El poder democrático en jaque
Lo que sucede hoy en Venezuela es una repetición de la cultura del abuso que Latinoamérica practica hace muchos siglos, pero que gustosamente suele importar de otros modelos abusadores mafiosos que hoy ocupan el mundo por sus caprichos omnipotentes.
Convivir sin matarse
La democracia no es un sistema de gobierno ideal, ni mucho menos.
El sistema democrático tiene múltiples debilidades, pero se dice que es “el menos malo de los sistemas de gobierno”, porque tiene la ventaja enorme de buscar contrapesos entre los ámbitos ejecutivo, legislativo y judicial, promoviendo también los contrapesos entre los grupos políticos que compiten por acceder al gobierno.
Que la justicia es igual para todos aunque más igual para los poderosos; que la salud, la educación, la seguridad y la tecnología tienen usuarios de primera y de segunda; que el destino de un país pequeño tiene márgenes de autonomía limitados por su contexto geopolítico, son cuestiones inherentes a la naturaleza humana contra los que no hay una vacuna universal, ni aplicada con la mano izquierda ni con la derecha.
De hecho, la revolución de las redes sociales parece haberle mostrado a la gente de a pie que los políticos no se diferencian por la mano con que firman sino por su sagacidad e inteligencia estratégica para comprender el futuro comunitario.
El poder tiene un sentido agonístico, de confrontación, que le es esencial. Lo que diferencia los distintos niveles de ejercicio del poder es la naturaleza de la confrontación, que puede ser complementaria (donde las partes se regulan y se necesitan mutuamente, como los deportes o las sociedades de beneficios mutuos), o de suma cero (donde alguna parte intenta excluir a la otra, donde el poder de uno impotentiza o anula al poder del otro).
Una democracia regula el ejercicio del poder para que ninguna parte del sistema se instale en un juego de suma cero, y no logre acumular todo el poder para impotentizar al resto. Para ello, todo protagonista relevante en la democracia tiene un poder superior al que debe rendir cuentas, nadie puede atribuirse la suma del poder.
Esta condición de distribución el poder de la democracia contra la autocracia parece que ha reemplazado a las izquierdas y las derechas del escenario de la guerra fría.
Los bloques en los que se está dividiendo el mundo parecen ir hacia el grupo de países democráticos que, como los Estados Unidos, Ucrania, México, Brasil, Uruguay o Chile, pueden ser gobernados alternativamente por políticos de izquierda o de derecha sin que nadie desmaye, y países donde el poder es sostenido férreamente por un mismo grupo como Rusia, China, Irán, Cuba y varios más.
El caso ruso es paradigmático, porque habiendo inaugurado el marxismo leninismo, hoy tiene un gobierno de extrema derecha, conservador, autocrático, pero que antes y ahora sigue orientado a las malas prácticas del poder opaco de la mafia, un tipo de poder cerrado sobre sí mismo.
Como lo planteo en mi artículo El management ruso “Durante la revolución contra los zares, los bolcheviques apelaron a la delincuencia rusa para crear un clima de desestabilización contra el gobierno zarista, provocando pillajes, asesinatos, soborno a funcionarios.
La primera comunidad mafiosa conocida, los zhigani, más tarde combatieron contra los urki para terminar uniéndose ambos grupos a fin de crear los vory v zakone muchos años después. Vory v zakone significa “hombre de código”, alguien que sigue las reglas de la mafia, que inicialmente eran:
1. Prohibido trabajar o tomar parte en trabajos sociales; 2. Prohibido tener familia (Padre, madre, esposa, hijos, hermanos); 3. Prohibido tomar las armas para el Estado (Enrolarse en las FFAA); 4. Prohibido cooperar con las autoridades como testigo o víctima; 5. Obligación de contribuir con dinero al bienestar común del grupo; 6. Obligación de sostener a la familia del camarada preso.
La mafia rusa gradualmente se involucró con los burócratas de la Nomenklatura rusa, que por el poder de sus puestos y la libertad para tomar decisiones sin ser cuestionados, se convirtió en una mafia de corrupción que podía lograr beneficios tan o más rentables que la delincuencia clásica.”
El discurso único
El modelo ruso fue exportado a Cuba y de allí a Venezuela, donde han copiado paso a paso el modelo cubano Made in Russia.
La retórica del gobierno venezolano es, de un modo tragicómico, una copia fiel de la retórica rusa.
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El gobierno venezolano acusa a la oposición de intentar un golpe de Estado, de robar documentos, de falsear los datos, que es exactamente lo que el gobierno está haciendo.
El modelo de la paradoja cínica (acusar al otro de lo que uno hace) no fue creado en Venezuela y es una excelente trampa comunicacional para confundir al público que en su mayoría, le cuesta imaginar que alguien importante pueda mentir de ese modo tan descarado.
La paradoja cínica puede recordarse en la declaración oficial de Putin de “operación militar especial contra Ucrania” y en los mensajes de Maduro.
El discurso único es la forma en que el poder abusa sobre las relaciones sociales, tratando de transformar la diversidad en una monocromía de percepciones excluyentes de la realidad.
El discurso único anula toda diversidad, todo matiz, toda oposición, para asentarse en la confortable comodidad de la idéntica opinión en distintas personas y grupos sociales.
Pero ya se ha visto que la uniformidad primero ordena, luego aburre y más tarde elimina cualquier brote de nuevas ideas, se vuelve un monólogo monótono, se aísla y comienza la degradación de sí misma, como le sucedió al sistema comunista en su ostensible fracaso del que no puede culpar a nadie más que a su propia lógica interna.
Del discurso único se sale con diálogo, con el intercambio de opiniones diferentes que promueven las cadenas ideativas para buscar puntos de encuentro en la diversidad y creatividad en la homogeneidad.
El gerenciamiento o management promueve la transparencia de las opiniones diversas para lograr mejoras continuas de la productividad.
Pero el diálogo en la diversidad no es obediencia complaciente ni es sumisión pasiva, es comparación de diferencias para generar nuevas ideas, en un nivel lógico que logre superar las diferencias del nivel anterior.
Lo más importante del diálogo productivo no es estar de acuerdo, sino generar ideas nuevas con potencial de desarrollo, validando que opiniones diferentes pueden llevar a soluciones no previstas.
Latinoamérica está invadida de expectativas de opiniones idénticas. Pero que todos piensen lo mismo no lleva a ningún lado. Debemos aprender a convivir con opiniones diferentes para lograr innovaciones imposibles de acceder por los caminos tradicionales.
El diálogo puede resultar incómodo, trabajoso, agotador, pero es función esencial y prioritaria de cualquier líder social, político, empresarial, para desplegar las potencialidades del entorno evitando que su vanidad lo lleve a buscar obediencia en lugar de creatividad.
La respetuosa diversidad con transparencia es el único camino para lograr una Latinoamérica que explore todo su potencial, a fin de atraer población trabajadora en lugar de expulsarla. ©