¿Qué va a pasar cuando cambie el gobierno?

Recuerdo que cuando era niño íbamos a pasar Año Nuevo a la casa de mis abuelos, y apenas terminábamos de cenar mi abuelo se levantaba de la mesa y decía "hasta mañana, que la pasen lindo" y se iba a dormir como cualquier otra noche de su vida mucho antes de la esperada medianoche que marcaba el cambio de calendario. Cuando fui un poco mas grande le pregunté a mi papá por qué su padre hacía eso y su respuesta fue que él consideraba que esa era una noche como cualquier otra, que en realidad éramos nosotros los que le dábamos una connotación mágica.

Antes de seguir desarrollando el punto, quiero dejar aclarado que a mí me encanta la connotación mágica que le damos a determinadas fechas en el año, porque eso estimula la demostración de afecto con familiares, amigos, compañeros y hasta desconocidos, provocando el curioso efecto de que algo que es absolutamente simbólico finalmente se convierta en algo real (como le dije una vez a mi hijo: Papá Noel existe porque la tradición que creamos sobre su existencia es real)

Así y todo, confieso que aún hoy me sigue causando gracia la pregunta que me hizo un amigo a fines del año pasado cuando me dijo "el año que viene...¿de dónde viene?". Claro, si dejamos por un momento de lado la magia rápidamente comprenderemos que el año que viene no viene de ningún lado...somos nosotros los que le damos esa dimensión casi sobrenatural a una fecha o a una noche que, en rigor, es igual a todas las demás.

Creo que ya es momento de decir que toda esta reflexión respecto al simbolismo que le damos a algunos momentos específicos del año, si bien aplica para cualquier situación de cambio en general, tiene que ver con una pregunta que está flotando en el aire desde hace un tiempo en Argentina:

¿Qué va a ocurrir una vez que se produzca el cambio de gobierno?

Por supuesto nadie tiene la bola de cristal para responder con certeza ese interrogante, pero más allá de eso creo que vale la pena destacar la recurrente necesidad que tenemos los seres humanos de tratar de predecir el futuro, de controlarlo de alguna manera. Y nada más lejos de nuestra posibilidad que controlar el curso de los acontecimientos.

En algún artículo anterior ya mencioné mi punto de vista al respecto: hay cosas que podemos controlar y cosas que no podemos controlar, y las cosas que no podemos controlar son...todas! Por tanto sostengo que ya que no podemos controlar lo que va a pasar, lo que tenemos que hacer es poner la energía en controlar lo que nos pase a nosotros con aquello que vaya a pasar.

Por eso mi propuesta respecto al próximo cambio de gobierno y a cualquier cambio que se avecine es enfocarse en las tres preguntas fundacionales de cualquier individuo/organización:

• ¿Quién soy? (Misión)
• ¿Adónde voy? (Visión)
• ¿Con quién? (Valores)

Para quien nunca pasó por el proceso de encontrar la respuesta a estas preguntas, le sugiero que lo haga cuanto antes porque si bien esto nunca proporcionará las certezas que humanamente siempre buscamos, al menos permitirá diseñar el rumbo que se quiera tomar independientemente de los cambios que de cualquier manera ocurrirán y que, como ya dijimos, no estamos en condiciones de controlar.

Retomando la idea del abuelo: al cambio de año, de siglo o de escenario gubernamental podemos darle una connotación mágica y creer que de la noche a la mañana se producirán cambios que podrán perjudicarnos o beneficiarnos, o también podemos considerar que simplemente será un cambio mas de los muchos cambios que ya hemos vivido a lo largo del tiempo. Se trata de un proceso mas que de un suceso.

Sea como sea, propongo aprovechar la ocasión para reenfocarnos en revisar las tres preguntas fundacionales y validar si las respuestas actuales siguen siendo funcionales en relación al nuevo contexto.