Hipertensión Arterial y Obesidad.
La obesidad es el factor de riesgo más importante para que aumente la presión arterial y para tener enfermedades cardiovasculares. Sobre todo el diámetro abdominal tiene una relación directa con la hipertensión. Además juntas, la obesidad y la presión alta, favorecen el desarrollo de diabetes, infartos de corazón, derrames cerebrales e insuficiencia cardíaca.
La obesidad puede aumentar la presión arterial por varios mecanismos relacionados con el exceso de insulina y de tejido adiposo. Estas dos condiciones se encuentran presentes en las personas obesas o que tienen demasiada grasa acumulada.
De hecho los estudios epidemiológicos muestran que entre el 60% y 70% de los casos de hipertensión pueden explicarse por el exceso de tejido adiposo (graso). (*1) Sin embargo la insulina es la hormona que nos engorda y por varios mecanismos aumenta la presión arterial(*2).
La insulina es una hormona de almacenamiento que aumenta nuestras reservas de grasa. Esta hormona se produce en el páncreas y se libera cada vez que ingerimos alimentos. Por eso si comemos demasiado y con mucha frecuencia, esta hormona se libera en exceso y engordamos.
Sin embargo la insulina tiene otras funciones que no se relacionan con las reservas de grasa del cuerpo. Una de estas funciones es estimular el sistema nervioso simpático aumentando los niveles de noradrenalina.
La noradrenalina es una hormona de estrés que nos prepara para un evento estresante (valga la redundancia). Por ejemplo, en el paleolítico, si teníamos que huir de un animal cazador, nuestro cuerpo secretaba más noradrenalina para sobrellevar este evento.
La noradrenalina hace que el corazón lata más rápido y aumenta la presión arterial. Todo esto para que llegue más sangre a los tejidos que usaremos en una actividad física intensa. Después de unos minutos, cuando ya pasó el evento estresante, todo vuelve a la normalidad, disminuyen los niveles de noradrenalina y se normalizan el latido cardíaco y la presión arterial.
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Sin embargo en la obesidad hay mucha insulina por períodos largos de tiempo lo que estimula la producción de noradrenalina permanentemente. Además las personas obesas ingieren más calorías que las personas delgadas y esto también estimula al sistema nervioso simpático y la producción de noradrenalina permanentemente, lo que aumenta la presión arterial.
Por otro lado el exceso de insulina tiene otros mecanismos para aumentar la presión que no se relacionan con el sistema nervioso simpático y la noradrenalina. Uno de estos mecanismos es a través del riñón.
El riñón es un órgano que controla la presión arterial mediante la excreción de sodio. El sodio es parte fundamental del cloruro de sodio o más conocido como sal de mesa. Y Por su estructura, el riñón es capaz de excretar sodio a la orina o retenerlo en el cuerpo.
En el organismo generalmente, el agua sigue al sodio como “la sombra al cuerpo”. De esta manera podríamos pensar en las arterias como unas tuberías cuya presión depende de la cantidad de agua que circula en su interior. Entonces, si el riñón “retiene” más sodio, también “retiene” más agua y aumenta la presión arterial.
Es así que personas de peso normal tienen niveles de insulina normales y la excreción de sodio por la orina es normal y no altera la presión arterial. Pero en personas con obesidad hay mayores niveles de insulina y esta hormona estimula al riñón para que retenga sodio, agua y así aumenta la presión arterial.
Además el propio tejido graso es un importante productor de una sustancia conocida como angiotensina que, al igual que la insulina, retiene sodio y agua en el riñón aumentando la presión arterial.
Es así que las personas obesas desarrollan hipertensión y bajar de peso es muy importante en el tratamiento de esta enfermedad.