Sé Gandalf
Warner Bros.

Sé Gandalf

Recibí el Año Nuevo recostado en la cama. Sé que no suena muy glamoroso, pero me animaban buenas razones, créanme. Tenía una misión: en el preciso momento en que dieran las doce, yo debía cubrirle las orejas a Sebastián, mi hijo menor, para evitar que se despertara sobresaltado con las explosiones de los fuegos artificiales, y en todo caso estar a su lado para calmarlo. Pero dije "razones", en plural. Esa labor paterna resultaba una coartada convincente para disfrutar de un tiempo para mí. En la tranquilidad de la habitación y un rato antes de que empezara la cuenta regresiva, cogí el móvil y comencé a ver de nuevo La Comunidad del Anillo, la primera película de la saga de El Señor de los Anillos. Bilbo celebraba su cumpleaños número 111 cuando el cielo se iluminó con las bombardas.

Parece que esa manera de recibir el 2020 elevó mi frikismo a límites desconocidos. En los días siguientes, vi las demás películas de la saga, me volqué de nuevo en mis viejos libros de Tolkien y sostuve largas conversaciones nocturnas con mi hijo adolescente, un verdadero erudito en asuntos de la Tierra Media. Y ahora estoy escribiendo este artículo para compartir algunas ideas sobre storytelling y liderazgo inspiradas en estas aventuras de fantasía.

El héroe no eres tú

Ya lo dije: sé Gandalf. O Aragorn. O Legolas. O Sam. Pero, en todo caso, no seas Frodo. Asumo que conoces la historia. Un tipo con la estatura y la complexión de un niño, sin pretensiones de gloria, miembro de una raza amante de la vida hogareña y de las fiestas -o sea, un hobbit- se convierte en el héroe encargado de destruir un anillo maligno y de frustrar así los planes de un poder oscuro que quiere dominar el mundo. Solo Frodo Bolsón, el hobbit, puede llevar el anillo. Sin embargo, no cumple su tarea solo. Parte a su largo viaje con ocho compañeros, y todos tienen algo que aportar: su valor, su destreza en el combate, su agilidad, su sabiduría, su fortaleza o, al menos, su alegría ingenua y su fidelidad. Todos en conjunto contribuyen al éxito de la misión.

Cuando contamos historias en el contexto empresarial, sea a los clientes o a los públicos internos, podemos sentir la tentación de reservarnos el rol protagónico. Pero este usualmente no nos corresponde. Hace cuatro años, participé en un proyecto para un organismo técnico del Estado, interesado en dar a conocer su valioso trabajo en el monitoreo de la calidad ambiental del aire. El proyecto consistía en crear un cómic. En la reunión con los clientes, exploramos cuál era el público al que deseaban dirigirse y cuál debía ser el protagonista de la historia que íbamos a contar.

El público al que más les interesaba llegar eran los alcaldes, las autoridades municipales, ya que podían facilitarles los espacios para instalar sus sofisticados equipos y para expandir su red de vigilancia ambiental. Por lo mismo, decidimos que el personaje principal sería un alcalde, uno comprometido en mejorar las condiciones de vida de su comunidad y que se toparía con ciertos obstáculos. En el relato, los especialistas del organismo que nos contrató le prestarían apoyo, lo asistirían con su conocimiento y con su tecnología -con su magia-, de modo que pudiera tomar mejores decisiones a favor de los vecinos. "¿Recuerdan El Señor de los Anillos? ¿Recuerdan a Frodo? Ustedes no van a ser Frodo -les dije-. El alcalde va a ser Frodo. Ustedes van a ser Gandalf". Sus ojos se encendieron de orgullo.

Si quieres que tu audiencia conecte con tu mensaje, preséntale un protagonista con el que se pueda identificar. Invítala a entrar en tu relato como protagonista. Por supuesto, en tu labor como líder, muchas veces resultará apropiado que compartas tus historias personales. Aún en esos casos, procura que tus oyentes se reconozcan en ti gracias a los detalles que eliges destacar. Aproxímate a tus oyentes desde lo familiar y deja que, en tu narración, vean reflejados sus afectos, sus inquietudes, sus ambiciones, sus dudas. En resumen: la condición humana. Una forma más directa de ceder el protagonismo es hacer ajustes en la perspectiva de la narración para que el foco esté puesto en otro personaje; por ejemplo, un cliente o un colaborador. Alguien impulsado por un deseo o por una necesidad y a quien tú, tu organización o la marca a la que representas ayudarán a alcanzar sus objetivos.

Visión y guía

Los arquetipos, ese concepto propuesto por Carl Jung, nos pueden servir para entender y describir la forma en que cooperamos con el héroe de nuestra historia. Desde un punto de vista narrativo, los arquetipos son, en palabras simples, tipos de personajes. Se trata de patrones de conducta y de identidad que se repiten en numerosos relatos. Personajes que encarnan el mismo arquetipo desempeñan funciones semejantes en la narración, aunque su apariencia y su temperamento sean distintos. En Gandalf coinciden dos arquetipos: el mago -aquel que nos asombra con acciones milagrosas porque domina algunas artes secretas- y el mentor, quien transmite sabiduría y lleva a otros a encontrar su verdadero potencial.

Al emprender la marcha hacia las tenebrosas tierras de Mordor, donde Frodo debía arrojar el anillo a la lava de un volcan, Gandalf se pone a la cabeza. El resto del grupo está atento a sus consejos y a sus indicaciones para escoger la ruta. Pero la labor de Gandalf como guía comienza mucho antes. Si Frodo se atreve a dejar su hogar en la Comarca -el mundo conocido- y se embarca en una aventura incierta, fue precisamente porque Gandalf le reveló qué cosa era realmente aquella joya que le heredó su tío Bilbo y qué amenaza supondría que cayera en manos de Sauron, el Señor Oscuro. El mago lo orientó hacia su misión; le advirtió del peligro de ponerse el anillo y le procuró compañía, pero no lo subestimó, porque intuía que estaba hecho de un material más resistente y más noble que lo que aparentaba.

Quizás, en tu trabajo cotidiano, tú ya eres un colega de Gandalf. Transmites visión, señalas la ruta, delegas, enseñas, expresas confianza. Ser mentor es la forma en que sirves al héroe. Y la manera en que el héroe crece para cumplir su tarea puede convertirse en el argumento de varias de tus historias.

El mentor narrador

En una estupenda charla TED, en la que desentraña uno de los secretos de las presentaciones más inspiradoras, Nancy Duarte, CEO de Duarte Inc., argumenta que transmitir una idea potente en una presentación es un acto de mentoría. A todos esos expositores narcicistas, enamoradores del sonido de su propia voz y de los aplausos del público, les pincha el globo con una afirmación que les resultará familiar: si imaginamos la presentación como un relato, el presentador no es el héroe, la audiencia lo es. A ella se le ha asignado el papel más difícil de la trama. Es la audiencia la que debe apropiarse de la idea que el presentador le ofrece para transformar la realidad. Al presentador le toca el rol del mentor; debe alentar a la audiencia a abandonar la comodidad del mundo conocido llevando consigo la idea para salir a crear un mundo posible.

El presentador tendrá mayor éxito en su cometido si recurre a las historias. Como explica Nancy Duarte, puede darle al conjunto de su presentación cierta estructura narrativa. En particular, ella propone alternar la descripción de la situación actual, el statu quo, con la visión del futuro que se desea construir a fin de crear una tensión que convenza y lance a la audiencia a la acción. Pero además conviene que inserte historias concretas -anécdotas, por ejemplo-, como Nancy misma lo hace en su charla. De esa manera, agregará emoción y volverá más vívido el cuadro que está pintando. Lo que Nancy Duarte dice sobre las presentaciones, podemos aplicarlo en general a nuestras diversas acciones de comunicación como líderes.

Gandalf, el mago, es un narrador de historias. En gran medida, es por medio del storytelling que cumple su papel de mentor con Frodo (cosa que se aprecia mucho más en los libros que en las películas). Gandalf le cuenta del origen de los anillos de poder y del Anillo Único, que terminó en casa de los Bolsón; le cuenta de la antigua guerra en la que elfos y hombres se aliaron para desafiar a Sauron; le cuenta cómo el príncipe Isildur derrotó a Sauron y le arrebató el anillo, pero cedió a la tentación de quedárselo. Le cuenta cómo el anillo pasó de mano en mano: de Sauron a Isildur, de Isildur a Sméagol, de Sméagol a Bilbo, de Bilbo a Frodo. Y cómo se extravió y fue encontrado. Y no se limita a narrar hechos lejanos, sino que habla de sus experiencias: de sus viajes, sus averiguaciones, de los errores que cometió, de la sombra que se cierne sobre ellos.

De ese modo, cumple su responsabilidad como líder. Le da contexto a lo que está ocurriendo y a las tareas que ambos tienen que realizar. Le da significado al anillo y hace que se comprenda la necesidad de destruirlo. No le oculta el riesgo, pero abre paso a la esperanza. Así inyecta en Frodo un sentido de propósito que lo pondrá en camino y lo cambiará para siempre. Porque de eso se trata el storytelling: contexto, significado, propósito, transformación. Es mucho más que un cuento bonito. Aunque sea tan emocionante como una maratón de El Señor de los Anillos.

A eso apunto un Senpai

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