Discográficas contra Inteligencias Artificiales
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Mientras más avanza el desarrollo de herramientas basadas en inteligencia artificial, más invaden los derechos de los humanos. Mientras que por un lado ya tuvimos quejas por la copia de elementos característicos como el tono de voz de un personaje de Scarlett Johansson, y el año pasado las huelgas de actores y guionistas buscaron protecciones de sus obras ante posibles usos hechos con Inteligencia Artificial, el caso de las discográficas en contra de dos empresas es fascinante.
La mayoría de las cabezas de empresas tecnológicas viven en una realidad distinta. Su trabajo no es creativo per se, y el valor que ellos otorgan a labores más mundanas desde sus perspectivas, es mínimo. Si una escena para una video o película requería talento en fotografía, actores, diseño de vestuario o de set, es más emocionante para los dueños de los algoritmos el poder replicar esto con unos cuantos comandos de texto, para así ofrecer resultados relativamente aceptables que sin duda mejorarán con el avance tecnológico. ¿Qué importa si la labor de varias personas es desechada? Lo triste es que si a personas como a la jefa de tecnología de OpenAI, Mira Murati, se le pregunta sobre si ha usado contenido de YouTube para entrenar a su herramienta generadora de videos, Sora, ella esquiva la pregunta, con lo cual sin querer confirma que lo ha hecho, ya que el mostrar desconocimiento sobre esto no es propio de alguien de su posición.
En el terreno de la música hay protecciones más importantes y mejor establecidas que en otros, por lo que las demandas de las disqueras tienen mayores fundamentos que las hechas por medios noticiosos, editoriales, estudios de cine, o incluso los usuarios de YouTube, cuyo contenido ha sido utilizado sin consentimiento para entrenar nuevas herramientas. Esto viene porque desde hace décadas las disqueras han tenido que estar al pendiente de la manera en que se dividen y regulan las regalías, así como el licenciamiento de la música, buscando así una repartición establecida en contratos tanto para interpretes como para autores. En esto le llevan ventaja a los artistas que comparten sus obras en Instagram o se quejan sobre los supuestos malos manejos de Adobe sobre su propiedad intelectual, en donde es la minoría quien hace un registro legal de sus obras para así defenderlas de usos no autorizados.
Y es aquí en donde entramos en terrenos pantanosos. El proteger una obra es algo más o menos conocido por la mayoría, pero sus manejos traen más implicaciones a que si ya puedes usar el Mickey Mouse del Barco de Vapor porque es parte de dominio público, pero el hecho de que una obra ya se pueda reutilizar no garantiza que las obras derivativas tendrán éxito y generarán dividendos. El Ratón de Disney genera más dinero por el brazo mercadológico y la comercialización de sus productos, así como la protección de marca, que porque un puesto pirata pueda crear playeras con o sin licencia.
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Esto lo podemos relacionar también con el manejo de identidad digital. Si alguien crea una obra, como pasó con el Fake Drake o la voz relativamente similar a Samantha de ScarJo, en donde se imita el estilo de alguien más, ¿se está violando el derecho de autor? No se hace una copia explícita de algo, pero sí se imita un estilo creado y establecido por alguien más. En el caso de las canciones creadas por Udio, las supuestas obras originales parecen más un cover de una banda local que trata de asemejarse con mucho esfuerzo al original, que a una obra verdaderamente nueva y propositiva tomando el estilo de otro.
Finalmente, el aspecto principal de la demanda tiene que ver con los medios de distribución de las obras. Si yo como disquera tengo acuerdos con Spotify para que cuente con mi catálogo, y alguien sube al mismo servicio su tema musical en donde usa el estilo de uno de mis artistas, hay una competencia en el mismo terreno de juego. La ventaja desde luego la tiene quien cuenta con los bolsillos más cargados de dinero, y seguramente habría quejas del especialista creador de prompts que se quiere sentir artista original, cuando solo busca compensar su falta de creatividad al replicar los estilos de alguien más sin siquiera tener talento para hacerlo por medios tradicionales o el esfuerzo de aprender a cantar, escribir, o interpretar. En este sentido, tiene más en común con los jefes tecnológicos que siguen sin entender el esfuerzo creativo detrás de una obra y solo buscan reducirla a algoritmos replicantes que acceden a contenido cuyo propósito nunca fue entrenar inteligencias artificiales para ser replicados.
Una nota adicional, recomiendo revisar comentarios sobre el experto en robótica e inteligencia artificial Rodey Brooks, quien habla sobre como se sobreestima la capacidad de estas tecnologías que representan el punto más vistoso de la actual burbuja. El mismo mantiene registros para ver qué tan bien van las predicciones sobre como la tecnología nos iba a evolucionar, y los resultados valen mucho la pena para analizar y separar los deseos de tecnochairos alejados de la realidad, de las realidades de quienes entienden y desarrollan estas tecnologías.
Si quieres revisar cuando ScarJo se quejó sobre el uso de una voz muy parecida a la suya en Chat-GPT, revisa nuestro episodio 364, en donde encontrarás más información.