Cambia la publicidad: Sentirme bien para verme bien
Se están desvaneciendo, en mi memoria, los requisitos urgentes del encanto “fortuito”, de los que me hablaba siempre la publicidad. Creo que ya no puedo aspirar a ser increíblemente regia, con el poder de un maravilloso maquillaje conquistador, que vende la idea de convertirnos en diosas a las mujeres, al menos por unas horas.
A estas alturas de mi vida, con los treinta y pico encima, prefiero ser realista y punto. Ya no me harán creer que dentro de unos años, el ser de carne y hueso y contar con fecha de “caducidad”, será nuestro peor pecado…
Revisé la buhardilla de nuestros viejos secretos. Y redescubrí quién soy fuera de ese mundo. En primer lugar, no tengo el color de piel que se recomienda para usar los efímeros colores de moda; pero eso no me hace menos bella… Así de simple… Esto me incita a aprovechar esos kilos de vanidad de más para triturar mi creatividad hasta el extremo de verme: bien, siendo yo y no “yo”.
En segunda instancia, haga lo que haga o cuésteme lo que me cueste, mis caderas y costillas permanecerán intactas, inmunes a todo tipo de ejercicio que me proponga hacer. No puedo rediseñar mi cuerpo a mi antojo. Sé que quizás otras sí, aunque no las envidio, porque de lo contrario tremendo error provocaría en mí ciertas insatisfacciones que me harían sobrevivir con una confianza porosa… Lo que sería agotador.
Prefiero vivir con el estilo que yo proponga al abrir el ropero, antes que decidir sufrir por no ser concretamente perfecta.
Ahora bien, eso me lleva a escoger la ropa que le va a mi carácter y suelo optar por la comodidad para no sentirme presionada en ningún aspecto. Eso me hace ser libre. No me sirve de nada ser esteriotipada en una revista, si no puedo comerme un tacu-tacu con sus buenos chicharrones encima, cada vez que mis papilas gustativas y mi estómago antojadizo los soliciten. Para eso tuve que tener bien definido lo que me hace feliz. Esto implicó dejar de preguntarle al espejo si la gente caería rendida a mis pies con ese escote o con ese jean. Veo reflejar mi sonrisa o mis gestos de desaprobación, y punto. Pues la que caminará con esos penosos tacos, seré yo; la que tenga que aguantar la respiración para mantener la postura ideal, seré yo; la que deba soportar esos pantalones estrechos, seré yo… Y seré yo, la que deba custodiar mi boca, para que sólo fluyan las palabras exactas que no echen abajo el estilo ideal.
Hay una y mil formas de verse bien. Ésas no las pasan por televisión. Se descubren cuando rebuscas en la buhardilla de los secretos. Si veo una revista de moda, prometo que no será para atormentarme ni para engañarme, será para tomar lo bueno y adaptarlo a mi forma de ser.
Ahora me siento libre y original… Y con esto aprendí a amarme aunque no sea Miss 90-60-90. Sobretodo, aprendí a lucir bien, siendo yo misma.
SEAMOS NOSOTRAS MISMAS y no permitamos que nos juzguen, por no lucir concretamente perfectas.