Libertad "soterrada"
Supongamos que va a comprar a una tienda determinada. Usted saluda con amabilidad, como es frecuente, sin embargo, quien le atiende está con un semblante distorsionado (“caracho”) y le responde de manera prepotente, ofensiva, agresiva... ¿Cómo reacciona usted? ¿Su respuesta, cuál es? ¿Es igual o distinta al estímulo recibido? No olvide que el “caracho” constituye el estímulo…
Durante el día estamos sometidos a una variedad de estímulos. Pero, quizás, los que más efectos producen sean aquéllos provenientes de nuestras relaciones interpersonales. Sería ideal escuchar cada mañana: “Espero tengas un buen día”; "¡Sigamos! Ustedes, pueden lograr esto y mucho más…” Y, en fin, una serie de expresiones que hacen que la convivencia entre las personas sea de una especial singularidad: sobre todo en las organizaciones. Las “vibras” -como dicen- son fácilmente detectables, incluso sin emitir palabra alguna. Todo el clima organizacional se basa en los estímulos recibidos y/o emitidos y en la manera de darles un sentido…
Entre un estímulo y nuestra respuesta existe un espacio de libertad propio, personal e íntimo que le permite responder de la manera que usted desee, pues usted es el responsable último de sus comportamientos y de las elecciones que hace en su vida. ¿Qué poder tiene esa persona (el ejemplo de la tienda) sobre usted para echarle a perder el día? ¿Quién le ha dado el derecho a influir, en su persona, negativamente? La verdad es que no tiene ni el poder ni el derecho, si usted no se lo permite; y no hacerlo significa, en primer lugar, comprender empáticamente a esa persona que está con problemas y, en segundo lugar, que usted se conoce lo necesario como para no reaccionar sin pensar, pues entre el estímulo y la respuesta existe un espacio de libertad personal en el cual usted decide y elige sus respuestas y, considerando el ejemplo de más arriba, pues elijo "no pescar"...
La “última de las libertades humanas” pertenece a Viktor Frankl (1905-1997; Psiquiatra austríaco y fundador de la Logoterapia) Su modalidad sigue siendo tremendamente recurrente, sobre todo, cuando se trata de dar sentido a un mundo cada vez más cambiante y adverso, pues nuestra vida se ha transformado en eso: o nos acostumbramos a evaluar y considerar nuevos paradigmas, o bien seguiremos pensando que mis soluciones de hace 10 años –siempre- serán las más apropiadas y mejores…
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Estar consciente de ese espacio que existe entre los estímulos de la vida y mis respuestas constituye una lucha personal diaria que vale la pena ser vivida. ¿Cree, usted, realmente, que un mal rato en una tienda; un par de garabatos de un automóvil a otro; la prepotencia de alguno de sus compañeros de trabajo merece que usted y/o su familia se sientan mal durante unas horas, una tarde, o días completos? Definitivamente, usted no se lo merece, aparte de que no es lógico. Ni los hechos, ni acontecimientos (estímulos) pueden influir en su conducta si usted no lo permite. Medítelo un momento y responda en consecuencia.