Tomates rojos estampados
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Tomates rojos estampados

Hace unos días, 2 jóvenes activistas de Just Stop Oil decidieron atacar con una lata de sopa de tomate Heinz el cuadro "Los girasoles" de Vincent Van Gogh que la National Gallery expone en Londres (la obra estaba protegida con una cubierta transparente, así que no ha sufrido ningún daño). 

No obstante y obviando las teorías conspiranoicas que circulan por internet y que van desde la performance orquestada por el propio museo hasta el ataque de "bandera falsa" para desprestigiar al movimiento ecologista (la fundadora de Just Stop Oil es, por lo visto, hija de un magnate del petróleo), una de las cosas que más me ha llamado la atención ha sido el respaldo de amplios sectores (Peter Kalmus, por ejemplo, ha defendido el ataque fervientemente) a una acción que yo, personalmente, considero simple vandalismo.

Vaya por delante que el mensaje que se quería transmitir es muy lícito. Nadie pone en duda la gravedad de la crisis que estamos atravesando y reconozco que el panorama que tiene ante sí esta generación y las que vendrán después es de todo menos halagüeño.

 "¿Qué vale más, el arte o la vida? ¿Vale más que la comida? ¿Vale más que la justicia? ¿Te preocupa más la protección de un cuadro o la protección de nuestro planeta y de las personas? La crisis del coste de la vida forma parte de la crisis del petróleo, el combustible es inasequible para millones de familias que pasan frío y hambre. No pueden permitirse ni siquiera calentar una lata de sopa."

Pero soy de esas personas que piensan el fin no siempre justifica los medios.

De hecho, creo que este tipo de acciones abre la puerta a que personas con afán de notoriedad y escasas luces intenten emularlas, incrementando su repercusión si cabe, en nombre del medioambiente o de otras reivindicaciones. 

Y así, un día, podríamos encontrarnos con una turba dando fuego a un montón de libros, como hacían ciertos mozalbetes arios hace unas décadas, por la crisis ambiental y tal. Total, ¿para qué vas a guardar ejemplares de El Quijote, para qué proteger el arte si no va a quedar en el planeta nadie que los disfrute? (que conste que esta ha sido una de las "argumentaciones" que he visto en internet en los últimos días).

¿Dónde ponemos el límite?

Curiosamente, este tipo de ataques contra obras de arte suelen tener, en muchos casos, un efecto contrario al que se busca. 

En primer lugar, porque aleja a la gente de los movimientos de defensa del planeta. En este sentido, Dana Fisher, profesora de sociología de la Universidad de Maryland que estudia los movimientos de protesta, señala que «las investigaciones demuestran que este tipo de táctica no funciona para cambiar las mentes y los corazones» (la referencia al Washington Post lo he sacado de este interesante hilo en Twitter, por si te atraen estas cosas de la sociología humana). 

Y en segundo lugar, porque a la larga, como recuerda Lidia Soler, historiadora del arte, el mensaje termina perdiéndose y solo se recuerda el acto en sí.

¿Y cuál es la alternativa a la radicalidad?

No tengo una hoja de ruta que sepa a ciencia cierta que va a funcionar. Pero tengo algunas cosas más o menos claras.

La primera, que cada vez albergo una mayor desconfianza hacia los políticos, empeñados como están en vendernos un crecimiento infinito.

La segunda, que tampoco creo que la sociedad vaya a organizarse y convertirse en un agente de transformación capaz de descabalgar a los gobiernos de su discurso, al menos con la urgencia que requiere la situación. No alcanzo a ver por ningún lado la masa crítica necesaria para impulsar este cambio. 

¿Qué nos queda entonces? Personalmente, mi asidero va a ser seguir como hasta ahora, intentando no dejarme engatusar por los cantos de sirena (no siempre lo logro), contrastando fuentes que me permitan acercarme un poco más a la verdad, cogiendo ideas de aquí y de allá que creo que pueden ser útiles (una de las cosas que quiero hacer, por ejemplo, es cultivar algo en el balcón), intentando vivir con un poco menos y dejándome guiar por la razón. 

Puede, como decía Eduardo Galeano, que la solución sea que cada uno de nosotros y nosotras, a nuestra manera, nos convirtamos en fueguitos con luz propia. Porque en estas cosas inesperadas que pasan mientras vivimos, puede que hasta logremos encender a quienes se nos acerquen. 

Alberto Moreno Rebollo

Director en Telefonica España

2 años

Soy más partidario de Tomates verdes fritos 🤷🏽♂️ cuando la forma supera al fondo te has equivocado de estrategia. Un fin incuestionable con una ejecución mediocre

Miguel Torres García

Director de Miter Arbórea, S.L.

2 años

Atinada, escéptica y pragmática reflexión, Judit. Un saludo.

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