A propósito de las bajadas de impuestos
“I contend that for a nation to try to tax itself into prosperity is like a man standing in a bucket and trying to lift himself up by the handle.”
― Winston S. Churchill
En estos días la polémica sobre la conveniencia o no de bajar impuestos está en boca de todos. Nada extraño con una inflación desbocada (9,8 % en el mes de marzo) que empobrece a todos los ciudadanos.
Si aproximadamente el 50 % del precio de la energía y los combustibles son impuestos, parece lógico exigir a la administración que se apriete el cinturón, del mismo modo en que lo hacen las familias y las empresas.
Sin embargo, nuestros burócratas se resisten cual gato panza arriba ante esta reivindicación. Sin entrar en cuestiones ideológicas, el motivo es básicamente económico. No tienen mucho margen de actuación.
Es cierto que con la subida de los precios en lo que llevamos de año han percibido una recaudación extra que bien podrían aplicar a ayudar a quien más lo necesita, pero no haber hecho los deberes a tiempo conlleva suspender a la hora del examen.
En España, especialmente desde 2008, venimos manteniendo niveles de deuda pública muy por encima de lo aconsejable. Terminamos 2021 rondando el 120 % del PIB, y se estima que actualmente estaremos por el 125 %. Para que nos hagamos una idea, países como Suiza o Dinamarca se encuentran por debajo del 50 %. Esto les da margen de maniobra para reaccionar cuando vienen mal dadas.
Nos dirán que no se pueden bajar los impuestos porque se pondrían en riesgo los servicios públicos esenciales. Falso. Se estima en 60.000 millones el importe total de gasto improductivo de las administraciones españolas. 60.000 millones…
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De nuevo cabe incidir en la necesidad de no gastar más de lo que se ingresa, no incurriendo un año tras otro en un déficit insostenible que te obliga a endeudarte más y más. Y no cabe el argumento de que las cuentas públicas no pueden administrarse como las de una familia o una empresa.
Bien al contrario, el dinero de todos debe llevarse con la máxima responsabilidad. Y, como decía Adam Smith, lo que es bueno para una economía doméstica, difícilmente puede ser malo para el mayor de los reinos.
Nuestra deficiente situación se va a ver agravada próximamente por dos motivos. El BCE ya ha anunciado el fin de los estímulos, esto es, de la compra de deuda pública de los países miembros. Esto irá sucediendo paulatinamente a lo largo de 2022.
Teniendo en cuenta que el BCE era el principal comprador de deuda pública española, ¿en qué situación dejará eso nuestras cuentas? Agárrense que vienen curvas.
Además, la FED ha empezado a subir tipos. Y se especula con que lo hará más veces y con más fuerza durante 2022 para combatir la inflación. El BCE antes o después hará lo propio. ¿Cuánto se elevará el coste de la elefantiásica deuda hispana? ¿Cómo afectará esto a nuestro país? Dado que estamos tiesos, es probable que bordeemos el default y/o el rescate europeo.
Siempre es recomendable ser prudentes en nuestras finanzas empresariales y personales. Pero ahora mucho más. Que la recesión que se adivina ya en el horizonte, adelantada por la inminente inversión de la curva de tipos de interés en EE.UU., no nos pille desprevenidos. Desde luego, no podremos decir aquello de “no se podía saber”…
Economista con habilidad para comunicar
2 años"Starve the beast", en palabras de Ronald Reagan.