patio inmenso con sus paredes blancas y desnudas, la piscina de agua limpia, cristalina y azulada, la casa con sus silencios que hablan y yo... No me quejo. Todo está bien. Cada cuál cumple su tarea. Lo único que digo que no todos los veranos fueron como este. Presentes están todos, si, pero ya solo en el recuerdo... Mi corazón que estaba alegre entonces, ahora reflexiona, acepta la cruda realidad y disfruta de las pequeñas cosas que se me ofrecen cada día.

Echo de menos los maravillosos veranos huidos para siempre y a todos los que formaron parte de ellos. Pero los tengo y los llevo conmigo. Agradezco la presencia y la compañía de mis hijos y sus parejas, de mi nieta, de los amigos que aún tengo y de todos los que comparten conmigo, en mayor o menor medida, su tiempo en esta estación calurosa y todas las estaciones del año. A todos: gracias

Como otras veces he dicho, prácticamente casi todo es lo mismo hoy; todo, menos yo, que soy el mismo, pero no lo mismo. Todo duró algo menos que yo, pero me sentí inmortal a través de lo efímero... Siempre hay un tiempo para estremecerse y hay otro para evocar lo estremecido. Jugué con el tiempo que, a veces, malgasté porque era mío, y otras veces lo viví intensamente y me sentí feliz.

Sigo siendo el mismo, pero no lo mismo... Quizá si. soy el mismo que disfrutó de estos maravillosos veranos pasados en esta casa de pueblo, de la gente con las que los compartí esos días, de la brisa mañanera y las estrellas de las noches con su inmensidad y su silencio estremecedor. Ellos me hicieron y me deshicieron, ellos me reharán acaso, si aun me queda tiempo...

Mientras viva, seguiré luchando por intentar saber sacar lo mejor de cada día del verano, por ser lo más dichoso y feliz posible, también hoy y todos los días de mi vida. Para conseguirlo, como en todos los aspectos de la vida, tendré muy en cuenta poner en el intento las tres "C": cerebro, corazón y co... No seáis mal pensados, es: coraje.

De todo corazón:! Que seáis dichosos y felices estos días de verano!

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