Música para cirugías
Martes 17:30. Afuera hace calor, adentro el aire congela. Me hundo en el sillón reclinado y me voy deslizando hacia abajo como si fuera a salir eyectada por los pies. Siento que estoy en un interrogatorio con esa luz enceguecedora sobre la cara. Quiero huir. Pinchazo, anestesia, masaje en la mejilla, otra vez pinchazo, otra vez anestesia, olor a anetol.
El pacto con mi odontóloga consiste en que yo cierro los ojos y ella no me describe nada salvo que yo pregunte, cosa que nunca sucede. “Tendrías que traerte auriculares” -me dice- y yo pienso que nada, ni siquiera los auriculares, pueden tapar el agudo sonido del instrumental ni del metal rozando contra los dientes. Pero no se lo digo, no le respondo. También pienso que nadie normal puede dedicarse a esto. Tampoco se lo digo. Guardo silencio y la miro como suplicando piedad. Mi lengua empieza a desvanecerse, siento la mitad.
Enero no es un mes para ir al odontólogo, ni siquiera de visita (escribo estas líneas en enero para ser leídas otro día, otro mes, a destiempo, en otro tiempo). Enero es para nadar, que se te tapen los oídos bajo el agua, se te irriten los ojos por el cloro y arruguen los dedos de los pies. Enero es mar, azules, olor a Coppertone. Enero es silencio, brisa en la cara, piel ardida, mente en blanco.
Cierro los ojos. Respiro en tres tiempos y voy repasando mentalmente la playlist que debería haber armado para escuchar en este momento. Visualizo un juego de figuras geométricas y colores brillantes, que se van formando como en un caleidoscopio. Triángulos, sólo triángulos. Aprieto play.
Música para cirugías es un viaje instrumental para transportarse a otra dimensión con Angelo Badalamenti, David Lynch, David Bowie, Brian Eno, Nine Inch Nails, Massive Attack y Sonic Youth. Podés escuchar mi refugio musical haciendo click acá:
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Hasta la semana que viene.
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