LA BOLA DE MOCOS

LA BOLA DE MOCOS Javier Herrera Palma

  En lo personal, estoy casi montado en los setenta. Mucha agua ha pasado debajo del puente y en consecuencia, trato en lo posible de hacer casi a diario mis prácticas de redacción para mantener algunas actividades como especie de ejercicio, en este caso, del cerebro. Dicen que músculo que no se ejercita se atrofia, qué más quisiera, con la mitad de las neuronas o menos, que, en teoría, aún deben quedar.

 He escuchado varias veces una información que es casi seguro, sea una realidad. Esta hace referencia, a que las personas de la tercera edad se ponen tercas y es probable que si se analiza una muestra de cierto porcentaje de los novecientos millones que tiene esta “Red profesional” como le encanta decir a un minúsculo y casi extinto número de suscritos en esta concurrida plataforma (de seguro salta el mismo de siempre, a quien he rebautizado como el Roto Quezada, a comentar que de donde saqué la cifra).

Es probable que, sin mucho esfuerzo, y con la fiebre actual del Tick Tock, pueda tenerse unas métricas que muestre, sin lugar a ninguna duda razonable, que esta afirmación goza de cierta credibilidad o como me escribió un amigo quien me lleva un par de décadas y quien con encendido verbo se defiende argumentado: “¡No señor, solo te llevo diecinueve!”, algo perfectamente comprensible, ya que a medida que pasa el tiempo, cada año adquiere una importancia radical.

En el reciente próximo pasado, sosteníamos divertidos debates sobre las serias intrascendencias de la vida. Hoy, migrante también al igual que la cuarta parte de la población del país donde vivo, sus palabras textuales en este debate son las siguientes: “Es el pegamento perfecto, lo sacudes, lo soplas, intentas lanzarlo como una metra y él...nada... sigue adherido como si formara parte del índice o del pulgar...”

Una semana que termina y otra que comienza.