Por qué algunos Directores de RRHH, como Scrooge, odiamos la Navidad.
Esta entrada es un homenaje y una felicitación navideña para todos mis colegas de RRHH que se sienten por estas fechas poseídos por Scrooge, el viejo ruin del Cuento de Navidad de Dickens.
Antes de nada aclaro que me refiero a la Navidad "de empresa". Como padre de familia, esposo y amigo la gozo un montón.
Para estar seguro de que todos los que no trabajan en este departamento de festejos navideños entendéis y compadecéis este sentimiento os paso a describir algunas penalidades:
La lotería.
Por si acaso toca hay que organizarlo todos los años. Explicamos que la empresa no asume ninguna responsabilidad ni tampoco lo financia ni regala. Para que quede claro nombramos a algún amable colaborador con amigo lotero. El susodicho se desplaza a la oficina y nos prepara una comunicación para difundir por mail, en la intranet o en los tablones de anuncios. Si el lotero es espabilado propone varios números, muchos. Los empleados se cabrean porque son demasiados y no quieren comprar todos pero sufren pensando en que toque el que no compran. La culpa es de RRHH por haber elegido a ese lotero y por querer hacer negocio a costa de la Loteria.
Luego viene el problema de organizar la "logística" de la venta. Lo mejor es que venga un día el lotero , se ponga en una sala dentro de un horario, y los que quieran se pasen a comprar. Todo muy simple. El día de la compra la planta parece un mercado de abastos. Todo el mundo baja a la misma hora y, en la cola, comparte en voz muy alta los planes navideños. Por la ley de Murphy es precisamente ese el día en el que el Presidente, que solo se hace hombre por Navidad, decide acercarse a sus empleados. Primero se mosquea porque no hay nadie en su planta y luego se cabrea como una mona cuando ve que todo el mundo esta perdiendo el tiempo en la cola de la lotería. La baja productividad de ese día es también culpa de RRHH que no ha pensado en un modo mas eficiente de distribuir la lotería.
Al final encima no toca. También por culpa de RRHH que eligió mal el número.
La "cesta" de Navidad.
Nunca, jamás, en todos mis años de experiencia he conseguido que la mayoría de la gente se alegre de recibir un regalo. Para empezar tenemos que pasar por el infierno de presentar ideas en el Comité de Dirección allá por septiembre. No hace falta decir que el ambiente festivo navideño de la sala es nulo. Nos suele tocar después de que el Financiero, con maneras de enterrador del Oeste, haya presentado una previsión de cierre de año patética. No es real pero así los comerciales espabilan. Proponemos varias opciones aunque siempre pensamos que lo mejor es el cheque regalo y que se compren los dichosos empleados lo que les de la gana. Esa opción es rechazada porque deja en evidencia lo exiguo del presupuesto. Entonces dedicamos una hora al dilema de cada año: ¿Comida o algo útil con el logo? El de Marketing se mete a Director de RRHH y defiende el objeto con logo porque potencia la identificación y el compromiso de los empleados con la empresa. El Financiero por su parte sugiere que grabemos directamente el logo en la piel de los empleados y nos ahorremos el regalo. Otro Director muy de algún pueblo recomienda un surtido de productos de su zona con un proveedor muy amigo. Al final como no se aclaran la decisión se deja en manos de RRHH que una vez mas asume la terrible responsabilidad de desencantar a los empleados.
Y todo para que al final los empleados se disgusten y te digan que preferían dinero en la nómina. "Para subidas no hay dinero pero para tontaas..."
La cena de Navidad
En cualquiera de sus modalidades lo peor es que ves como todos se lo pasan genial y tu no puedes unirte porque sigues "de servicio". Estas obsesionado por todo, que todo salga perfecto, que el alcohol no haga aflorar las taras que solo tu conoces por el test de personalidad de entrada, que el Presidente no lea el discurso del año pasado, que las parejas secretas dejen de serlo...Preocupado por todo menos por pasártelo bien.
Según avanza la noche o la tarde el nivel de alegría aumenta con el alcohol en sangre y empiezas a ver a los empleados como zombies. Desinhibidos se te acercan a preguntar por lo suyo, a reclamar la subida que no tuvieron o a poner a parir a su jefe. En un bar y de civil les romperías una botella en la cabeza pero no puedes. No pueden notar que estas vivo, es decir, sereno, y entonces simulas ser uno de ellos. Bailas, te ríes de los chistes o haces lo que haga falta sin saltarse las reglas del decoro y el ridículo. Es entonces cuando viene el Presidente achispado y te dice lo de "¡Intégrate un poco Peláez, que pareces de RRHH". Todo muy divertido.
La alternativa a estos saraos es el brindis en la oficina. Lo malo es que no va casi nadie porque ya se lo saben todo. Prefieren ganar ese tiempo para llegar antes a casa o robarle la silla a un compañero de otro planta que sí consiguió el certificado de lesión de espalda. Nuestra tarea entonces es la de hacer de perro pastor de ovejas y pasearnos por todas las plantas animando a la gente a que vaya al brindis. El Presidente se mosquea de todos modos: O hay demasiada gente de mercadeo o no hay nadie.
No voy a seguir porque con tanto recordar penalidades parezco el fantasma de las Navidades pasadas. Creo que he sido suficientemente expresivo. Espero que todos los que no sois de RRHH nos queráis un poco mas al conocer ahora nuestros desvelos por haceros felices al menos una vez al año.
¡Feliz Navidad a todos! Que el fantasma de las Navidades futuras os muestre un 2015 lleno de buenos jefes y mejores empleados.
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