Riesgo de motivaciones
Son las seis y nueve minutos de una tarde somnolienta en la que la lluvia no acaba de caer. Las nubes retienen en lo alto su tesoro, opacas, altivas, lejanas aún. El cielo se va cubriendo de tonalidades grises que se agrietan en los extremos dejando pasar reflejos tan blancos que deslumbran.
No le faltaban motivos para creer que, por fin, olería a tierra mojada.
Habían anunciado riesgo de inundaciones. Quizá para no sentirse menos que en otros lugares en los que los barrancos tornaban su pedregal de siempre por borbotones de un agua espesa con todos los tonos del barro que corría por ella.
Empezaba a llover a trompicones, como si el cielo dudara en deshacerse de toda su pesada carga de golpe, en un arranque de rabia o de orgullo, vaya usted a saber, o ir soltándola como se dejan caer las migas de una comida en el plato.
Abajo, tras los cristales, mirábamos las gotas golpearlos sin más fuerza que un interés desapegado. Pararon y dejaron paso al silencio.
Tenía motivos para estar allí, sentada en la mecedora, queriendo saber más de aquel día que anunciaba aguas torrenciales. Quería saber qué le motiva a quedarse en casa, cancelar su cita y abrir el portátil para escribir lo que sentía. Era eso, necesitaba saber.
Los dedos se movían por el teclado, señalando letras que misteriosamente aparecían en la pantalla. Desde la mente, una intención desconocida movía aquellos músculos, las articulaciones, cada célula necesaria para que las palabras siguieran corriendo unas detrás de otras, como las gotas hacía unos minutos chorreaban por los cristales que resguardaban la terraza.
Pensaba en qué le hacía estar ahí, mirar en silencio sus manos bailar delante de ella. Se dijo que le hacía sentirse atenta, centrada en algo sin nombre aún, algo que emergía de dentro, su voluntad de que hoy no fuera como tantas tardes y mañanas, secas, tristes, vacías de ganas.
Han pasado cuarenta minutos que ya no puede contar como días de exilio. Son minutos de presencia en su propia vida.
¿Qué motivos tengo? La pregunta estaba huérfana, le faltaban los apellidos, al menos uno que la hiciera visible entre las palabras que corrían por el barranco del texto. ¿Para qué?
Para estar ahí, sentada a su lado, esperándose a ella misma.
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La motivación era un mantra en boca de gurús, expertos, maestras y alumnas ansiosas de su ración de sabiduría exprés. Dime lo que tengo que hacer. No, mejor, dame la solución y hazlo ya, que mi paciencia necesita urgentemente la respuesta.
Un mundo loco el de esta mente inconsciente de sí misma, a la que mueve el capricho, la satisfacción inmediata. Me gusta, lo quiero.
La lluvia ha parado. Las predicciones se cumplirán en otro momento y lugar, para no defraudar al auditorio ansioso de noticias. Las nubes se han desgarrado todavía más dejando sábanas blancas arremolinadas en una cama a medio hacer.
Hoy quería encontrarme con quien me esperaba hace tanto tiempo. Algo dentro de mí ha notado su presencia. Soy yo, estoy aquí contigo.
Bajo la mente discursiva, se esconde un rayo de consciencia capaz de emerger entre las nieblas de mis creencias. Un rayo que me muestra que vale la pena sentarse en una mecedora, abrir el ordenador y encender la luz de la verdad.
Tengo motivos para estar aquí, a mi lado, escuchándome más allá de los juicios sobre mí misma, de las expectativas sobre mi vida, de la esperanza de que una motivación envuelta en papel de plata cambie lo que no estoy dispuesta a hacer.
La motivación se escribe con minúsculas a cada momento, coloreando lo que hago de la emoción que me mueve a hacerlo.
Si indago en mente, sin prejuicios, encuentro el pensamiento que me ha hecho sentirme así, capaz de moverme en el sentido que mi cuerpo ha expresado.
Pensamiento, emoción y acción van juntos. El para qué, cómo me hace sentir y lo que hago.
Podemos empezar por cualquiera de esos tres ángulos y darnos cuenta de eso que llamamos motivación.
Clínica oratoria para profesionales, políticos, empresarios. Inspiradora. Speaker. Formadora en AC Beyond the word. MP
1 añoIncreíbles palabras, María Luisa Martín Miranda - Coach y formadora.. desde el alma!. Tan bien escritas, que motiva volver a cada uno de los pensamientos, observar como cae la lluvia y comunicar de nuevo. Gracias. Siempre inspiras, motivas y enseñas!