TODOS PARA UNO, UNO PARA TODOS La piedra basal de los equipos de producción
Alexandre DUMAS, escribió la frase del título en su famosa obra “Los mosqueteros”, en 1844. Tal vez se inspiró en la anónima “espalda contra espalda” que usaban los antiguos luchadores quienes, ante situaciones extremas y en inferioridad de condiciones, apelaban a la unidad mínima de defensa conjunta constituida por dos personas.
Tanto en una como en otra y en particular en la más conocida –la de Los mosqueteros-, se sienta la idea de unión, de misión (o de visión) y propósito compartido. Probablemente la palabra clave de los mismos sea la última: compartido, compartida, la que define el sujeto del pensamiento y de la acción: lo “nuestro”, la “nuestra”, la de “todos y de cada uno”, la que contiene a todos quienes la integran sin excluir a nadie … de los elegidos, claro está.
Porque el todos de las uniones productivas no engloba a TODOS, -lo sabe bien la humanidad que en muchos aspectos no logra configurarse como tal-. Es un “todos” que se integra con “algunos” que se transforman en los “elegidos” lo que implica que hay otras personas que integran el conjunto de los que quedan afuera, los “no elegidos”.
La frase del título así como la de “espalda contra espalda” tienen implícitas circunstancias muy especiales, tanto, como la preservación de la vida. El “todos para uno y el uno para todos” conlleva la idea de que se genera una fuerza que, sinergia de por medio, supera la sumatoria de la que cada uno tiene como individuo y así, aparece la fuerza del conjunto que es largamente mayor.
Además de la fuerza, tiene otras características muy buscadas para toda configuración que tenga por propósito generar o desplegar una acción común que excede a la individual tales como: enfoque, respeto, consideración, aprecio, confianza (ciega en casos extremos), esfuerzo, colaboración, cooperación, paciencia y la frutilla del postre: competencias de alto rendimiento.
Condiciones extremas
Se sabe o se puede imaginar lo difícil que debe haber sido derrotar a dos guerreros armados, en situación de inferioridad numérica y que deciden configurarse “espalda contra espalda” para dejar (dar) todo, incluso la vida aunque no de forma pasiva. Lo mismo le cabe a la ficción de tres mosqueteros desarrollando las aventuras que imaginó DUMAS.
En las organizaciones no es para tanto
Excluyendo a las organizaciones específicas del rubro fuerzas armadas o de seguridad, las uniones de personas en las organizaciones no tienen la épica (ni la tragedia –menos mal-) de ejércitos ni de fuerzas del orden.
¿Qué quiero decir con esto? Que si una persona está dejando la vida o su salud psicofísica integrando una organización que no la cuida, es muy probable que haya ido o esté yendo demasiado lejos, en particular si en la organización se aplica el “sic vos, non vobis” frase latina que significa literalmente: «Así [trabajáis] vosotros, [pero] no para vosotros» y que se aplica al que realiza un trabajo, cuya gloria o fruto se lo lleva otro.
Si bien las uniones de personas dentro de las organizaciones no tienen la posibilidad de generar épica en sus actividades (tal vez pueda desarrollarla la organización como un todo pero no las uniones internas) lo que sí puede –y debería- hacer toda organización es buscar, generar y mantener todas las características que configuran a las uniones productivas, ¡un desafío para la mayoría de las organizaciones actuales!
¿Qué se comparte en lo compartido?
Es necesario decir que cuando se decide compartir, se comparte lo bueno, lo malo y lo feo de lo compartido.
Habrá épocas de alegría y, también, de tristezas. Si alguien puede dar ejemplo en el que todo es alegría ¡van mis felicitaciones! tal vez esté involucrada en una unión madura y como tal puede ser un ejemplo a seguir por las organizaciones que tienen dificultades para generar las condiciones para que eso suceda.
Entre lo que se comparte pueden identificarse los siguientes conceptos en una lista que solo es enunciativa:
Esfuerzo mancomunado, colaboración, cooperación, objetivos, metas, políticas, programas, procesos, diálogo, discusión generativa, espontaneidad, creatividad, etc., en definitiva: el placer del ser humano en su esplendor social.
¿Cómo se genera lo compartido a partir de lo no compartido?
Los caminos son múltiples y no hay quien tenga una receta del éxito asegurado en la búsqueda incansable, en la generación y el posterior mantenimiento del “espíritu de grupo”.
Sin embargo hay algunas cuestiones básicas que parecen constituir los ingredientes mínimos necesarios a la hora de embarcarse en la generación de uniones.
Mary Parker FOLLET fue una trabajadora social estadounidense que hace casi 100 años hizo un aporte de alto impacto en lo que hoy se conoce como “terceras vías”. Se hizo preguntas muy profundas y tuvo el valor y la inteligencia como para ofrecer respuestas. De entre ellas la fundamental que puede traducirse en algo así como “¿puedo generar algo compartido con quien tal vez crea, piense y sienta algo distinto a lo que yo creo, pienso y siento?”
Con tal pregunta en mente buceó en las motivaciones que tienen las personas para ser y hacer lo que hacen y a partir de ellas puso toda su energía en identificar lo “compartible” a pesar de las diferencias. En ese proceso descubrió un modelo mental básico que le permite a la persona involucrarse en tales procesos: ¡creer que es posible producir con alguien que cree, piensa y siente distinto!
Del “yo”, “tú” y “él” al “nosotros”
Uno de los primeros pasos que debe hacer la persona candidata a integrar algún tipo de unión en las organizaciones es dejar de mirarse el ombligo o extender su visión más allá de su nariz. Es uno de los pasos más difíciles y, debo decir, no es para cualquiera. Es estrictamente necesario y, por supuesto, es totalmente posible.
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Una persona que no puede con su egolatría deberá desaprender algunas enseñanzas que por diversos motivos tiene incorporadas y una vez que ha salido de ellas podrá embarcarse en otros aprendizajes.
Un paso que está al mismo nivel que el anterior se relaciona con el reconocimiento de las “otredades”, es decir, la persona no está sola en el mundo, hay otros que lo constituyen y a los que el idioma español cataloga como las “personas” del singular y del plural: tú, él, vosotros y ellos.
En el medio está la clave para generar uniones en el interior de las organizaciones: nosotros.
Con una clara vocación hacia el “nosotros”, toda persona puede integrarse a cualquier tipo de unión en el interior de las organizaciones. Quien tiene la capacidad de gestionar el “nosotros” por sobre su “yo” particular, está en las mejores condiciones para transformarse en la savia que nutre a los uniones dentro de la organización.
Como es dable suponer, hay otras cuestiones para tratar aunque exceden su tratamiento en este artículo.
NOTA: Hasta aquí me he referido al conjunto de personas bajo la denominación de “uniones de personas” dentro de las organizaciones. Fue útil para introducir el tema. A continuación nombro algunas de las formas que estas uniones pueden tener dentro de las organizaciones.
Configuraciones de lo compartido en las organizaciones
Antes de abordar sintéticamente las distintas formas que las uniones tienen dentro de la organización caben un par de aclaraciones.
La primera se refiere a la denominación. Es hora de desterrar la palabra “trabajo” en relación a las uniones en general. Debería hablarse de uniones de producción y luego, dentro de ellas, de las de trabajo ya que las mismas son un subconjunto –importante- de las primeras.
Segunda: Salvo en la etapa de “start up” o lanzamiento que hacen los emprendedores, la organización no es un equipo. Sí es la entidad que los contiene.
Desde la época de Adam SMITH (y aún antes, lo sabían muy bien los romanos) la idea de agrupamiento o grupo para desarrollar y fortalecer la producción se transformó en un clásico: las organizaciones buscaban y buscan generarlos.
Mucho tiempo más tarde (siglo XX) la jerga de la administración y gestión de las organizaciones incorporó la idea de equipo como una instancia superadora de las configuraciones grupales.
Hace no mucho tiempo atrás se potenció el concepto de equipo y se lo calificó con la frase adjetiva de “alto rendimiento” en alusión a la posibilidad de generar equipos que produzcan en forma superlativa.
En el medio hay otras configuraciones no universales pero que tienen –todas- la connotación de unión en su formulación. Así se utilizan entonces: grupos, equipos, células, escuadrones (squads), cuadrillas, brigadas, staff y similares.
La familia: una no organización que contiene a los equipos más productivos
Si bien la familia sanguínea y/o afectiva no es técnicamente una organización, sí contiene a los equipos de producción más potentes que pueda haber.
Con solo reflexionar un momento respecto a los equipos que la misma contiene se hace patente la fortaleza y altísimo nivel de producción de los mismos comenzando por los formadores (generalmente padres y madres), hijos, subconjunto de hijos (las mujeres, los hombres, los que viven acá, los que viven allá), etc.
Para muestra basta un botón: les cabe a las familias en forma casi exclusiva el desarrollo de un producto que ninguna otra organización puede hacer por sí sola: la tarea de generar una buena persona. Solo el esfuerzo mancomunado, respetuoso, considerado, colaborativo y cooperativo hace posible tamaña empresa.
Finalmente, creo que a la denominación que DUMAS le dio a sus mosqueteros se le puede hacer un agregado que la potenciaría y, además, le daría el impulso necesario para lograr el summun de los denominados equipos de alto rendimiento.
La misma quedaría así: “Todos para uno, uno para todos, dando todo”
La organización que logre conjugarla y generarla dispondría, casi sin dudarlo, de un diferencial de alto impacto para el desarrollo de sus actividades.