Edición #86 - Esto no le va a gustar a tu "Agile Trainer"
Dall-e :D

Edición #86 - Esto no le va a gustar a tu "Agile Trainer"

En los últimos años, hemos sido testigos de una proliferación de instructores y profesionales ágiles que han inundado el mercado con promesas vacías y títulos rimbombantes. Estas personas han emergido de la nada, gracias a que fueron capturados con el simple pago de una tarifa para transformarse en "expertos entrenadores" de casi cualquier tema que genere lucro. Pero, ¿cuál es el costo real de estas prácticas sin ética? ¿Qué precio estamos pagando como comunidad ágil por permitir que estos charlatanes se apoderen de un campo que una vez estuvo dedicado al verdadero aprendizaje y crecimiento?

Imagina por un momento que te subes a un avión y descubres que tu piloto obtuvo su licencia no a través de años de entrenamiento riguroso y horas de vuelo, sino, que lo hizo pagando una licencia anual que a solo pago le permite volar helicopteros, aviones, cazas de combate u ovnis!. Te sentirías aterrorizado, ¿verdad?

Este boletín no va a ser del agrado de muchos "trainers" certificados a la ligera, pero es hora de poner las cartas sobre la mesa y hablar claro sobre este problema.

En un mundo donde la palabra "ágil" se ha convertido en un mantra, ¿qué significa realmente enseñar a ser y hacer Agile? ¿Es suficiente con pagar una cuota y recibir un diploma? La agilidad es una mentalidad, una forma de abordar el trabajo y la colaboración que requiere práctica, experiencia y, sobre todo, un compromiso ético con la mejora continua. Sin embargo, muchos de estos "trainers" certificados no tienen más que un papel que, en realidad, vale menos que el cartón en el que está impreso.

Las consecuencias de esta tendencia son devastadoras. Empresas enteras confían sus procesos críticos a individuos que no tienen ni idea de lo que realmente implica ser o hacer agile. El resultado: productos que fracasan, equipos desmoralizados y una creciente desconfianza hacia el movimiento. Nos encontramos en un punto de inflexión, donde la agilidad puede perder su credibilidad y su valor si no tomamos medidas drásticas para frenar esta ola.

Este boletín está dedicado a todos aquellos que valoran la verdadera agilidad y están dispuestos a defenderla. A todos los que han invertido tiempo, esfuerzo y pasión en convertirse en auténticos profesionales ágiles.

El terror de adquirir una certificación con un examen para marcar y un "balotario"

Que terror pensar que una certificación, que debería representar un sello de calidad y competencia, se puede obtener simplemente completando un examen de opción múltiple y memorizando un "balotario" de respuestas. Este enfoque superficial trivializa el verdadero valor del aprendizaje y la experiencia práctica. Las certificaciones deberían ser el reflejo de un camino de aprendizaje riguroso, de experiencias en el campo, de fracasos y éxitos que forjan a un verdadero profesional ágil. Sin embargo, se ha convertido este proceso en una mera transacción comercial, despojándolo de su esencia formativa.

Te pongo otro ejemplo: Imagina que un cirujano pudiera obtener su licencia para operar simplemente aprobando un examen teórico, sin haber pisado jamás una sala de operaciones. ¿Confiarías tu vida a ese profesional? Probablemente no. Sin embargo, esto es exactamente lo que está ocurriendo. En un campo tan dinámico y complejo, donde cada situación requiere una adaptación y una respuesta contextual, es inconcebible que las certificadoras ofrezcan títulos basados en la memorización de conceptos y no en la aplicación real de conocimientos. Agile no se trata de saber la respuesta correcta a una pregunta en un examen; se trata de tener la capacidad de analizar situaciones, tomar decisiones informadas, aprender de los errores y adaptarse continuamente.

Estamos creando una generación de pseudo profesionales ágiles que saben lo que dice el manual, pero que no tienen idea de cómo enfrentarse a los retos del mundo real. Estas personas pueden recitar principios y teorías, pero carecen de la profundidad necesaria para aplicar esos principios de manera efectiva en situaciones reales y complejas. Se sienten seguros con sus certificados en la pared, pero esa seguridad es una ilusión. En el momento de la verdad, cuando se enfrentan a problemas reales en equipos y proyectos, su falta de experiencia práctica se vuelve evidente.

¿Qué seguridad podemos ofrecer a las organizaciones que confían en estos certificados?

Ninguna. Las empresas están invirtiendo en formación ágil con la esperanza de transformar sus procesos y maneras de trabajar, de convertirse en organizaciones más adaptativas y resilientes. Sin embargo, cuando contratan a un "trainer" que ha obtenido su certificación a través de un pago anual que le permite enseñar desde tecnologías hasta Agile y sabe El Universo qué más, están comprando humo. Están entregando el destino de sus equipos, productos y proyectos a personas que no tienen la experiencia ni las habilidades necesarias para guiarlos. Los resultados pueden ser desastrosos: proyectos que fracasan, equipos que se desmotivan y una creciente desconfianza hacia la agilidad.

Esta práctica no solo es una burla a aquellos que se han esforzado genuinamente por adquirir habilidades, sino que también pone en riesgo el futuro de la agilidad como movimiento. La agilidad nació de la necesidad de hacer las cosas de manera diferente, de poner a las personas y la colaboración por encima de los procesos y herramientas. Necesitamos volver a valorar la verdadera formación, la experiencia práctica, y la capacidad de aprender y adaptarse continuamente. Solo así podremos preservar la integridad y el valor de la agilidad en el mundo empresarial.

El impacto en la comunidad

El impacto de este enfoque de "certificación rápida" en la comunidad ágil es profundamente corrosivo. No solo daña la credibilidad de la agilidad como disciplina, sino que también afecta negativamente a las organizaciones. Esta práctica superficial y mercantilista está erosionando los cimientos mismos de lo que significa ser y hacer ágil.

Proyectos y productos fallidos son solo la punta del iceberg. Estas certificaciones rápidas crean una falsa sensación de competencia. Los "trainers" sin experiencia real no pueden ofrecer el liderazgo y la guía necesarios para navegar los desafíos complejos y dinámicos que caracterizan las transformaciones ágiles. La falta de habilidades y conocimiento práctico se traduce en decisiones mal informadas, prácticas ineficaces y, en última instancia, en el deterioro de la calidad del trabajo.

Hemos sido testigos de cómo estas prácticas han llevado a un aumento alarmante en el número de profesionales que, aunque certificados, carecen de las habilidades necesarias para liderar una transformación ágil exitosa y llevan meses y meses buscando un trabajo, luego de la falsa esperanza que les dio un mal entrenador y un mal curso.

La agilidad auténtica requiere una comprensión profunda y matizada de los contextos en los que se aplican sus principios. Requiere la capacidad de leer entre líneas, de entender las dinámicas humanas, de saber cuándo romper las reglas para lograr un objetivo mayor. Los profesionales mal formados en estos programas rápidos carecen de esta sofisticación. Su formación se ha reducido a memorizar respuestas de un balotario, y no a desarrollar una verdadera competencia.

Las organizaciones que caen en la trampa de contratar a estos pseudo profesionales se enfrentan a un problema doble. Primero, la inversión en formación y acompañamiento ágil se desperdicia. Segundo, la moral del equipo se ve afectada negativamente. Esta situación crea un ciclo vicioso. Las organizaciones, decepcionadas por los pobres resultados de sus iniciativas ágiles, pueden concluir erróneamente que la agilidad no es adecuada para ellas. Esto no solo perjudica a esas organizaciones específicas, sino que también daña la reputación de la agilidad en su conjunto. Otros potenciales adoptantes de la agilidad pueden ser disuadidos al escuchar historias de fracasos, sin entender que el problema no reside en la agilidad misma, sino en la mala adopción dirigida por individuos mal preparados.

La verdadera agilidad necesita ética y rigor

¡Despierta, comunidad! Nuestra comunidad debe ser una fuerza transformadora en el mundo empresarial, pero esto solo será posible si mantenemos altos estándares de ética y rigor en nuestra praxis. Es hora de exponer y dejar de darle tribuna a aquellos que venden humo, que trafican con títulos vacíos y promesas falsas. Estas entidades y profesionales están desangrando nuestra profesión, desvalorizando lo que debería ser un estandarte de excelencia y competencia.

Es hora de un llamado a la acción... La agilidad no es un producto que se pueda empaquetar y vender; es un compromiso con la excelencia y la mejora continua.

Y si esto no le gusta a tu "trainer", es probable que estés en el camino correcto. La incomodidad que sienten es una señal de que estamos exponiendo la verdad. La verdadera agilidad no teme al escrutinio, al contrario, lo invita.

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Es hora de limpiar nuestra casa y nuestra comunidad.


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