La maldición del Alba

La maldición del Alba

La Maldición del Alba 

Blackcat 

El tenebroso barco se detuvo cerca de la costa. Blackcat y sus hombres, sigilosos como serpientes avanzaron por la selva, el oído atento y la mano en las pistolas. Llegando al pueblo se dispersaron en grupos e iniciaron el ataque. 

Los disparos de arcabuz cayeron como granizo sobre la aldea dormida. Los piratas, como una tromba desatada, se arrojaron feroces sobre la gente y las casas. 

Blackcat, Malacara,  Rot y Armatoste, derribaron a golpes las puertas de la morada principal y de una estocada dieron muerte al  jefe que aún dormía. El joven hijo de éste logró esquivar el filo de la espada y con una patada certera le dio a Blackcat en pleno rostro, un segundo después, se lanzó sobre el cuello del pirata que intentó desasirse sin éxito. El hombre más fiero y cruel  de los siete mares sentía como el aire se le escapaba del cuerpo cuando el valiente joven cayó al suelo sin lanzar ni un gemido. 

Malacara lo había  atravesado por la espalda.

–Este se ha ido– rió el pirata mientras su jefe se incorporaba. 

–Mire lo que encontré capitán– dijo Rot arrastrando a una bellísima joven, que había permanecido escondida en un rincón de la casa. 

–El rey nos dará muchas coronas por esta mercancía– festejó Malacara.

¡Ay! las palabras tienen precio. Todo pirata debe saber callar a tiempo y Malacara nunca debió olvidar esa sentencia. Blackcat clavó los ojos en su salvador, se le acercó lentamente, tomó su daga y le cortó la lengua.” 


Pablo no pudo evitar un respingo. El banco del patio era duro, incómodo. Sus compañeros pasaban delante suyo como si no existiera “Mejor así” pensó. Se acomodó y siguió leyendo. 


“–¿Alguien más sabe para quién hacemos este negocio?– preguntó al resto de la tripulación

Todos negaron con la cabeza 

Mientras Malacara aullaba de dolor Duncan irrumpió en la morada con un anciano a la rastra. –Lo encontré en la montaña, dicen que es el brujo de estos salvajes. 

Blackcat desenfundó la espada y la clavó en el pecho del hombre. El anciano agonizante señaló hacia el norte y pronunció unas palabras incomprensibles.

–¡Cierra el pico! –dijo el pirata y volvió a apuñalarlo. El viejo quedó inmóvil, tendido en el piso.

Tras el ataque, los piratas depositaron a los jóvenes hombres y mujeres en la bodega del galeón y pusieron proa hacia el reino de Astracán donde en secreto los venderían al rey.”


Alba 

¡Quiero volver a la ciudad!

Todo empezó en estas vacaciones, cuando a mi mamá se le ocurrió que vendamos el departamento, compremos una casa y nos quedemos a vivir en Villa Azul. En ese momento salté de alegría ¿En qué estaba pensando?,en los paseos en bici y en los atardeceres frente al mar, en eso estaba pensando. 

–Es importante que hagamos algo para cambiar de vida −dijo mi mamá. 

No sé cómo anda la suya, pero les aseguro que la mía cambió un montón.

Para empezar en la escuela nadie me habla. Todas me miran como si fuera una extraterrestre. “Vengo de la ciudad” me dan ganas de gritar “no de Júpiter”.

Pero ellas, cuando entro al aula cuchichean y se ríen. Es obvio que hablan de mí. 

Por lo menos está la piscina. ¡Ay! ¡No quiero ni acordarme! por culpa de esa pileta dije que sí. El colegio participa en las competencias de natación y como soy federada me dan una beca y un permiso para entrenar en las horas libres. “Por supuesto nunca estará sola y le prepararemos el andarivel especial" nos dijo la dueña del colegio cuando fuimos a averiguar. “–Claro que –siguió diciendo, "--deberá reforzar su entrenamiento fuera de los horarios de clases" –Por supuesto, lo hará. –Prometió mi mamá y yo dije que sí, re feliz ¡Qué tonta!

En fin, por lo menos ahora en las horas libres y los recreos largos puedo estar sin las arpías y hacer lo que más me gusta en el mundo: nadar.


Pablo

Cuando el timbre anunció el fin del recreo, Pablo cerró el libro y lo guardó en la mochila. Era la hora de geografía,” las cadenas montañosas se extienden por ….” las palabras de la profesora llegaban cada vez más lejanas. Pablo puso el libro sobre sus piernas, fuera de la vista de la profesora (y del resto del aula) y siguió con la lectura.

“La Isla 

La fortuna obtenida por la venta de los prisioneros se agotó antes de lo previsto

Justo a tiempo llegaron noticias de un galeón que partiría repleto de oro del puerto de Ulua. El lunes a la madrugada Blackcat y sus hombres regresaron al mar. 

Tres días después continuaban sin noticias del barco. –¿Ves el galeón? –Se impacientó Blackcat. Malacara, que no podía hablar, negó con la cabeza. 

–Eres un inútil. Vigilaré yo mismo. 

Estaba alerta, completamente sólo en cubierta cuando oyó un rumor proveniente del mar. "Hay un fabuloso tesoro…", dijo el rumor cuando vino, "…en una isla", agregó cuando se marchó. 

El corsario aguzó el oído. "La isla está…", dijo el rumor cuando vino, "…splash, splash", fue lo único que agregó. Blackcat perdió la poca paciencia que tenía. 

–¡Dime de una condenada vez dónde está la isla!

“Hacia el norte” respondió el rumor, y ya no regresó.

El pirata se rascó la peluda barbilla. 

–Vaya, vaya… –murmuró y tomó un sorbo de ron. Esa posibilidad era más atractiva que seguir aguardando. –Toda vela hacia el norte.–ordenó.

Siete días con sus noches tardaron en divisar la costa con palmeras y tamariscos. Apenas lo hicieron, descendieron con palas.

–A cavar –ordenó el pirata.

De pronto, tras largas horas de búsqueda,  el contramaestre lo llamó y le enseñó una llave de oro.

–¡Lo has hallado! –bramó el pirata y dio un sorbo a su botella. Pero Zuc lo detuvo.

–No, capitán, esta llave era mía.

Blackcat lo miró torcido.

–¿Qué dices? –Sacó su daga y la colocó en el cuello del hombre–. ¿Pretendes engañarme y quedarte con el tesoro?

–No... –Entre el susto y el filo del cuchillo sobre su garganta, Zuc apenas podía hablar–. Mi… mire… –tartamudeaba. 

Blackcat acercó más el arma. –Suelta la lengua zopenco o te la saco por la garganta. 

Zuc hizo gestos desesperados –Le… mostraré… 

Temblando, tomó su aro de bronce, lo colocó en el suelo y lo cubrió con arena. Unos minutos después, el pirata vio con los ojos enormes que ¡se había transformado en oro! Al instante, todos los objetos de metal fueron enterrados. Unas horas después, los forajidos aullaron de júbilo. ¡Las arenas convertían el vil metal en maravilloso oro! Tras llenar la bodega del galeón, emprendieron el regreso. 

–¡Vamos al puerto! ¡Luego regresamos por más! –festejó Zuc 

“Por supuesto que regresaré ”, pensó Blackcat “pero lo haré sólo”. Primero evitaría, como fuese, que sus hombres revelen el secreto. De algo estaba seguro: no compartiría el botín.”


Sonó el timbre. Había hora libre. No estaba permitido salir del aula, pero Pablo pudo escabullirse. Deambuló por los pasillos hasta que llegó hasta el sector de la pileta cubierta. Los chicos de primero tenían clase de natación. Uno a uno se iban arrojando al agua con una audacia envidiable. 

De pronto un nenito delgado, de pelo muy claro, no quiso seguir a los demás. Se quedó inmóvil, aterrado, en el borde de la piscina.  –¡Vamos Nicolás! ¡salta!– La orden de la entrenadora lo angustió más.  Pablo se vio reflejado en ese niño.

La entrenadora lo instó con más agresividad. El nene dio media vuelta y se alejó llorando. Pablo estaba a punto de entrar a consolarlo, cuando vio salir del agua una chica en traje de baño deportivo. La reconoció, era la "otra" nueva en el pueblo. Recordó haber oído que, como era campeona de natación, tenía un permiso especial para entrenar en las horas libres. La “nueva” se acercó al chiquito. La entrenadora, visiblemente aliviada, la dejó hacer. La chica lo tomó de la mano y lo convenció de regresar al agua, bajaron juntos por las escalinatas al sector bajo y se pusieron a jugar con una pelota –Es todo por hoy. En la próxima seguimos– dijo la chica.

El timbre anunció el cambio de hora y Pablo se escabulló hacia el aula. 

Alba

Hoy me pasó algo lindo (es lo primero, y a estas alturas, creo que lo único bueno que me va a pasar acá). Estaba entrenando durante la hora libre y vi que uno de los chicos de primero tenía mucho miedo. La entrenadora en vez de calmarlo quería obligarlo a saltar " ¡Mira como los compañeros se animan!" le dijo, ¡no hace falta ser un genio para saber que eso es lo peor que te pueden decir! "Mira cómo TODOS pueden MENOS VOS!” es lo que cualquiera entiende. De repente me acordé de la profe Silvi que nos enseñó a nadar a Lila, mi hermanita (me lleva un año pero como tiene síndrome West, es como si fuera mi hermana menor) y a mi.  Me acerqué al nene y poco a poco lo fui ayudando a perder el miedo al agua (eso fue lo que hizo Silvi conmigo y con mi hermana)

PD: al terminar la hora vi al chico nuevo, pero cuando salí del vestuario ya no estaba.


Excelente relato. Me quedé con ganas de saber más de la historia.

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