DO UT DES (Doy para que des)
Andrea es una colega coach que alguna vez en una conversación distendida -pero seria- me dijo “¡vos siempre estás ofreciendo!”
Así es –le respondí-, forma parte de mi ser, soy ofreciendo y soy dando sin esperar una reciprocidad nominada pero sí una innominada.
El mensaje es simple y sencillo. Da para que otro siga tu ejemplo y a su vez dé para que otro haga lo mismo y en algún momento, ¡todos estemos haciendo dando!
De entre las distintas acepciones de la expresión latina del título elijo quedarme y poner en práctica la que indica que “yo doy, para que tú también des” de tal manera que “todos demos”.
Siempre existe cierto interés en el dar aunque se lo niegue. Quienes hacen filantropía lo saben muy bien. Entre otras cosas dan porque ese dar les hace bien, los dignifica. Algunos de ellos más que dar, devuelven algo que tal vez les cayó del cielo o recibieron en herencia o les llegó de alguna manera tal vez inmerecida y dando se liberan de cierta culpa por tener. Aun así, está bien.
Lo mismo les ocurre a quienes dan hasta lo que no tienen, desprendiéndose, reciben.
Es necesario aclarar el objeto de la dación, es decir, qué es lo que se da.
En este sentido la división más importante está entre los objetos materiales y los inmateriales. Los materiales no revisten mayor análisis, cada uno da lo que quiere y puede, así alguien puede dar una cantidad de dinero o su equivalente material tal como 1, 100, 100, 1000 o millones de pesos/dólares/euros o lo que sea.
Sí es interesante, tal vez, muy interesante el análisis del dar que involucra a los objetivos inmateriales. Entre ellos se destacan los afectos y el objeto más preciado: el tiempo.
Éste es el brillante más valioso porque es el más apreciado por quienes lo reciben. A modo de ejemplo, el tiempo que una madre o un padre le dedica a su hijo o hija así como el que un hijo o hija le dedica a su madre o padre cuando éste lo necesita.
Es imprescindible destacar que hablo de un dar sin estar obligado a hacerlo, es decir, me refiero a dar voluntario, el dar que solo depende de cada uno. De esta forma excluyo aquí a quienes dan porque reciben una compensación (explícita como quienes trabajan para generar –y vender- un producto que le llega a alguien).
Por lo tanto, el “do ut des” del título se refiere a quienes dan porque quieren y, por supuesto, porque pueden hacerlo.
Hay dos casos de aplicación del “do ut des” que tienen alto impacto. Uno se desarrolla en el interior de las organizaciones (incluye a las empresas) y otro se desarrolla a nivel global e involucra el pasado, el presente y, sobre todo, el futuro.
“Do ut des” en los grupos y equipos
Hace años que estudio las dinámicas que se dan en los grupos y en los equipos. En particular en los de producción en el interior de las organizaciones lo que incluye, obviamente, a las empresas.
Parto de un paradigma instalado, las mayores, más importantes y más sustentables, son las ejecuciones sociales, es decir, las que son generadas por dos o más personas, cuántas más personas participen, más social es la ejecución.
En éstas se destacan dos estadíos que producen dichas ejecuciones: los grupos y los equipos.
Los grupos son, cabe aclararlo, una instancia evolutiva hacia los equipos.
En el interior de ambos, es conveniente el “do ut des” como una praxis necesaria orientada a la generación de valor agregado en todo el ciclo de vida de los productos (incluye servicios), proyectos o empresa en marcha lo que incluye lo que se conoce como “producción”.
Recomendado por LinkedIn
Su aplicación no es natural ni tampoco fácil de hacer en los grupos. Esto se debe a que son una estructura endeble, débil y siempre en transición lo que puede llevarla hacia atrás (el grupo involuciona y hasta se destruye) o hacia adelante (sentido que la acerca a su configuración como grupo).
El “do ut des” tiene innumerables obstáculos para ser instalado en los grupos por cuanto los mismos no cuentan con un propósito maduro y una visión compartida, esto es, prevalecen los egos de sus integrantes, en particular el de los “encargados”, “responsables” o “pseudo líderes de los mismos”.
Por supuesto, hay otras razones que abonan tales dificultades, no tratadas aquí.
Si la aplicación del “do ut des” es difícil de lograr en los grupos, ocurre todo lo contrario en los equipos. En éstos, su implementación es natural y sencilla de establecer en particular en los equipos maduros mientras que es una cualidad intrínseca de los equipos de alto rendimiento. Esta cualidad explica –en parte- por qué son equipos de alto rendimiento. Sus integrantes y el equipo como un todo internalizan en su ADN la praxis del “do ut des” que desarrollan sin pensar, es un hábito del equipo.
“Do ut des” de la especie
Al decir de científicos, estadistas y de otros que están “despiertos” y aprecian lo que como especie producimos y también lo que dejamos de producir, no nos va tan bien con su aplicación. De hecho, las estadísticas nos alertan que nos va bastante mal.
El mayor (en todo el sentido de la palabra) fracaso lo estamos percibiendo, viendo y soportando, en lo que se conoce como “cambio climático”.
Quienes estamos vivos a la fecha podemos cargar algunas culpas a quienes nos precedieron pero nada podemos decir de las generaciones que van a venir. Y son justamente ellas quienes podrían –y deberían- beneficiarse de la aplicación de un “do ut des” global, generalizado y orientado a impactar positivamente en la producción de las naciones, en primera instancia, y en la especie, como destinataria final.
Es necesario tener presente que nuestros hijos no nos escuchan, simplemente nos miran.
A modo de conclusión, la pregunta, ¿cuál es el valor agregado del “do ut des”?
Los economistas y los administradores lo saben bien, al menos en forma teórica. La consecuencia lógica y razonable (y medible) de su aplicación forma parte de una de las medidas esenciales de las naciones: el PBI, Producto Bruto Interno, es decir, la sumatoria de bienes y servicios que una nación se da a sí misma.
Este “monto” de productos y servicios se aplica a dos tiempos: uno, muy claro, el tiempo presente. El tiempo de disfrutar de los beneficios que el mismo implica lo que incluye no solo a los bienes materiales sino también a otros generalmente materializados en las cartas magnas de las naciones tales como seguridad (interior y exterior), salud, educación y similares.
Lo mismo ocurre en el interior de las organizaciones, las que, si bien no tienen un PBI, podrían tenerlo. A pesar de ello las mismas diseñan e implementan otros indicadores que de alguna manera se acercan al nombrado anteriormente para las naciones.
Pero también hay que decir que prácticamente ninguna organización cuenta con indicadores que releven, cuantifiquen y expongan el agregado de valor del “do ut des” en general porque no es un proceso identificado y menos perseguido por las mismas.
La clave, por supuesto, está en aplicarlo en los grupos y equipos en el interior de las organizaciones y en todas y cada una de las acciones de los ciudadanos de cada nación de manera tal que se transforme en una producción de especie.
De esta forma estaríamos acrecentando el PBI de cada nación a la vez que haríamos lo propio en cada una de las organizaciones que la conforman.
A vos, ¿cómo te va con el “do ut des”? ¿estás dando o esperando que el “maná” caiga del cielo?