La paradoja de lo contingente
Muchas son las definiciones que filósofos e intelectuales han puesto a nuestro época, todos comparten que estamos en un cambio de época significativo, caracterizado por la pérdida de valores, dejando atrás tradiciones y costumbres de generaciones que mantuvieron -digamos- cierta estabilidad social y familiar.
Me gustaría, afinar, como hacemos desde este -humilde rincón´- la esencia de este fenómeno. Siempre buscamos el último porqué, una vez encontrado, tenemos la respuesta y es más fácil entender el resto: el orden propicia libertad.
Digamos que hemos heredamos hasta nuestros abuelos (68 aprox.) el -confort de la ley natural-, una imposición de normas que se transmitía de generación en generación, con un trasfondo moral que poco a poco perdió la racionalidad de su fundamento, por la progresiva falta de formación intelectual, humanística y antropológica, pareja al esfuerzo, algo peyorativo.
Cuando uno pierde la identidad, deambula sin rumbo y fácilmente pasa de un extremo al otro: pasamos de la ley natural, innata al hombre, a la dictadura del relativismo en cuestión de dos décadas: 68 a principios de los 80.
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Los estragos de la dictadura del relativismo, denunciada por el gran Ratzinger, abocaron a una época de postverdad, donde lo evidente se niega y hubo un cambio de paradigma geostratégico-social en el cambio de milenio, principios siglo XXI.
Apuntando ya al primer cuarto de siglo XXI, redefiniría la situación, el hombre de hoy día ni siente ni padece, no entrega su vida por una causa porque no entiende lo que es ni sabe si merece la pena, hemos entrada en una nueva época, también auspiciada por el -boom- de las nuevas tecnologías, y más ahora en con el acicate de la IA, es la época de lo contingente: NADA ES NECESARIO.
En este mundo: nada es para siempre, no hay vínculo, todo es perecedero, todo cambia, la novedad es la norma, todo es efímero, con lo que lo importante es lo mutable, todo depende, ya no hay referencias ni líderes: la paradoja de lo contingente. Esta paradoja rompe el principio de no contradicción, ya que esta manera de actuar es incompatible, no podemos fundamentar una sociedad sobre unos principios que se contradicen a sí mismos, estamos viendo las consecuencias: tristezas, apatía, sinsentido y suicidio.
Volvemos a la filosofía básica: el sentido de algo no puede residir en sí mismo, o encontramos el sentido de la vida fuera de nosotros o jamás lo encontraremos.
Maestro y Facilitador de herramientas de Inteligencia Artificial en educación
1 añoEn este siglo XXI, la tecnología y la inteligencia artificial están cambiando mucho las cosas. Ahora vivimos en un tiempo donde todo cambia rápido, nada parece ser realmente necesario por mucho tiempo, y eso hace que la gente se sienta triste y sin motivación. La sociedad está tratando de encontrar un sentido en un mundo que siempre está cambiando, y esto afecta cómo nos sentimos emocionalmente y cómo nos relacionamos culturalmente. Es un desafío adaptarnos a esta nueva realidad.