EL HOMBRE DOMADO

EL HOMBRE DOMADO Javier Herrera Palma

En esa ya lejana época de mi adolescencia a comienzos de los setenta, un grupo de contemporáneos y yo sentíamos una creciente curiosidad por saber el por qué un vecino nuestro de la misma edad tenía siempre tras de sí, una creciente legión de admiradoras completamente derretidas, revoloteándole siempre como moscas, mientras que a todos nosotros, apenas si nos volteaban a ver y muchas veces éramos objeto de la torcida de ojos más hirientes y crueles mientras nuestras mejillas estaban salpicadas por un verdadero firmamento de inflamados granos, por el volcánico cambio hormonal que se estaba dando y que estaba a esas alturas en pleno auge.

  Era tal la efervescencia que muchas veces en una blanca pared, jugábamos a dibujar grafitis al espichar con la yema de los dedos dichos granos y estos arrojar su potente carga contra la pared lo cual aprovechábamos para dibujar las más ingeniosas obras de arte. Sin embargo, Walter, que así se llamaba el susodicho, seguía gozando de la más ferviente tropa de admiradoras que se derretían y peleaban por caminar colgadas del brazo del incipiente Romeo.

Mis amigos y yo nos rebanábamos los sesos tratando de comprender cuál era el secreto de tan desproporcionado favoritísimo. De manera que uno de nosotros sería el encargado de averiguar en qué consistía la singular táctica de venta de su persona empleada y por votación unánime e inapelable, fui el encargado de ser el caballo de Troya, para develar tan profundo misterio….

A través de la historia, ha tocado muchas veces reconsiderar lo que eran consideradas verdades universales. En un principio se pensó que la tierra era plana. Luego, que era redonda y giraba alrededor del sol siendo éste el centro del universo. Más tarde que la trayectoria de algunos astros era elíptica y que nuestra galaxia solo era de modestas dimensiones y nuestro planeta un pequeño punto insignificante ubicado en un extremo.

Hoy en día, los físicos teóricos, y en especial uno muy admirado y fallecido recientemente, nos plantean la posibilidad de la coexistencia de universos paralelos e incluso de multi universos. Por eso, al recordar a Walter y sus tácticas de aquellas épocas, me parecen antediluvianas e imposibles de una coexistencia pacífica ante tanta mujer Power de hoy en día…

Dada mi reconocida afición por el uso del verbo y de contar historias entre mis amigos y como Walter necesitaba en cierta ocasión un apoyo táctico para la faena, me invitó a una fiesta para tener al llegar con quien conversar mientras iniciaba su rutina, lo cual consideré de inmediato, era la esperada oportunidad para develar el misterio.

Las fiestas era su coto de caza, principalmente porque, en apariencia, había adquirido pericia en la práctica de la danza. Igualmente, cuidaba su apariencia al vestir (en ese tiempo aún no existía el máster en asesoría de imagen). Además, mantenía impecable su blonda cabellera. De tal manera que me dispuse a no perder detalle de cada paso puesto en práctica por el incipiente galán.

Ya en la fiesta, mientras yo trataba de conseguir en mi repertorio algún cuento entretenido de mi abuelo, Walter oteaba el horizonte buscando una posible presa. Y listo, allí estaba. En un extremo de la sala, estaba la graciosa jovencita.

  Era una joven de hermosa apariencia que revoloteaba cuál mariposa en medio de un grupo de amigas. Por lo general, las más populares y agraciadas, tienen su corte que la acompañan a todas partes zumbando a su alrededor, como abejas al panal.

No pude dejar de notar, que en efecto era la más hermosa. Walter se acercó al disk jockey que aún no lo habían bautizado con ese pomposo título, sino que en esa época sencillamente era quien colocaba la música y aparentemente le dio una propina y una lista con determinada secuencia de música, seguramente de bailes ya practicados con antelación en un espejo.

Luego se dirigió sin titubeos a sacar a bailar a la jovencita y ya para el tercero disco, la chica había acercado la frente al hombro del susodicho y del centro de la pista se dirigía buscando un rincón más discreto. Es muy posible que el discurso que le había susurrado al oído era el mismo practicado una y otra vez, agregando al argumento una que otra palabra aprendida en alguna película de moda.

Para la media docena de temas, ya la muchacha había caído redonda. En ese momento, anotando mentalmente la secuencia de hechos pude llegar a la conclusión que de la misma manera que nosotros desesperados adolescente por tener novia, las chicas también les interesaba tener su primer romance solo que desde siempre las mujeres han sido más sabias y disimuladas…        

Técnicas de venta: He escuchado más de una vez la frase de publicidad ¡¡¡corra que se acaba!!! Mientras en los depósitos hay montañas de existencia. De todo hay en la viña del señor, dicen, pero las estrategias muchas veces son la misma melodía, solo que interpretadas con diferente tono…

En realidad, la técnica era fácil y de la más ingenua argumentación. Más que todo era un comportamiento y un despliegue de actitud, solo que, en este caso, era completamente falsa. El tipo, después que tenía a la jovencita embobada, buscaba el más insignificante de los pretextos para hacerse el molesto, el bravo, el indignado: Déjame, ¡no me toques! Barbilla levantada, mirada en dirección contraria a la ubicación de la chica, una posición de absoluta dignidad ofendida.

La muchacha, que no quería perder su recién conquistado pretendiente (ninguna de sus amigas tenía uno, ella era la primera), se arrastraba ante el fulano rogándole que la perdonara, que qué había hecho, que solo le mencionara que debía hacer para que la perdonara y desde ese momento comenzaba a mandar Walter. Sencillo, pero absolutamente eficaz.

Yo le comenté lo descubierto al grupo de mis amigos, con algunos detalles enriquecedores de mi propia cosecha, de tal manera que el truco se hizo popular y en esa ciudad que todo se riega como la verdolaga, donde Shakira tarareó sus primeras canciones, donde el catedrático “El Ganso” caminaba a grandes zancadas por la cafetería de la facultad de arquitectura, donde todos los días se aprendía un cuento nuevo y cuando no, se lo venían a contar a uno a la casa, aquella técnica se regó como pólvora.

Una vez que viajé a una ciudad vecina, estando en un parque disfrutando de un helado bajo la sombra de un almendro, escuché a una jovencita decirle al potencial pretendiente: "¿y qué, me vas a aplicar la técnica del Walter? ¡Búscate otra!"

Años después, cuando ya vivía en otro país, cuando este aún no había sido arruinado por la dirigencia supuestamente progresista, regresé de vacaciones a mi ubicación en la adolescencia y me tocó por casualidad visitar el sector donde vivía y pregunté por el susodicho.

Busqué y encontré a uno de mis viejos amigos y pregunté por la vida de Walter. El tipo se había casado con una «hembra Alfa» que lo tenía dominado en extremo. Mi antiguo amigo me dijo, si te quedas un rato lo ves pasar por aquí. Todas las tardes saca a pasear a Fifí (así se llamaba el perrito chigua gua de la mujer). En efecto, al poco tiempo pasó un anciano de una pronunciada calvicie y quien ya había perdido su "blonda" cabellera y lo acompañaba un insignificante perrito que, sin embargo, parecía arrastrarlo, mientras él se preocupaba por no perder la bolsa de plástico con que recogía las gracias de "Fifí", la tirana mascota de su esposa....