El botón rojo de Orbán
El primer ministro de Hungría, Viktor Orbán

El botón rojo de Orbán

En las películas siempre nos imaginamos al presidente de Estados Unidos con un botón rojo debajo de la mesa. Ese que puede pulsar para desestabilizar o para empezar una guerra. O por gusto. No sabemos si Donald Trump ha estado tentado de apretarlo en algún momento de su mandato. Se siente poderoso, como Viktor Orbán en el seno de la Unión Europea. ¿Por qué? Porque por momentos sus presiones parecen surtir efecto y su ideología acaba influyendo, de una forma o de otra, en las decisiones que se toman en Bruselas. Tiene sentido. Por eso del consenso. Pero, ¿tiene sentido contentar a quien solo busca erosionar el proyecto europeo?

Ursula von der Leyen siempre busca una tercera vía que mantenga cierto acuerdo entre los 27, y eso parece que ha tratado en el caso del nuevo Pacto Migratorio. Pero a la UE se le han vuelto a ver las costuras en ese asunto. Se acaba la solidaridad como tal, que pasa ser "flexible". Ser solidario a cambio de qué, como dijo un sabio. La nueva propuesta de la Comisión -que tiene que ser discutida también en el Consejo- deja atrás las cuotas y endurece los controles en las fronteras, además de agilizar los procedimientos de devolución. Y entonces Orbán sonríe.

El primer ministro húngaro representa un euroescepticismo que puede llegar a confundir. En esa fórmula podemos sumar al Gobierno polaco, pero también a otras formaciones políticas como la Lega de Salvinio o incluso a Vox. Su posicionamiento se puede resumir en pocas palabras: lo que tenemos ahora no es Europa, Europa somos nosotros. La Europa dura, estricta, xenófoba, insolidaria, un bloque monolítico que se basa (o basaría, mejor dicho) en tomar las decisiones con las vísceras en lugar de con la razón. Hoy leía una frase que me sirve para definir lo que quiere Orbán: "Es mucho más fácil indignarse que pensar".

La escritora Leila Slimani dibuja, sin querer, ese tipo de discurso. Elevar el tono, embarrar el debate y quejarse si las cosas no salen como tu quieres. Eso es lo que buscan Hungría y Polonia en la UE actual. Son las ovejas negras, pero no porque los demás les marginen, sino porque están cómodas siendo las malas de la película. Ahora, que Viktor Orbán tenga cerca un botón rojo no es una buena noticia. Lo cierto es que lleva bastante tiempo con muchas ganas de apretarlo.

¡Muy interesante!

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