La felicidad: un propósito colectivo
Nos toca promover lo mejor de las personas, de las instituciones y del país para iluminar e inspirar fórmulas exitosas de coexistencia.
El sueño de todo ciudadano debería estar centrado en felices, a partir de allí, surgirían todas las actividades de la vida, porque nuestra esencia humana es justo esa, la de ser felices y es que esto además es, un derecho humano, tanto que es un derecho constitucional en algunos países del mundo y cada vez más, para muchas empresas es uno de sus principales valores.
Son muchas las acepciones dadas por psiquiatras, psicólogos, especialistas en bienestar y estudiosos del tema, pero aquí solo quiero señalarla como un estado de ánimo o una manera de experimentar bienestar en su máxima expresión. Por supuesto que existen cientos de acepciones, pero no es menester de este artículo indagar en ese concepto, por ahora.
Los venezolanos hemos dejado de experimentar esa sensación, dados los múltiples ruidos en el entorno que interfieren de manera sistémica en nuestra sociedad para no alcanzar ese derecho que tenemos todos de ser felices.
La pandemia vino a poner el colofón en los distractores de la cotidianidad que, sin duda, sobrepasan el deseo de fluir en un propósito determinado. No obstante, a diario hacemos un esfuerzo por alcanzar metas y a pesar de los obstáculos, podemos ver cómo si muchos individuos y empresas estamos dispuestos a saltar todas las barreras para alcanzar lo que es nuestro derecho.
Los ciudadanos, las instituciones y grupos humanos tenemos que reencontrarnos alrededor de ese bienestar, promover juntos un estado de felicidad que promueva desde las instituciones, tanto públicas como privadas, ese derecho humano que tenemos todos.
La felicidad debe ser un propósito colectivo marcado por la triada Estado – Instituciones – Ciudadanos, donde el bienestar individual esté vinculado a la sociedad toda.
Nos toca promover lo mejor de las personas, de las instituciones y del país para iluminar e inspirar fórmulas exitosas de coexistencia, capaces de construir puentes de comunicación y diálogos, entre todos los actores sociales por la búsqueda de un mejor futuro para todos.
Es tiempo entonces de que el liderazgo transforme, no solo la narrativa de sus discursos, sino que sea capaz de ver la profundidad en el ser y diseñe programas acordes con los tiempos, con este nuevo siglo para orientar a la sociedad hacia ese derecho que sin duda transformará las huellas en el mundo.