Mesías ateos
Siempre los hubo. Y corren tiempos donde proliferan.
Los salvadores. Los llamados a ser seguidos. Los iluminados terrenales.
Follow me, como en las redes sociales. Ya pienso por ti, sé lo que necesitas. Déjalo en mis manos.
No hace falta decir nombres, proliferan por todo el Mundo y, aunque los demás no somos tan listos como ellos, sabemos de lo que hablamos.
PERO, vamos a ver algunas de sus curiosas características (y contradicciones). ¿Por qué íbamos a sospechar que algo falla entre sus discursos y los hechos?
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En realidad, es breve porque es simple.
Las personas construimos las sociedades y tenemos que ser responsables. Entender que hay personas con mayores y menores conocimientos para afrontar cada situación; personas con ciertas habilidades para cada área; personas útiles para cuestiones concretas; y, mejores y peores personas, con más o menos ética.
Entender que siempre hay intencionalidad e interés propio en los actos de cada uno de nosotros, que no somos perfectos. Y de ahí, tenemos que elegir a quién nos gusta tener al lado, comprendiendo las limitaciones que todos tenemos. Entender que tenemos que confiar en ciertas personas para diferentes situaciones o contextos de la vida, pero no confiar nuestras vidas a nadie. Gente que puede ayudar, aportar y mejorar la convivencia. Entender que ninguna persona lo sabe todo, que nadie tiene todas las respuestas, que no siempre tenemos razón y que cada uno tiene sus potencialidades en ámbitos diferentes. Que somos complementos los unos de los otros. Pero, y siempre bajo esta lupa, que nadie individualmente es un Salvador. Las cosas se construyen entre todos, en ámbitos muy reducidos y más poco a poco de lo que quisiéramos. Y está bien así. Las prisas y los maximalismos no son buenos compañeros de viaje.
Curioso que aquellos quienes más desprecian ciertas creencias o discursos místicos y religiosos, sean quienes se comporten con los mismos parámetros y se atribuyan esas singularidades en su persona. Mesías ideológicos.
Las creencias y la fe son humanas. Religiosas o no. Hay muchos tipos de fe. Y son sanas cuando son personales, propias, privadas, en nuestros círculos cercanos e interiores. Que nos aporten paz mental y ayuden a ser mejores en los pequeños detalles y con los demás. Cada cuál que elija la suya. Pero sin imponer.