El ejemplo de coherencia del Papa Francisco

Colaboración de nuestros amigos de H+K Strategies Chile

El ejemplo de coherencia del Papa Francisco
Francisco Aylwin
Senior Counselor Hill + Knowlton Strategies
14 septiembre 2015

A partir de una nota publicada en PRWeek, revista centrada en la industria de las relaciones públicas, he tenido algunas reflexiones.

En un mundo en que la crisis de credibilidad, la pérdida de la confianza en las instituciones, en las personas y en las elites es la tónica, y a la cual -por cierto- la iglesia católica no ha estado ajena, especialmente por los escándalos que la han rodeado durante los últimos años, el 13 de Marzo de 2013 emergió la figura del Papa Francisco, elegido por los Cardenales para presidir la iglesia, tras la dimisión del Papa Benedicto XVI.

El sacerdote jesuita Jorge María Bergoglio, hasta entonces Arzobispo de Buenos Aires (conocido en esa ciudad por su trabajo comprometido con los más pobres, moviéndose en el “subte” de la capital argentina, alejado de cualquier lujo o estridencia propias de su cargo), logró transformarse rápidamente en el personaje con la mejor imagen y el más creíble del mundo, superando, por ejemplo, a dignatarios de la talla del Presidente de los Estados Unidos, Barak Obama, o la Canciller alemana Angela Merkel. Baste recordar que a sólo nueve meses de haber asumido el papado, la revista Time lo eligió como el personaje del año y la revista Fortune lo señaló como la persona más influyente del planeta, un registro sin precedentes y que muchas personas, instituciones, empresas y líderes mundiales, envidiarían a la hora de hablar de reputación.

Pero ¿cuál ha sido el secreto del Papa Francisco para lograr este éxito? Sin duda, la coherencia. Por una parte, la coherencia personal. Y por otra, la fuerza de un mensaje fresco y esperanzador.

El Papa Francisco transmite un mensaje sencillo, claro y directo, que va acompañado además de actitudes concretas y gestos muy potentes en la vida cotidiana. Minutos después de ser elegido Papa se asomó al balcón ante una Plaza San Pedro abarrotada de fieles y vestido en forma sencilla -despojado del lujo en las vestimentas y del boato que hasta ese momento caracterizaba al pontificado- cerró su saludo a los allí presentes y al mundo entero que esperaba expectante su mensaje: “Recen por mí”, pidió el Papa humildemente. Horas más tarde, al caer la noche, volvió a la residencia de Sta. Marta (donde se siguió alojando a pesar de haber sido elegido Papa, en vez de irse al Palacio Pontificio en el Vaticano), y al retirarse pidió pagar la cuenta de su estadía, como cualquier otro pasajero.

En sus ya casi dos años y medio de pontificado, ha seguido sumando todo tipo de gestos que lo asemejan más a un cura de pueblo que al más alto dignatario de la iglesia católica en el mundo: Contra todas las recomendaciones de seguridad, redujo las escoltas. En sus actos públicos saluda y se deja saludar por todos quienes quieran hacerlo. Es frecuente verlo almorzar en la cafetería junto al personal de la Santa Sede. Se traslada en un auto común y corriente y no en limousine como sus antecesores. La comitiva papal se detiene ante los semáforos en las calles de Roma, respetando cuando toca luz roja.

También, frente a los medios de comunicación, su actitud es de cercanía. La mayoría de los líderes políticos y empresariales suelen mirar con recelo a la prensa -cuánto más lejos, mejor- y ven en una entrevista algo muy similar a un combate de boxeo: Lo importante es llevarse los menos golpes posibles, intentar salir ilesos, ojalá venciendo al “adversario” aunque sea por puntos, y –por cierto- no salir derrotados por knock out. El Papa Francisco es todo lo contrario: concede entrevistas sin problemas (jamás pide cuestionario previo), y aborda con franqueza todos los temas, hasta los más delicados y polémicos como las cuentas del Vaticano, la pederastia, el divorcio, el aborto o la situación de los gays en la iglesia católica.

Su libertad para decir y comunicar sin miedo lo que piensa, lo ha convertido en un fenómeno editorial. Sus homilías -que redacta personalmente- se reproducen por miles en Facebook y otras redes sociales. Posee una cuenta en instagram, quienes se animen a seguirle allí, recibirán escenas “inspiradoras” sobre “la presencia de Dios en nuestras vidas”, como él mismo las ha calificado. Además es activo usuario de Twitter: su cuenta @Pontifex -que maneja personalmente- en español tiene más de 3,8 millones de seguidores y en inglés, acumula más de tres millones y medio de seguidores. Cada tuit del Papa Francisco recibe en su cuenta un promedio de cerca de diez mil retuits. En síntesis, un Papa cercano que no le teme al reto de las nuevas tecnologías y que se comunica con las distintas audiencias -cada cual en su formato- acorde con las tendencias de la sociedad actual.

Desde el punto de vista de la reputación, los resultados están a la vista: es evidente que el Papa Francisco ha conseguido mejorar notablemente la aceptación y la imagen de la iglesia católica en momentos especialmente difíciles.

Dos años y medio después de ser elegido Papa sus índices de aceptación llegan al 91% en su Argentina natal, y se elevan al por sobre el 80% en países como Francia y España. En Estados Unidos, país que visitará en los próximos días, su popularidad llega al 78%.

En un mundo necesitado de personas de referencia y que busca mensajes profundos y esperanzadores, el Papa Francisco está llegando a conectarse directamente con la gente (creyentes y no creyentes), con un mensaje claro y directo, con un estilo cercano y sincero, y en base a la coherencia de su accionar, primero como sacerdote, luego como Arzobispo y ahora como Papa.

Temas: Católica, Coherencia, Confianza, Consistencia, Credibilidad, Iglesia, Papa Francisco, Prestigio, Reputación

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