¿Qué podemos aprender del mejor deportista del planeta?

Hace más de 1 año mi hijo Matías, tomó la decisión de comenzar a entrenar triatlón como actividad extracurricular en el colegio; la sorpresa para nosotros fue mayúscula, porque Maty no era precisamente el más deportista, y ahora de la nada, quería pasar de 0 (cero) a 3 disciplinas (nadar, montar bici y correr) en cada entrenamiento.

Supusimos que iba a ser algo pasajero, como suele ocurrir con los niños pequeños, y así lo sentimos, cuando luego de los primeros entrenamientos, Maty llegaba a la casa cansado y llorando, alegando que era muy duro.

Pero algo dentro de el empezó a cambiar, cada día llegaba más animado de sus entrenamientos, y empezaba a disfrutar el proceso.

Pronto llegó la primera competencia, y los nervios estaban a flor de piel (…los nuestros, no los de el..), y arrancó a nadar; y como era de esperarse, llegó de último, luego tocaba la bicicleta, y, llegó de último, y finalmente llegó la corrida, y, así como se lo están imaginando, llegó de último.

Al finalizar la carrera, tenía la cara roja del calor y del cansancio, y mientras íbamos rumbo al carro para devolvernos, se puso a llorar; le pregunté porque lloraba, y me dijo, papá, es lo más difícil que he hecho en mi vida, y nunca me había sentido tan agotado.

Luego de una breve terapia con helado de Häagen Dazs, íbamos rumbo a la casa, y me dijo, lo quiero volver a hacer.

Ya ha competido en varias carreras, y para el entusiasmado lector, solo puedo decirle, que ya no llega en última posición, pero eso no es importante, para nosotros, lo esencial es que termina sus carreras con una sonrisa y deseoso de continuar.

El fin de semana pasado, tuvimos una prueba muy dura, esta vez tuvo que correr en una categoría más alta, y esto, no solo implicaba una mayor complejidad porque las distancias eran el doble de las que venía haciendo, sino que también, lo volvieron a sacar de su zona de confort, y de la categoría que ya manejaba, y se sentía a gusto con sus amigos.

Pues, como era de esperarse, esta vez casi ni llega a la meta, se le salió una pequeña lágrima, y ya después hizo un pequeño baile de celebración; pero lo más destacable fue que, luego de terminar su carrera, sus amiguitos con los que había entrenado y competido en el pasado, comenzaron su carrera, y el pudo verlos competir. 

Les gritaba y les daba ánimos, pero dos niños en particular empezaron a sufrir, y la verdad lo estaban pasando mal. En ese momento, Maty, a pesar del cansancio que tenía, salió corriendo para rescatar a sus compañeros y ayudarlos a terminar, mientras corrían – caminaban los últimos metros, les daba palabras de aliento, y los ayudó a cruzar la meta.

Puso de lado su cansancio, y dolor para salir a auxiliar a sus amigos; el coach luego esa tarde nos mandó un mensaje, y nos dijo, hace rato deje de entrenar a mis atletas para que fueran los más rápidos, ahora los acompaño para que sean mejores personas.

Al ver las fotos del evento, me quedan algunas reflexiones:

·      Sal de tu zona de confort las veces que sea necesario

·      En la zona de confort no hay crecimiento, no hay retos

·      Está bien llorar y derrumbarse, vaya cómase un helado, y prepárese para volver a la competencia

·      Si algo nuevo te da nervios y ansiedad, pues, hazlo con nervios y ansiedad; si no sientes miedo, es porque no te estás retando lo suficiente

·      Empújate todos los días más, pero disfruta el proceso

·      No te compares con nadie, solo compárate y trata de mejorar frente a tu yo de ayer

·      Ayuda a los demás de manera desinteresada, acompáñalos a que también logren sus metas

Gracias Maty por ser mi inspiración, por enseñarme tanto, y felicidades por ser el mejor deportista del planeta.