EL IMPULSO Y LA RAZÓN
Nadie puede decir que las compras por impulso no existen, pero tampoco que mientras mayor sea el precio de lo comprado las adquisiciones que se hacen son razonadas y mucho.
Un chicle, un chocolate y muchas otras cosas que nos dan satisfacción son compradas “porque sí”, por darse un gusto, pero conforme va subiendo lo que se desembolsa por el bien, desde una licuadora hasta un departamento o un diamante, el razonamiento aumenta, la decisión de compra suele ser bastante más lenta y meditada.
Digamos que nadie sale los martes a “vitrinear” para comprar un automóvil, ni se compra un yate porque lo invitaron a la playa; bueno, tal vez sí, con muchísimo dinero disponible, pero con dinero propio en cantidades, lo que suele suceder es que se reflexiona mucho antes de gastarlo dilapidándolo…
Por eso es que mientras más valor significativo tenga el bien en perspectiva, mayor será el cuidado y el tiempo que su adquisición tome; esto es algo que hay que tener siempre en cuenta cuando se hace publicidad porque insisto, no se razona, salvo tal vez para decidir el sabor, mucho más allá en la compra de un caramelo o un chicle y se lo hace cada vez más cuando el valor (que generalmente se equipara con el precio monetario) es mayor.
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El famoso “reason why” de los anuncios publicitarios cobrará importancia de acuerdo a los productos y será cada vez más elaborado porque quien compraría no es muy fácil de convencer.
Lo digo porque quienes creen que la publicidad es un “enamorador” que no tiene argumentos y el consumidor es alguien que se deja “enamorar” sin atender razones, se equivoca totalmente.
Imagen: www.taringa.net
Originalmente publicado en “CÓDIGO”
Asesor de Comunicaciones del rectorado en Pontificia Universidad Catolica del Peru
1 añoCuanta razón tienes...... Un gran abrazo querido Manolito.... 😊