Ocho lecciones de liderazgo que aprendí de mis jefes

Ocho lecciones de liderazgo que aprendí de mis jefes

Liderar, ser el responsable de los destinos de un equipo de trabajo o de una compañía entera, lo que en palabras sencillas se resume en “ser jefe”, es una de esas características de la personalidad de todos que -como ser papá o mamá- no se aprende en una clase sino que se adquiere con la combinación de valores individuales combinados con las enseñanzas y aprendizajes que adquirimos, por transferencia, imitación o formación, de nuestros propios jefes y colegas de trabajo.

Por eso ser líder no es fácil. Es una labor que suele perfeccionarse (si así lo desea la persona que busca crecer y evolucionar en su carrera) con formación especializada, pero principalmente de la decantación consciente de esas características, buenas y malas, que experimentamos como parte de un equipo, directo de nuestros líderes, y que identificamos como una enseñanza a apropiar en nuestro estilo de liderazgo.

Sin el permiso de ninguno de mis jefes quisiera compartir algunas de sus enseñanzas, conscientes o silvestres, que han marcado y forjado mi estilo de liderazgo que, bueno o malo, considero a esta altura de mi vida profesional como relevantes.

  1. Confiar en el talento. De Jon Ruiz, español (vasco, para más señas), mi jefe en Prisa Radio donde fue presidente para Colombia, aprendí a despojarme de los temores que produce darle libertad y visibilidad al talento del equipo. Rodearse del mejor talento, experto y conocedor de competencias y tareas especializadas, es de por sí una gran virtud. Pero más aún es darle las herramientas para que brille, detone su capacidad, sin el temor que todos llevamos por ahí dentro, unos más pronunciados que otros, a que “se vean en extremo capaces, conocedores, virtuosos, casi más que el mismo jefe”. Eso se llama confianza de acero, una característica fundamental del liderazgo disruptor. Tener el mejor talento para crear procesos exitosos en un equipo de trabajo pasa por la capacidad de darle en su justa medida la visibilidad y oportunidades de crecimiento a esas personas del equipo que brillan por sus fantásticas capacidades, por darlo todo y más por los objetivos comunes. ¡Que brillen! No hay mejor cumplido para un líder que ese que va dirigido al equipo que has formado.
  2. Calma en la tormenta. Una de las capacidades que siempre admiré en Guido Gaona, mi jefe en Burson-Marsteller (hoy BCW) era la de transmitir calma y tranquilidad en los momentos más críticos. No importaba la tormenta más grave que se nos presentara, sus indicaciones, llamados, reuniones y planeaciones para confrontar los retos siempre estaban comandados por un halo de confianza en el equipo que redundaba en calma: para pensar, para analizar, para tomar la mejor decisión. Una gran virtud que sabe agradecer un equipo que enfrenta un gran problema y que avanza hacia la solución direccionado por un líder que tranquiliza. A veces fallamos en ello: elevar el estrés y la presión en medio de una crisis no suma y sí puede agrietar lazos, conexiones y relaciones que luego costará mucho recomponer.
  3. No olvidar de dónde venimos. Una característica que inexorablemente define a grandes líderes es que jamás olvidan ni dejan de hacer, personalmente con sus manos y sus mentes, las tareas y labores más básicas de su oficio. Y eso aprendí de Julio Sánchez Cristo, un gigante que no fue mi jefe directo pero del que entendí que no hay enseñanza más poderosa que el ejemplo de hacer eso que el más junior, practicante, de tu equipo hace, compartir roles de producción, de ejecución, ‘de carpintería’, hombro a hombro, como la demostración de que hay un líder que está ahí, como retando a todos a mejorar a diario todas las tareas. Ver y escuchar a Julio haciendo turno de disc-jockey, Julio DJ, programando música, gozándose la labor más básica frente a un micrófono, siendo fiel a su gran amor con la música, era para mi alucinante. A veces olvidamos eso, nuestras bases. Lo que nos enamoró de nuestro oficio, profesión. Nos alejamos “porque ahora somos jefes”, cuando al contrario honrar esa vocación de volver a lo básico nos mantiene vivos y sólidos como ejemplo para los demás.
  4. La excelencia siempre. Si bien Néstor Morales tampoco era mi jefe en el papel, compartí junto a su lado varios amaneceres en una cabina de radio. De él aprendí que no debe existir un milímetro de espacio a que algo salga siquiera regular: su obsesión por la perfección de la emisora al aire, de las voces, de la calidad del sonido de una llamada, de la pertinencia de un personaje para ser entrevistado, de la relevancia temática de un debate, e incluso de la perfecta redacción, gramática y ortografía siempre, fue para mi una importante enseñanza. La obsesión por una calidad técnica y periodística, en conjunción, sólo pueden generar una única cosa: un producto periodístico de excelencia. La calidad, además como le entendí a Néstor, es la materialización del compromiso supremo con la audiencia (cámbienlo por cliente, mercado, etc.), de honrar a diario su sintonía con la mayor calidad, siempre.
  5. La diferencia entre método y metodología. Marcelo Liberini, argentino (aunque más italiano) fue mi jefe en Caracol Next, la unidad digital de Caracol Televisión, empresa fenomenal, voluminosa, entretenida. De él aprendí sobre lo metódico y lo metodológico, la importancia no sólo de planear bien sino de ejecutar correctamente para llegar a un resultado medible. Algo poco común en este oficio de los medios, y, por tanto, valiosísimo para mi carrera. Marcelo, com buen ingeniero, ostentaba no solo un orden operacional y métodos precisos de trabajo para la delegación de tareas, seguimientos, replanteamientos, detección de errores, responsables, etc., sino capacidad para crear metodologías que nos llevaran a analizar los problemas, a la competencia, datos tangibles que nos trajeran, entre todos, respuestas. Planear y ejecutar con destreza es una virtud que se adquiere y refuerza a diario, de la que se debe aprender, evolucionar.
  6. La voz de la intuición. Pocos líderes aprenden a convertir su experiencia en una voz de la intuición poderosa. Que no es dejarse gobernar de paradigmas y mitos (la orilla contraria), sino entender cómo el conocimiento adquirido nos debe guiar y poner casi en el corazón algunas decisiones y rumbos a tomar. Eso lo aprendí de Carlos Arturo Gallego, una de las grandes mentes estratégicas de la radio en Colombia, a quien siempre admiré su capacidad de construir proyectos e ideas a partir de su intuición y experiencia, a los cuales les apostaba con decisión y energía. Una capacidad ejemplarizante de cómo se le permite a esa ‘voz interna’ darnos consejos, guiarnos, alertarnos, y a seguirle esas guías con el riesgo constante que ello pueda significar, pues puede que no siempre se obtengan los mejores resultados, pero con seguridad, siempre, grandes enseñanzas.
  7. El seguimiento. Uno de los errores que no puede permitirse un líder es el de planear, crear, delegar y aflojar por el lado del seguimiento. De grandes ideas convertidas en proyectos que nunca llegaron a ningún lado están hechas las empresas. Y esa virtud del seguimiento y la persistencia las aprendí de Jorge Carom, mi jefe en el área de negocio en EL TIEMPO. Los resultados se obtienen cuando se implementa una metodología de seguimiento eficiente, justa, transparente, organizada y medible. Tener la certeza de que estamos aprovechando al máximo, en su justa proporción, todas las capacidades del talento humano a disposición es el objetivo que todo líder debe perseguir. Y más en estas épocas en las que pasamos por momentos complejos, momentos del “hacer más con menos”, en donde no podemos darnos el lujo de tener “gente en coche”, mientras otros trabajan a triple máquina.
  8. El don de la enseñanza. Y lo pongo en el nivel de ´don’ porque considero que muy pocos líderes cuentan con esa virtud de la paciencia de explicar, detallar, tomarse el tiempo de escuchar, dar espacio e importancia a las opiniones de su equipo, para sustentar y construir indicaciones y procesos. Y eso tiene Andrés Mompotes, mi actual jefe, una de las virtudes que le admiro, de tomarse siempre el tiempo para explicar en profundidad, de entregar detalles, razones, argumentos, con dedicación, a todo nivel. Esto genera un poderoso efecto de liderazgo al transmitir la relevancia e importancia que existe en un tema que, por menor que sea, es explicado y argumentado con suficiencia y paciencia. Es un “esto me importa y por tanto me importa que lo entiendas, así que te dedicaré tiempo para explicártelo” que es todo lo contrario al “así lo debes hacer y punto, porque soy el jefe” con el que algunos líderes yerran. Esa capacidad además se acompaña de transparencia, de reglas claras, de tareas específicas, que ayudan mucho a un equipo a encontrar respuestas y resultados.

¿Qué aprendizajes han obtenido ustedes de los jefes que han tenido? ¿Qué enseñanzas, anécdotas, les marcaron para siempre y cambiaron su percepción y estilo de liderazgo? Gracias por comentar y compartir esta nota.

Álvaro Ávila Arrieta

Magister en Derechos Humanos y Paz| Fortalecimiento de capacidades institucionales| Atención a población vulnerable| Relacionamiento sector público y privado| Comunicación e impacto

5 meses

Gracias por compartir esta gran reflexión llena de enseñanzas.

Iván Fonseca Rodríguez

Director de Comunicaciones Cámara Verde de Comercio / Director y Productor de Televisión / Comunicaciones / Contenidos /Marca

5 meses

Excelentes lecciones!!!

María Fernanda Estupiñán Muñoz

Comunicación interna & externa | Relaciones Públicas | Cultura Organizacional | Especialista en comunicaciones corporativas | Estrategia | RR.PP.

5 meses

Gracias por compartir tus reflexiones frente a este tema. Por supuesto que en cada ejemplo recordé un par de jefes y en mi concepto, aquel que se toma el tiempo de enseñar tiene una de las características o virtudes más significativas para ser jefe.

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