Reflexiones sobre el Cambio: El Pilar de apoyo que no esperaba. (2da entrega)

En la primera parte de esta serie, compartí cómo la vida me llevó a afrontar un cambio personal y profesional inesperado tras la pérdida de mi esposa. En medio de ese proceso, hubo una fuerza que no anticipaba: mi hijo Tomás, de tan solo 10 años. Lo que inicialmente pensé que sería mi mayor desafío —sostener a un niño que había perdido a su madre— se convirtió en uno de mis mayores apoyos.

En su inocencia y sabiduría, Tomás fue y sigue siendo el pilar que me ha permitido comprender que el duelo, y el cambio que trae consigo, deben ser afrontados con coraje, compromiso y resiliencia. Pero, sobre todo, con paciencia, prudencia e inteligencia. Mientras yo perdí a mi esposa, él perdió a su madre. Podría pensar que, siendo un hijo único y habiendo tenido una relación tan cercana con su mamá, Tomás podría haberse desmoronado. Pero ocurrió todo lo contrario.

Desde el primer momento, Tomás entendió su pérdida con una sabiduría que me sorprendió. Mientras yo luchaba con mi dolor y la idea de asumir la responsabilidad total de nuestra pequeña familia, él lo aceptaba con una calma que me costaba comprender. A sus 10 años, hizo razonamientos que al principio me parecían difíciles de aceptar, pero con el tiempo entendí que detrás de sus palabras había una gran madurez.

Recuerdo un día, unos cuatro meses después de la partida de Paola, cuando le pregunté a Tomás cómo se sentía. Lo que me respondió me dejó sin palabras. En un primer momento, su respuesta me pareció la más cruda que jamás había escuchado. Me dijo: "Papá, yo estoy bien. Extraño a mi mamá y la recuerdo con alegría, pero Dios me dio dos padres. Se fue uno y me quedó el otro."

Confieso que esas palabras me dolieron profundamente. Mi reacción inmediata fue de incomprensión. Le pregunté si pensaba que éramos como juguetes que podían reemplazarse. Él, con su calma habitual, me miró y dijo: "Papá, no es así. Simplemente sé que te tengo a ti, y mamá ya no está. Se fue ella, pero te tengo a ti, y contigo lo tengo todo"

Me costó tiempo asimilar esa lógica. Lo que inicialmente interpreté como frialdad, era en realidad una muestra de su capacidad de adaptación. Tomás entendía que la vida había cambiado, pero no se enfocaba en la pérdida, sino en lo que le quedaba. No se trataba de reemplazar a su madre, sino de reconocer que en mí tenía un respaldo, una figura que le proveería apoyo y guía. En su sabiduría infantil, Tomás había comprendido algo que yo aún estaba procesando: la vida no siempre nos deja elegir los cambios, pero podemos elegir cómo adaptarnos a ellos.

Este aprendizaje me ha hecho reflexionar sobre cómo, en muchas ocasiones, quienes mejor asumen los cambios no son necesariamente los más preparados o experimentados, sino aquellos que pueden ver más allá de la pérdida y encontrar las oportunidades dentro del cambio. En las organizaciones, sucede algo similar. A veces, subestimamos la capacidad de ciertos públicos para adaptarse, cuando en realidad pueden ser los primeros promotores del cambio, aquellos que nos ayudan a movilizar al resto.

Tomás me enseñó que, aunque el cambio traiga consigo dolorosas pérdidas o renuncias, es esencial enfocarse en lo que se gana, en lo bueno que puede traer el cambio. Su racionalidad me hizo ver que, incluso en los momentos más difíciles, es posible asumir el cambio con una visión positiva. Como gestores del cambio, debemos aprender a no subestimar a quienes nos rodean, ya que pueden ser los primeros en demostrar que, incluso en la adversidad, siempre hay una vía para adaptarse y prosperar.

En mi caso, mi hijo fue el guía inesperado que me mostró que la resiliencia no siempre se encuentra en los lugares evidentes. Del mismo modo, en el ámbito laboral, quienes parecen menos preparados para el cambio pueden convertirse en los líderes que necesitamos para transitar las transiciones más desafiantes.

Al final, la clave está en ver las oportunidades que trae cada cambio y trabajar en esa dirección. Así como Tomás encontró en mí un pilar para sostenerse tras la partida de su madre, en cada proceso de cambio, debemos aprender a identificar esos apoyos que, aunque no sustituyen lo que hemos perdido o que no necesariamente reemplazan aquello a lo que hemos renunciado, nos permiten avanzar y encontrar estabilidad en una nueva realidad.

Dejémonos sorprender por aquellos usuarios impactados por los cambios que asumen lo nuevo, incluso la incertidumbre con positivismo, compromiso y racionalidad, usemos sus argumentos para abrazar a aquellos a los cuales les pesa más transitar por la transición y con ello llevarlos de la mano para lograr su entendimiento y adopcion, seamos pacientes y entendamos los momentos de cada uno, pero tambien busquemos entender la lógica de su pensamiento para brindarles esos apoyos que les ayuden a entender el cambio permitiéndoles avanzar.