El gran libro de los magos

El gran libro de los magos

El mago Blaise:

El bosque de Greenwid   era uno de los más espesos y grandes de la región.

Los lugareños decían que estaba encantado. Y decían la  pura verdad. Hadas, duendes, Elfos y gigantes. Las más extrañas criaturas moraban en él.

Allí vivía, estudiaba, investigaba y ensayaba el gran Blaise.

Había nacido ( cómo la mayoría de los magos) con poderes de brujo,  heredados de su padres. Con tiempo y estudio se convirtió en un gran hechicero. Es decir alguien que conoce y comprende los encantamientos que han inventado los demás.

No había conjuro que no lograra dominar ni pócima que no supiese preparar, pero él quería llegar a ser un mago, es decir un creador. 

Tiempo, esfuerzo, ensayos, rabietas, noches insomnes, días vacíos le llevo su ambición.

Y por fin lo consiguió. Llegó a crear una pócima nueva, un hechizo que no existía antes de él pues lo acababa  de inventar.

Fue él el creador de la pócima de la Imperciptibilidad, más conocida como té de la invisibilidad.

Se trataba de una pócima que lograba  hacer que los movimientos sean tan rápidos que vuelven imperceptibles a los cuerpos. (Es el mismo efecto que se produce cuando giramos una soga más y más fuerte. Llega un momento en el que sabemos que está alli, pero no la podemos ver, pero la podemos sentir porque si ponemos el dedo para detenerla, nos va a doler).

Estaba feliz de su descubrimiento. Pero antes de enseñárselos a todos, decidió probarlo en él. La bebió y sus movimientos se hicieron casi tan rápidos como dicen que es la luz. Pasó por al lado del rey sin ser visto.

–¿Hay alguna ventana abierta? Preguntó el rey.

– No su majestad

- -Pues es extraño, sentí como una corriente de aire.

¡Funcionaba! ¡Era un genio! ¡Un mago de verdad! Debía dar a conocer su gran invención! … ,pero si lo hacía pronto muchos hechiceros dominarían esta nueva capacidad. Y ya no sería solo suya.

¿Qué hacer? Todo mago sabe que hay que compartir los descubrimientos para que  sirvan a los demás, y además al contarlo sería reconocido como un ¡mago de verdad!

¡Claro que si callaba, sólo él poseería un poder tan enorme!

Mientras pensaba dio un paseo por las calles del pueblo. Distraído, tuvo que esquivar las gentes, para no ser llevado por delante. Demasiado bullicio- se dijo esquivando el carro de las compras de una mujer- iré a los jardines de Palacio. Allí podré meditar y luego decidir.

Entre los árboles añosos y flores exóticas, vio a un grupo de hombres: alli estaban Diango el doctor, Nambidio el consejero real, Tirus, el conde y Nibulus, el hechicero que había sido alumno suyo y que tantos favores le debía. 

El mago se acercó a ellos y de pronto oyó que lo nombraban.

–hablan de mí…- se dijo, la curiosidad todo lo pudo y se acercó aún más, mientras no se quedara quieto, no lo podrían ver.

Así caminando lentamente ( para él) en torno al grupo escuchó.

–Es un viejo maniático-

Y cada vez está peor.

El rey le hace caso en todo… 

Lo más cómico fue el otro día cuando, en uno de sus experimentos, hizo estallar casi todo el laboratorio de su cueva en el bosque.

–Si y cuando pasó, se puso sus anteojos y dijo:- (Nambidio imitó la voz de Blaise)-: Que ocurrió, una nueva guerra? ¡Ni siquiera  notó que había sido él!

–Antes sería genial- dijo el doctor- pero ahora es un viejo incapaz. 

Blaise sintió una punzada en el pecho. ¡Se burlaban de él!, ¡los halagos que le prodigaban en su presencia no eran reales!, se reían de él a sus espaldas! Sintió una cuchillada de dolor en medio de la rabia. Si los mentirosos hubiesen sido sólo el conde y  el consejero, no hubiera importado,¡pero el doctor! 

Blaise pensaba que eran amigos! Y Nambidio, que había sido su alumno!

Conocía por primera vez la desilusión. Y dolía

Se alejó de allí , pero ya había tomado una decisión.

Podría guardar el secreto y convertirse en espía y descubrir toda suerte de complots (alrededor del rey abundarían) y ganar mucho poder. Podría, pero no quería. No era esa la vida que a él le interesaba tener. De modo que, una vez pasado el efecto de la pócima llamó a Merlín (su entonces joven alumno) y le dijo: -Anota esta pócima que inventé. Dala pronto a conocer!

–Es genial- dijo Merlín anotando- 

–Y eso que soy un viejo incapaz.

Merín lo miró con asombro.-¿Qué dice?

–Nada, no me hagas caso.

Blaise, ahora ya era un mago y por ello tenía la posibilidad de escribir una regla que debería ser cumplida por los demás. 

Luego de este episodio siguió investigando y aprendiendo, pero fue cada vez perdiendo más  el interés en las conversaciones y en la relación con las gentes y los demás hechiceros.

Un buen día llamó  a su discípulo.

–Merlín- le dijo- Guarda bien el libro de los hechizos y un día seras un gran mago. 

Hoy me despido.

–¿Adónde irá maestro?- le preguntó Merlín

Al bosque que fue siempre mi hogar, buscaré un buen árbol para morar allí.

Merlín quien en su momento haría lo mismo que Blaise, se despidió de su maestro no sin antes anotar la regla que todo mago ha de seguir:

Esta fue su regla:

Regla de Blaise

Los magos están condenados a decir siempre la verdad.

Aunque duela, es una tarea dura, fea, pocas veces recompensada e ingrata. Pero es una regla, y deben saber que todos los magos la debemos respetar. A la larga resulta mejor que mentir o callar.

MANUEL RIVERA-TORRES

LAWYER/JOURNALIST/WRITER, GHOSTWRITER, COPY-EDITOR, TRANSLATOR, SPEAKING SPECIALIST, AD-ALL COMUNICATORS GROUP

1 día

Muy bueno, y ha mejorado su estilo más del 50%. Siempre me sorprende su gran imaginación. Faltan comas, pero no se afane, porque el eterno Gabo padeció de ese mal, y eso, que tuvo a 10 y 12 excelentes correctores de estilo. La clave es distinguir las cláusulas, y dividirlas con comas. Pero me entusiasma su progreso. Saludos.

Hermosa historia. Magistralmente narrada. No podes abandonarla porque fluye como un río prodigioso 😁

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