Unión Europea y la Necesidad de un Salario Mínimo Europeo (español/english)

Unión Europea y la Necesidad de un Salario Mínimo Europeo (español/english)

--versión Español--

La Unión Europea (UE) es, sin lugar a dudas, el mayor proyecto de integración regional del planeta. Desde su creación, ha demostrado ser un modelo de cooperación supranacional sin precedentes, capaz de unir a países con historias, culturas y economías muy diversas bajo un marco común. Sin embargo, a lo largo de las décadas, este ambicioso proyecto ha enfrentado múltiples desafíos que han puesto en evidencia las tensiones inherentes a su estructura.

Entre los instrumentos clave desarrollados por la UE para fomentar una mayor integración se encuentran los marcos financieros plurianuales, que delinean las prioridades presupuestarias del bloque. Estos presupuestos se nutren de fuentes de ingresos como los recursos propios tradicionales, el recurso IVA y el recurso Producto Nacional Bruto (PNB) de los Estados miembros, con el objetivo de equilibrar las economías nacionales y reducir las disparidades internas, en principio cada Estado paga conforme si situación financiera. Sin embargo, desde la crisis económica de 2008, las asimetrías entre las economías del norte y el sur, así como entre el este y el oeste, han crecido de manera alarmante.

Las asimetrías internas y sus consecuencias

El Brexit es uno de los ejemplos más emblemáticos de las tensiones dentro de la UE. Entre las muchas razones que llevaron al Reino Unido a abandonar el bloque, destaca la percepción de que el mercado único europeo generaba desigualdades en lugar de prosperidad compartida. Esto se ha agravado por la flexibilización de los criterios de convergencia económica para permitir la entrada de nuevos países, especialmente de Europa del Este, lo que ha añadido presión sobre la estructura económica del bloque.

La creciente desigualdad entre los Estados miembros también ha socavado el principio de solidaridad que fue un pilar fundamental en los primeros años del proyecto europeo. En este contexto, el mercado interno, diseñado para fomentar la libre circulación de bienes, servicios, capitales y personas, ha sufrido las consecuencias de una competitividad interna cada vez más feroz, lo que ha desdibujado su propósito inicial.

El impacto de la ausencia de un salario mínimo europeo

Uno de los factores que más ha contribuido a estos desequilibrios es la falta de un salario mínimo europeo o un índice salarial mínimo capaz de ir equilibrando la gigantesca desigualdad salarial europea. La inexistencia de una base salarial de referencia para los Estados miembros ha generado una serie de problemas estructurales:

1.      Flujos internos de mano de obra: Trabajadores de países con salarios más bajos migran masivamente hacia regiones más prósperas, en busca de mejores condiciones de vida. Esto ha provocado una saturación en determinados sectores laborales y un aumento de la pobreza laboral, incluso en las grandes ciudades europeas.

2.      Movilidad empresarial: Muchas empresas trasladan sus operaciones a países con salarios más bajos, generando un dumping social que debilita la cohesión económica y aumenta las desigualdades territoriales.

3.      Desequilibrios en los servicios públicos: El aumento de las poblaciones migrantes en países receptores ha ejercido presión sobre los sistemas de salud, educación y protección social, mientras que los países emisores enfrentan el éxodo de talento y fuerza laboral joven, agravando los desequilibrios demográficos.

4.      Pobreza laboral y precariedad: Incluso en las economías más fuertes de la UE, muchos trabajadores enfrentan sueldos que no cubren el costo de vida, alimentando el descontento social y la percepción de injusticia.

Un salario mínimo europeo: el camino hacia la cohesión

La introducción de un salario mínimo europeo o al menos de un índice salarial mínimo podría ser la herramienta que la UE necesita para abordar estas desigualdades. Este mecanismo no implicaría necesariamente un salario idéntico en todos los países, sino una fórmula común basada en indicadores como el coste de vida, la productividad y el PIB per cápita. Sus beneficios serían múltiples:

·         Reducción de las disparidades salariales: Un salario mínimo armonizado permitiría elevar los ingresos en los países menos desarrollados, frenando los flujos migratorios internos y reduciendo la presión sobre los mercados laborales en las regiones más ricas.

·         Fortalecimiento del mercado único: Al garantizar condiciones laborales más homogéneas, se limitaría el dumping social y se promovería una competencia más justa entre empresas.

·         Cohesión social y económica: La igualdad salarial contribuiría a reforzar la solidaridad entre los Estados miembros, uno de los valores fundamentales de la UE.

·         Estabilidad demográfica: Frenar el éxodo de trabajadores jóvenes y cualificados de los países menos desarrollados permitiría un desarrollo más equilibrado dentro del bloque.

 

El futuro de Europa pasa por la equidad

A pesar de los avances logrados en la integración económica, monetaria y social, la UE está lejos de consolidarse como un mercado único y verdaderamente común. Un salario mínimo europeo no solo sería una herramienta poderosa para mitigar las desigualdades internas, sino también un paso esencial para restaurar la confianza de los ciudadanos en el proyecto europeo.

Es hora de que Europa pase de ser una unión de mercados a una unión de derechos. Solo así podrá cumplir su promesa de prosperidad compartida y consolidar su posición como un referente global de integración y solidaridad. Al final ¿De qué sirve existir una ciudadanía europea conforme el art.20 del TFUE si los ciudadanos no son iguales?


Wesley Sá Teles Guerra, políglota y hispanobrasileño, escritor, profesor e internacionalista. Gestor del Fondo de Triangulación y Cooperación Internacional Portugal - América Latina - Países Africanos de Lengua Oficial Portuguesa en la Secretaria General Iberoamericana. Autor del libro "Cadernos de Paradiplomacia", "Paradiplomacy Reviews the Rise of the Subnations, Cities and Smartcities" y "Manual de Sobrevivência das Relações Internacionais", fundador del CERES - Centro de Estudios de las Relaciones Internacionales miembro de diversas instituciones internacionales. Especialista en Relaciones Internacionales, Paradiplomacia, Cooperación Internacional y Gestión de Smartcities. Máster en Políticas Sociales con Especialización en Migraciones por la Universidad de A Coruña, Máster en Gestión de Smartcities y Doctorando en Sociología y Cambios de la Sociedad Contemporánea.

--English version--

The European Union and the Need for a European Minimum Wage

The European Union (EU) is, without a doubt, the most significant regional integration project in the world. Since its inception, it has proven to be an unprecedented model of supranational cooperation, capable of uniting countries with diverse histories, cultures, and economies under a common framework. However, over the decades, this ambitious project has faced numerous challenges that have exposed inherent tensions within its structure.

Among the key tools developed by the EU to foster greater integration are the multiannual financial frameworks, which outline the bloc's budgetary priorities. These budgets draw on sources of income such as traditional own resources, VAT, and the Gross National Product (GNP) of the Member States, aiming to balance national economies and reduce internal disparities. Yet, since the economic crisis of 2008, asymmetries between the economies of the north and south, as well as between the east and west, have grown alarmingly.

Internal Asymmetries and Their Consequences

Brexit is one of the most emblematic examples of tensions within the EU. Among the many reasons that led the United Kingdom to leave the bloc was the perception that the European single market created inequalities instead of shared prosperity. This issue has been exacerbated by the relaxation of economic convergence criteria to allow the entry of new countries, particularly from Eastern Europe, which has placed additional pressure on the bloc's economic structure.

The growing inequality among Member States has also undermined the principle of solidarity, which was a fundamental pillar in the early years of the European project. In this context, the single market, designed to promote the free movement of goods, services, capital, and people, has suffered from the consequences of increasingly fierce internal competition, distorting its original purpose.

The Impact of the Absence of a European Minimum Wage

One of the factors that has most contributed to these imbalances is the lack of a European minimum wage or a minimum wage index to gradually address Europe’s vast wage disparities. The absence of a baseline salary reference for Member States has led to a series of structural problems:

  1. Internal labor migration: Workers from countries with lower wages migrate en masse to more prosperous regions in search of better living conditions. This has led to saturation in specific labor sectors and an increase in working poverty, even in Europe’s major cities.
  2. Business mobility: Many companies relocate their operations to countries with lower wages, creating social dumping that weakens economic cohesion and exacerbates territorial inequalities.
  3. Imbalances in public services: Increased migrant populations in host countries have strained healthcare, education, and social protection systems, while sending countries face a brain drain and workforce shortages, worsening demographic imbalances.
  4. Working poverty and precarity: Even in the EU’s strongest economies, many workers earn wages that fail to cover the cost of living, fueling social discontent and perceptions of injustice.

A European Minimum Wage: The Path to Cohesion

Introducing a European minimum wage, or at least a minimum wage index, could be the tool the EU needs to address these disparities. This mechanism would not necessarily imply a uniform salary across all countries but rather a common formula based on indicators such as the cost of living, productivity, and GDP per capita. Its benefits would be manifold:

  • Reduction of wage disparities: A harmonized minimum wage would raise incomes in less-developed countries, reducing internal migration flows and easing labor market pressure in wealthier regions.
  • Strengthening the single market: By ensuring more homogeneous labor conditions, social dumping would be curtailed, and fairer competition between companies would be encouraged.
  • Social and economic cohesion: Wage equality would reinforce solidarity among Member States, one of the EU’s core values.
  • Demographic stability: Slowing the exodus of young and skilled workers from less-developed countries would enable more balanced development within the bloc.

Europe’s Future Lies in Equity

Despite significant progress in economic, monetary, and social integration, the EU remains far from achieving a truly common and unified market. A European minimum wage would not only serve as a powerful tool to mitigate internal inequalities but also represent a vital step toward restoring citizens’ trust in the European project.

It is time for Europe to transition from being a union of markets to a union of rights. Only then can it fulfill its promise of shared prosperity and consolidate its position as a global model for integration and solidarity. After all, what is the point of having European citizenship as outlined in Article 20 of the TFEU if citizens are not treated as equals?



Wesley Sá Teles Guerra, a polyglot of Hispano-Brazilian heritage, is a writer, professor, and internationalist. He manages the Portugal - Latin America - Portuguese-speaking African Countries Triangular Cooperation Fund at the Ibero-American General Secretariat. He is the author of "Cadernos de Paradiplomacia", "Paradiplomacy Reviews the Rise of the Subnations, Cities and Smartcities", and "Manual de Sobrevivência das Relações Internacionais". As the founder of CERES (Center for International Relations Studies), he is also a member of various international institutions.

An expert in International Relations, Paradiplomacy, International Cooperation, and Smart Cities Management, Wesley holds a Master's degree in Social Policies with a Specialization in Migration from the University of A Coruña, a Master's in Smart Cities Management, and is pursuing a PhD in Sociology and Contemporary Societal Changes.

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